Patricia Gutiérrez-Otero

Las elecciones intermedias se acercan, así como la hora de decidir qué haré con mi voto, qué hará cada quien con el suyo. El debate en los medios y en las redes sociales prosigue sobre qué hacer con el voto. Realmente da gusto que se dé esta polémica, lleve a donde lleve, y aunque se suscite entre un grupo pequeño de la sociedad mexicana.

Las posiciones van desde el radicalismo de no acudir a las urnas sostenido por luchadores sociales como Javier Sicilia y los padres de los 43 normalistas, quienes consideran que ir a las urnas es validar un sistema corrupto que hay que repudiar totalmente, hasta el de apoyar en masa a Morena, el partido que tiene más solidez en sus bases y que, por ello, puede dar un mejor seguimiento a sus candidatos electos, además de poder ganar puestos que podría ocupar el gran dinosaurio y sus secuaces.

Entre las posiciones intermedias está la de introducir en cualquiera de los casos una boleta extra exigiendo la renuncia del actual usurpador en la presidencia: no contará para las elecciones, pero sí para hacer oír la voz de la gente; la de anular el voto de manera general o no votar, como ya se ha hecho otras veces; la de votar inteligente y localmente según los lugares, y después de haberse informado a cabalidad sobre los candidatos, sus propuestas, su carrera, lo que incluye anular el voto en ciertos casos y votar por diferentes partidos en otros casos; la de votar por cualquier partido de la oposición (por ejemplo, Morena, PT, Movimiento Ciudadano) que tenga contacto con sus bases quienes les pedirán cuentas, y para que sea un voto útil que impida que el voto fuerte logre que el PRI siga reinando junto con sus compinches el PAN y el PRD, así como los satélites de los tres.

La peor actitud es la de hacer cualquier cosa sin haber tomado posición, sin haberlo pensado, es decir, de continuar actuando como borregos, ya sea votando por el partido que estamos acostumbrados a votar, sin razonarlo, o no yendo a las urnas “porque todos son iguales”, porque esto significará que no se ha tomado conciencia.

También creo que hay que aprender a respetar el voto o el no voto consciente de los demás. Las acusaciones destructivas entre los que tratamos de hacer de nuestro voto uno consciente e informado hasta donde podamos, cada quien según sus capacidades y su tiempo, no llevan a ningún lado. El respeto por la diferencia de conciencia es imprescindible entre los ciudadanos conscientes. Toda agresividad contra quien no piense como nosotros, pero que piense, es una agresión contra la democracia y contra nosotros mismos. La exigencia que tenemos hacia nosotros es la misma que tenemos hacia los demás: informarnos lo más posible sobre los candidatos de nuestro Estado, de nuestro distrito, de nuestra localidad (se puede acudir por lo menos a la información que se encuentra en http://www.votoinformado.unam.mx/candidatos.php); decidir nuestro voto según varios factores: a) si el candidato es confiable o si se le puede exigir que cumpla con al menos parte de lo que promete; b) en caso de senadurías o diputaciones evaluar cuáles son los partidos que equilibrarían las cámaras y saber sí vale la pena votar para ello; c) en caso de gobernadores, saber si votar por uno de ellos vale la pena o si, por el contrario, dando nuestro voto por otro, aunque no sea el ideal, se contribuye a que un candidato nefasto no llegue a la gubernatura.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se respete la Ley de Víctimas, que se investigue seriamente el caso de Ayotzinapa, que el pueblo trabajemos por un Nuevo Constituyente, y que se haga justicia al equipo Aristegui.

pgutierrez