Retrato Hablado

 

Francisco Tario

Roberto García Bonilla

53 Francisco Tario Portada 53El reconocimiento de un autor, se ha repetido, se basa en la decantación de su obra y en sus aportes al género, y de manera más amplia, a las letras en su ámbito que alcanzará al selecto grupo de afortunados que integran la República de las Letras. Se acepta, también, que el prestigio no emerge solo —de inmediato y nada más por la publicación de una obra—; los estudiosos de la teoría de la recepción se refieren a un lector privilegiado, como aquel que forma parte del proceso de comprensión re-conocimiento (valoración) de una obra literaria; la tradición ha sido un elemento fundamental en este proceso diríase sancionatorio, aun cuando la misma tradición no está exenta de subjetividad. Claro, ese lector privilegiado (reseñista, ensayista, crítico, académico, historiador) forma parte de instituciones cuya importancia y peso es variable dependiendo del lugar que ocupen dentro de esa figura tan invisible como significativa llamada poder cultural.

No es menos conocido que existen creadores que centran el reconocimiento de su obra en una labor permanente de relaciones públicas entre los medios de comunicación, los lectores privilegiados, las instituciones (entre ellas el ámbito editorial y sus estrategias de mercadotecnia, ahora, son fundamentales); aun pueden afanarse más en estas labores que en las estrictamente escriturales y lectoras.

En la actualidad, las redes sociales son muy relevantes para la difusión de un escritor o escritora que pide likes para su nombre o página a sus allegados o conocedores sin que sea necesario que en esta petición medie la lectura de cuánto se quiere consensuar, es claro, en acumulación de cifras.

Ante este panorama —apenas esbozado aquí de manera rudimentaria y que entraña un sinfín de bifurcaciones, meollos, visceralidades, egoísmo, ambición en todos los sentidos del término— las disciplinas artísticas pueden ir de la excelencia suprema en obras y creadores cuya obra han alcanzado prestigio, incluso posteridad, (“trascendencia” también se menciona) porque son suma de tradiciones en las que la ruptura ante lo realizado en cierta época es campo de cultivo de la innovación. Así se habla de las obras como “parteaguas” de un género en una región, país o idioma.

Sabemos también que en la consagración de una obra y, por ende, de su autor o autora es fundamental el momento de su aparición; ese hecho es muy importante; para dar un ejemplo musical retrospectivo y advertible con llaneza ¿Qué habría pasado si la obra de W. A. Mozart (1756-1791) hubiese aparecido medio siglo antes o medio siglo después de cuánto apareció?

Naturalmente, más allá de la precocidad y genialidad de su autor, la repercusión habría sido distinta de cuanto sabemos y conocemos. Lo mismo podemos decir, ya en el ámbito de las letras, del modernismo hispanomaricano, de la presencia de los Contemporáneos o los Estridentistas.

Es natural, esa posibilidad hipotética planteada, en más de un caso es improbable, porque fue precisamente un momento sociohistórico favoreció la generación de ciertos autores y obras más que otros.

En todos las épocas han existido, también, creadores que de manera deliberada prefieren estar al margen de los círculos, elementos y engranajes que generan, prohíjan, arropan o —en el extremo opuesto— denostan, invalidan o confinan obras e instituyen o proscriben a los creadores. Suele sucede que se trate de creadores que, en nuestros tiempo, rechazan la profesionalización de su trabajo el cual realizan por gusto y necesidad anímica vital; puede suceder que se trate de autores relevantes con una profunda conciencia del trabajo creativo y con la práctica y el oficio que no tienen, incluso, algunos de sus contemporáneos profesionales o, al menos, presentes ante la sanción de los lectores privilegiados en el mismo momento der su escritura.

Entre nosotros Francisco Tario (Francisco Peláez Vega, ciudad de México, 1911; Madrid, 1977) es un gran ejemplo de escritor marginal cuya obra se conoció a cuentagotas durante muchos años. Su primero lector privilegiado fue el crítico, bibliófilo e historiador de la literatura José Luis Martínez —definido por Gabriel Zaid como “el curador de las letras mexicanas”— que se refirió a Tario a partir de su primer libro (La noche, 1943) como un autor misterioso, ocultado con un apellido —“Tario”— obtenido de un pueblo tarasco; un signo distinguible por Martínez en ese momento fue su debilidad por la danza macabra. Y al referirse a La muerte en el muro (1946) observó que el autor de la novela Jardín secreto era un explorador de “la infamia y de los túneles del espanto y la angustia”.

Ahora el escritor y crítico Alejandro Toledo –quien editó las Obras completas (FCE) de otro autor secreto y extravagante, Efrén Hernández— recupera de manera integral la obra y la figura de Tario: prepara también —edita y prologa— las Obras completas de Francisco Tario. I. Cuentos. Varia invención; observa que José Luis Martínez se refirió al carácter amateur de la obra de Tario, lo cual lleva, ahora, al compilador a preguntarse cómo se define a un escritor profesional.

Autores como Arreola y Rulfo no se consideraron profesionales pero sin duda formaron parte de la República de las Letras, de no ser así habría sido imposible que publicaran en la Colección Letras Mexicanas del Fondo, que ha concentrado por muchos años a canónicos escritores de nuestras letras como Alfonso Reyes, Octavio Paz, José Vasconcelos, Carlos Pellicer o Salvador Elizondo.

Tario se integra a los escritores raros, dicho así con Darío, como Julio Torri, Pedro F. Miret; y diversas son las influencias que Martínez le atribuye: Jules Renard el Conde de Lautréamont, Villiers de L’lsle-Adam y Barbey d’Aurevilly.

La pasión de Toledo por Tario lo llevó a reunir con porfiada paciencia materiales de diversa intención e invención, algunos coyunturales y estampas habladas sobre Tario, así como una iconografía, excepcional, sobre el escritor —quien también fue futbolista, astrónomo y pianista, devoto de Chopin—; el resultado es un bello libro documental con factura de libro objeto en Universo Francisco Tario, diseñado por María Luisa Passarge.

Tres décadas avistando al personaje y re-leyendo al autor que es la misma persona, Toledo nos deja en este volumen a un autor sui géneris en todo sentido del término, para quien la vida una aventura y la creación un vida paralela en el alter ego.

Entre Peláez y Tario había más coincidencias en vigilia que en los territorios oníricos, que por lo demás, parecían trasladarse de los despertares, a los esbozos que se asentarían en los cuentos, la novela y las obras de teatro.

Las atmósferas de Tario en la vida cotidiana y en la creación son, en conjunto, un hito en nuestra literatura. Aunque suele negarse el conocimiento de la vida de los creadores para comprenderse la obra, y viceversa, aquí podremos encontrar sorpresas entre la oscuridad fangosa y radiante luz, respectivamente, de la vida y la creación.

 

Alejandro Toledo (compilación, edición y presentación), Universo Francisco Tario, La Cabra Ediciones-Conaculta, México, 2015.

Francisco Tario, Obras completas. I. Cuentos. Varia invención, (edición y prólogo Alejandro Toledo), México, FCE, 2015.