Entrevista
Jorge Gallardo T.
Los últimos diez años de la vida de José Retamales Espinoza han girado en torno a la Antártica. Así parece quedar reflejado en las paredes de su oficina, adornadas con diferentes mapas del Continente Blanco, desde Patriot Hills hasta las islas Elefante y Joinville, lugares históricos vinculados a las travesías de Sir Ernest Shackleton y del capitán D’Urville. También hay lugar para un mapa topográfico de la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, a través de la cual operan actualmente 17 de los 29 países con programas científicos antárticos, lo que en parte es resultado de la gestión que desarrolla el Instituto Antártico Chileno (INACH), dirigido por Retamales desde diciembre del 2003.
Sin embargo, el vínculo de este profesor de Ingeniería Química de la Universidad de Magallanes, doctorado en Inglaterra, con la Antártica se remonta a los días en que fuera rector de esa casa de estudios (1990-94). Fue entonces cuando creó el Centro Austral Antártico, como una forma de reforzar el vínculo de esta universidad, ubicada en Punta Arenas, con el Continente Blanco. Retamales es el primer científico de los ocho directores que ha tenido el INACH. Al cumplirse una década del traslado de su sede nacional a esta ciudad, él hace una revisión de este “proceso sostenido de cambios para mejorar la ciencia de Chile en la Antártica”.
“Lo que causa más impacto en la comunidad internacional son las cifras de crecimiento que ha tenido nuestro programa, donde se han multiplicado por 30 la cantidad de recursos que se transfieren a los científicos chilenos para hacer investigación antártica”, recalca.
En la actualidad, Chile posee un Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN) consolidado, con seis líneas de investigación, ocho concursos con cinco fondos de financiamiento (INACH, PIA, Fondecyt, Fondef, Innova) abiertos y transparentes para la investigación de pre y postgrado, y con una comunidad científica que está en aumento.
“Fue un proceso paulatino que apuntó, en primer lugar, a potenciar el desarrollo de concursos. Si bien existía la decisión de hacer concursos, eso no era lo más importante en la toma de decisiones
y seguían existiendo proyectos institucionales que llevaban largo tiempo y que eran una parte muy importante del quehacer antártico chileno. El propósito, en consecuencia, fue llegar a acuerdos con los diferentes fondos, a los que los investigadores pudieran postular para obtener financiamiento para ejecutar su ciencia antártica durante todo el año. Desde entonces, han ido surgiendo proyectos a partir de lo que el concurso dictamina, que son seleccionados con evaluaciones externas, de pares nacionales e internacionales, sobre la calidad y la pertinencia de las propuestas que recibimos”, recuerda Retamales.
Todo ello ha significado que actualmente 80 proyectos estén asociados al PROCIEN, más de tres veces lo que se apoyaba hace cinco años. Por otro lado, como indicador de la calidad de la ciencia polar chilena, las publicaciones ISI relacionadas con el PROCIEN son alrededor de 40 cada año desde el 2012, lo que representa un significativo aumento en relación al periodo anterior.
Más recursos para la ciencia antártica
En el rápido crecimiento de este programa resultó fundamental, afirma la autoridad del INACH, “que cambiamos la metodología
de decisión y cómo se distribuyen los recursos. Teníamos un programa nacional que disponía de 43 a 47 millones de pesos (USD 75.000 aprox.) para distribuir en el sistema universitario de CyT de Chile. Obviamente esos recursos eran insuficientes. Con los estándares que hoy tenemos, solo se hubiera podido financiar tres proyectos”.
Por ello, se enfocó el trabajo en atraer nuevos fondos a través
de asociaciones con instituciones nacionales, jugando un rol clave
la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de
Chile (Conicyt). “Lo que hicimos fue acercarnos a los diferentes programas de Conicyt y proponer asociaciones en las que INACH financia la logística, mientras ellos financian la transferencia
de recursos para que el investigador trabaje durante el año y no solamente durante el tiempo que está en la Antártica”.
A partir del 2005, el INACH firma convenios con los Programas
de Investigación Asociativa (PIA) y el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt), financia logística de proyectos del Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondef) y de Inserción de Capital Humano, todos ellos de Conicyt, y postula proyectos al programa InnovaChile, de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo). “Estos convenios se fueron dando paulatinamente. Primero había que mostrar que lo podíamos hacer bien con los recursos que nos llegaran; una vez que eso se pudo demostrar con el PIA, se fueron abriendo nuevas instancias de cooperación. El interés por hacer ciencia fue creciendo al existir más recursos y, poco a poco, empezó a aumentar el número de investigadores interesados en hacer proyectos antárticos”.
Como resultado, se han sextuplicado los fondos disponibles para la ciencia antártica, pasando de USD 700.000 el 2004 a más de USD 4 millones actualmente, sumando las transferencias a los científicos con el financiamiento logístico del trabajo en terreno. Sumando a esto el presupuesto de INACH, se llega a los 4,500 millones de pesos de inversión nacional anual en ciencia antártica (unos USD 7.6 millones). Además, a partir de este año, el programa FONDAP, de Conicyt, incorporó a la Antártica como posible área prioritaria del país para el desarrollo de investigación científica, lo que abre un potencial enorme para la investigación polar.
Retamales destaca también que “por primera vez en la historia del país tenemos cuatro proyectos en el programa de Anillos de Investigación Antártica trabajando al mismo tiempo. Es muy sustantivo el que estos proyectos han logrado duplicar su valor: hoy alcanzan USD 900.000 totales por 3 años (USD 300.000, anuales)”.
Dr. José Retamales, Director del Instituto Antártico Chileno (INACH) analiza el desarrollo de este programa polar sudamericano.
*Instituto Antártico Chileno, www.inach.cl