El mundo futuro

Agustín H. Berea

El transporte no es sólo una necesidad, es una función social. Una población condicionada en su movilidad estará, con toda probabilidad, condicionada en sus posibilidades de desarrollo.

La vida en la ciudad es inconcebible sin autos. Los trazos de los asentamientos humanos hoy responden a las necesidades de autotransporte, el resto se construye alrededor de la conveniencia de las comunicaciones terrestres. Comercios tienen éxito o fracasan, las viviendas adquieren valor y los niños cambian de colegio con tal de mantener todo en tiempos de traslado razonables.

La disponibilidad de sistemas de transporte individuales fue una condición imprescindible para el crecimiento de las zonas urbanas. Sin éstos un trayecto de 4 km, corto para los estándares capitalinos, tomaría aproximadamente 1 hora a pie o 45 minutos a lomo de caballo. Recorrer las distancias que acostumbramos sería una odisea imposible.

Usando aparatos basados en el motor de combustión interna las ciudades han crecido hasta tamaños que hace cien años eran inimaginables. Al recorrer distancias inmensas en poco tiempo, la humanidad ha extendido los espacios donde habita.

Ahora es posible ejercer actividades y transportar mercancías a lugares distantes. La movilidad es una ventaja superior para cualquier persona o comunidad; su falta, puede ser incapacitante.

La tendencia general apunta que mientras mayor ingreso mayor inversión en infraestructura de transporte. En ciertos casos el vínculo entre ingreso y movilidad denota políticas en el aprovechamiento urbano.

Por ejemplo, desde 1994 la ciudad de Beirut ha visto grandes obras de comunicación. Notablemente encontramos la vía que conecta directamente el aeropuerto con el centro de la ciudad; es decir, con la zona adinerada suní. El proyecto aumentó el atractivo de la ciudad como destino para inversionistas sunís como los árabes peninsulares; pero en el proceso seccionó y aisló zonas shi’a de bajos ingresos.

Mejores alternativas de transporte son un comienzo para acortar la brecha social. Idealmente todos deberíamos poder trasladarnos de un lugar al otro con la misma comodidad y conveniencia.

Pero si no podemos compartir la comodidad, compartiremos la miseria. Los eternos embotellamientos son una perversa instancia de los ideales de igualdad esenciales para la democracia. Allí donde no importa el costo del auto, todos nos movemos al mismo compás.

agustinberea@yahoo.com