Entrevista a Lorenzo Meyer/Profesor emérito de El Colegio de México

Santiago I. Soriano Condado

La Secretaría de Ecuación Pública decidió “suspender indefinidamente” la evaluación docente que sometería a millones de profesores a una prueba de conocimientos que dictaminaría sus habilidades para seguir al frente de las aulas del sistema de educación básica del país.

Este hecho desencadenó una serie de alarmas en todo el país, sobre todo por el hecho de que se realizó a tan solo una semana de las elecciones intermedias. Organismos civiles, políticos y la ciudadanía en general se mostró sorprendida ante la medida que, además, puso en stand by la reforma educativa, una de las primeras que se impulsó al comienzo de la administración que encabeza Enrique Peña Nieto.

Por su parte, quien pareciera ser el principal beneficiado de la decisión y, por consecuencia, el primero en congratularse por ello fue quien intensificó sus muestras de inconformidad: el gremio magisterial.

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) vociferó en distintos medios que esto no cubría bajo ningún concepto las peticiones hechas a la Secretaría de Gobernación el pasado 1 de mayo cuando entregaron a dicha instancia un pliego petitorio que, entre otras cosas, exigía la cancelación definitiva de la reforma educativa, la presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa y aumentos salariales.

El boicot a las elecciones, según declaró el secretario general de la sección 22 de la CNTE en Oaxaca, Rubén Núñez Ginés, no era una cuestión negociable y así dieron muestra los hechos suscitados en Chiapas, Guerrero, el mismo Oaxaca, Puebla y Veracruz, siendo en estas últimas entidades donde oficinas del Instituto Nacional Electoral sufrieron ataques con explosivos.

Tal situación pone en duda la gobernabilidad del presidente Peña Nieto y todo su gobierno. De esto conversó en entrevista con Siempre! el profesor emérito de El Colegio de México, el doctor Lorenzo Meyer.

 

Los partidos no sirven

Usted advertía hace un par de años que los priistas tendrían que acostumbrarse a las protestas, ¿pero el clima que respiramos actualmente era previsible? Es decir, ¿se esperaban manifestaciones que pusieran tan en evidencia la gobernabilidad de este gobierno?

Esperaba protestas muy diversas. Por ejemplo, en el caso de Ayotzinapa, las protestas de la CNTE cuya intensidad ha sido notable; las protestas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad de Javier Sicilia, las propias por el estado de la economía actual —que me esperaba más fuertes.

En México, por más que tengamos pluralidad entre los partidos, en realidad estos se han separado tanto de sus bases sociales que no sirven como canales para la expresión de las inconformidades. La partidocracia se representa a sí misma pero no a la sociedad que dice representar.

¿Podemos hablar de un estado de ingobernabilidad política?

Sí. Si uno habla de que la política principal de Peña Nieto es la semiprivatización de los hidrocarburos, ésa la ha llevado bastante bien. Sin embargo hay otras zonas en donde esto no ocurre; habría que analizar por “parcelas” este punto.

Hablando de la reforma energética, sí, sí hay gobernabilidad, pero si hablamos de la reforma educativa, no. Esta última está tan mal que en efecto está llevando a la ingobernabilidad, junto a otros hechos como la falta de seguridad y la incapacidad de las autoridades para hacer lo que antes sí solían hacer muy bien: es decir controlar al crimen organizado. No destruirlo, porque éste le servía estupendo mientras era un subordinado, pero como ahora se les ha insubordinado, también lleva hacia la ingobernabilidad.

La CNTE parece haber sometido buena parte de la estabilidad política del país de cara a las elecciones, ¿es así?

Esto ha ocurrido en donde tienen una presencia fuerte. Los maestros, al igual que fue el crimen en el PRI de antes que tenía el control de éste, se han ido independizando y no por buenas razones como la democratización de su sector, sino porque hay una manera muy efectiva de negociar y ésa es enfrentándose a la autoridad local y federal. Cosa que antes no ocurría.

 

La reforma no importaba

La cancelación de la evaluación docente, ¿es una muestra más de que el presidente se está quedando solo en el gobierno? ¿Qué lectura le podemos dar a esta decisión?

Varias lecturas. Una es que en realidad ésta nunca fue una política importante. Es parte del paquete de reformas que se anunciaron para que, a mi juicio, se disfrazara de pluralidad la reforma estructural que no ha dado marcha atrás para nada y ésa es la energética.

La reforma educativa en realidad no importaba gran cosa. Pero en este momento es una carta para negociar con un gremio, para después desecharla; no es que el presidente se esté quedando solo, no necesariamente, sino que está jugando su juego y ésta nunca fue una carta importante como sí lo fue en su momento la reforma en telecomunicaciones.

Sin embargo, este juego de cartas se puede interpretar de dos formas: que esto se le fue de las manos al presidente o que en realidad esto estaba pensado así desde el principio.

El gobierno federal ha guardado silencio. El presidente sólo ha insistido en que las reformas van; por su parte la SEP no ha emitido una respuesta puntual y concreta ante su decisión. ¿A qué se debe esto?

A que están comprando tiempo. Se trata de llegar al día de las elecciones y sin haber dado ninguna respuesta categórica; así los que estarían a favor de enfrentarse a los maestros, todavía pueden decir “no hemos perdido”, por lo que estarían presionando al gobierno para que no dé marcha atrás.

Por otro lado, quienes no quieren esta reforma podrán decir que el gobierno se echó para atrás; entonces ambas posturas se enfrentan en esta etapa donde no están bien definidas las cosas y a su vez creen que su punto de vista es el que prevalezca, aunque al final alguna de las dos tendrá que perder, pero después de la elecciones.

 

Ganar tiempo

¿Fue una decisión electoral?

Yo creo que sí. Usando el término anglosajón del timing, los hechos nos obligan a interpretarlo así, por pura lógica.

Los maestros se manifestaron de inmediato y dijeron que ésta no satisfacía ninguna de sus exigencias; a partir de ahí recrudecieron sus intentos por boicotear las elecciones. Pareciera que resultó contraproducente.

En una primera lectura, sí. Pero vamos a ver qué hubiera podido pasar si se les dice que no o que sí. Si se les decía que sí a todas sus peticiones, podrían evitar el intento de boicot electoral, pero otros sectores —principalmente la clase media— reaccionarían de inmediato y de forma contundente.

Es decir, este gobierno está administrando la ambigüedad, lo que conlleva costos, aunque ninguno que sea radical para alguno de los involucrados. Insisto, yo creo que nunca se quiso hacer realmente una reforma educativa.

Ésta requeriría, entre otras cosas, revisar la naturaleza de lo que se enseña en las aulas, qué es lo que el niño o joven está recibiendo como el cuerpo central del conocimiento, etcétera; nadie está revisando eso. En realidad se están peleando por cómo se van a contratar a los profesores. Es más una reforma laboral dentro de un espectro educativo. El meollo no se tocó ni se ha tocado aún.

 

Condenados a la mediocridad 

¿Nos condena a la mediocridad la revocación de la evaluación a los maestros?

Hasta ahora, sí. Veamos los resultados en términos comparativos con otros países; ya tenemos suficientes elementos para compararnos con China, en particular con Shangai, que es la joya de la educación de ese país o con Corea del Sur. Podemos compararnos con todo un arcoíris mundial de países y ver que, aunque no somos los únicos, sí estamos bastante mal.

Y sí, sí hay buena parte de la explicación para nuestra mediocridad económica en esa falta de empeño por la educación; se gasta mucho en ella, pero se gasta mal, donde el propósito de dicho gasto es el control político, no con el fin legítimo de la educación: el de aumentar la capacidad de los estudiantes para comprender el mundo moderno, de enfrentarse y dominar a las técnicas modernas, para así tener un capital humano que sea capaz de sacarnos de la mediocridad económica en la que nos encontramos. No podemos seguir esperando sobrevivir del petróleo, algún día se nos va acabar.

Estamos a la mitad del camino. ¿Qué le espera al gobierno peñista de aquí a 2018?

A la mitad del camino, tiene usted razón, en términos cuantitativos. Pero en términos cualitativos ya se pasó el tiempo; ya se gastó el momento en que tenía mucho capital al haber dicho que el panismo en 12 años fue un desastre y con el proyecto del Pacto por México a principio de su gobierno, que fue cuando reunió mayor energía política.

Pero ahora, ¿de dónde va a sacar la energía para renovar la credibilidad y legimitarse y hacerle frente a una cantidad impresionante de retos? Si cuando le preguntan sobre cuestiones de educación, pide que le preguntemos al secretario Chuayffet; si le preguntamos de seguridad, dice que le preguntemos al secretario de la Defensa Nacional, de la Marina y a Monte Alejandro Rubido; si hablamos de economía, pide que hablemos con Videgaray. ¿Entonces dónde está el presidente?

¿La situación puede empeorar? Existe inconformidad en distintos sectores del país; con las elecciones esto se ha visto acentuado, pero en los años venideros, ¿podemos ver algo peor? De ser así, ¿qué tan peor?

Veo difícil que sea algo peor. En el sustrato de todo esto es una economía que no funciona, que es cierto: no se cae, pero cuyo avance del PIB de 2.5 o 3%, no es suficiente.

México es un país con muchos agravios, pero si estos no están organizados, la sinergias burocráticas seguirán triunfando. Millones de mexicanos podremos estar inconformes, pero ¿y qué? No habrá entusiasmo en nuestra visión de México mientras sigamos adelante nuestra vida cotidiana donde cada quien se salve como pueda.

 

Quieren que seamos perdedores

Ahora, instalados en el tercero de seis años del gobierno actual, ¿los priistas, y la clase política en general, a qué tendrán que acostumbrarse y, sobre todo, responder?

Más bien, qué es lo que nosotros, los ciudadanos, tenemos que responder. Los priistas ya ganaron, lo que quieren es la prolongación de esto. Que en 2018 venga otro priista, que en 2024 llegue uno más y esto vuelva a repetirse.

Sin embargo el problema es para nosotros. ¿Qué hacemos con ese PRI? Que ya sabemos que no tiene ninguna inclinación democrática, que no existe el nuevo PRI, que el PRI de Atlacomulco es solamente una variante del antiguo y que es una variante bastante desafortunada para quienes desean la democracia en México.

A mí realmente me importa bastante poco a qué se tenga que acostumbrar el PRI, me importa muchísimo a qué quieren que nos acostumbremos nosotros: a que seamos perdedores, que no tengamos opciones y a resignarnos. Ése es el peligro para nosotros con toda esta situación que vivimos actualmente.