A nadie le incomoda lo suficiente

 

Yazmín Alessandrini      

Parafraseando al profesor mexiquense Carlos Hank González, quien partió del mundo de los vivos hace ya casi tres lustros, en México no hay políticos pobres… la única pobre aquí es la política.

Y, por favor, que nadie se desgarre las vestiduras y se haga el ofendido. Vivimos en un país en el que el 99.99% de los políticos, hombres y mujeres por igual, sin importar siglas, filiación y colores, difícilmente contempla dentro de lo que será su estrategia proselitista ofrecerle al sufragante en potencia verdaderas propuestas (que no promesas) de campaña que logren cautivarlo lo suficiente como para que el día de la elección acuda entusiasmado a las urnas y vote convencido de que el interfecto verdaderamente se va a dedicar a buscar el bienestar ciudadano a través de la gestión política.

Lo cierto es que, en respuesta a este cuasi utópico escenario, lo que los mexicanos obtienen por parte de la clase política es un decálogo corregido y aumentado de todo aquello que no se debe de hacer cuando se está en campaña política en busca del voto ciudadano.

La mexican politik, lamentablemente, desde hace mucho tiempo está convertida en una piscina de lodo y por ningún lado se ve que a alguien le incomode lo suficiente como para querer salirse de ahí y proponer un cambio sustancial que beneficie tanto a la clase política como a los ciudadanos.

Calumniar, insultar, exhibir, balconear, denostar, señalar, enlodar… verbos que nuestros políticos saben conjugar en todos los tiempos posibles. La pobreza en el discurso y en la propuesta del grueso de los aspirantes que aspiran a obtener uno de los mil 996 cargos de elección popular que estarán en juego el próximo 7 de junio no hace más que agudizar la ya de por si grave crisis que vivimos en México desde hace muchísimos años.

Resulta irónico leer y escuchar, por una parte, a varios actores políticos asegurar que las de este año serán probablemente las elecciones más importantes, más vigiladas y más fiscalizadas de toda la historia moderna del país y que, por otro lado, a ninguno le importe aprovechar los valiosos espacios que por normatividad les corresponden, vía Instituto Nacional Electoral (INE) y —¡claro está!— nuestros impuestos, para hacerle llegar al electorado un mensaje de esperanza, de certeza, de seguridad, de posibilidad.

Si alguien piensa que lo peor que le puede pasar a la política mexicana es que personajes como Carmen Salinas y Cuauhtémoc Blanco aspiren a una posición, es porque no ha visto a la panista Josefina Vázquez Mota succionando, cual vil sanguijuela, la celebridad de la niña Alondra.

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