BERNARDO GONZALEZ SOLANO

Hace 150 años, en 1865, terminó la llamada Guerra de Secesión (Guerra Civil), en Estados Unidos de América (EUA), que había comenzado cuatro años antes, el 12 de abril de 1861, en Fort Sumter, situado en la Bahía de Charleston, Carolina del Sur. Los once estados sureños, a favor de la esclavitud, decidieron romper sus lazos con la Unión; los 21 estados del norte, antiesclavistas, mantuvieron el nombre de Estados Unidos de América. Este sanguinario enfrentamiento fratricida (el más grande en la historia del país), causó más de medio millón de muertos y una tremenda cauda de heridos —física y psicológicamente— que originó una serie de resentimientos que en ocasiones reviven como si no hubiera transcurrido un siglo y medio. Todo lo que tiene que ver con la Guerra Civil en EUA se magnifica. Por eso la película Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó, 1939), basada en la novela del mismo nombre (1936) de Margaret Mitchell se ha  convertido en un icono para la sociedad estadounidense que a veces parece que nunca se recuperará de lo sucedido en aquellos inolvidables días. De ahí el fracaso de Barack Obama para tratar de controlar la venta de armas casi sin restricciones, entre otras cuestiones. Control que difícilmente conseguirán Obama y sus sucesores.

Lo sucedido el miércoles 17 de junio por la noche, en el sótano de la Iglesia Metodista Episcopaliana Afroamericana —la primera confesión religiosa para negros de EUA, Madre Emmanuel—, de Charleston, SC, pone en claro que todavía habrán de suceder mas episodios de racismo en el vecino del norte. De tal suerte, el país del primer presidente negro (mulato, para el caso), dio un salto para atrás al pasado más siniestro de su historia con un atentado motivado por cuestiones raciales en aproximadamente 90 años. Nueve fieles negros —incluyendo su pastor, Clementa Pickens, senador demócrata de 41 años de edad del Congreso estatal, que a los 23 años había sido el afroamericano más  joven en ser elegido para la asamblea de Carolina del Sur y que el día de su asesinato tomó parte en la campaña de Hillary Clinton para la presidencia de EUA—, fueron muertos a mansalva por un joven blanco de 21 años de edad, Dylan Storm Roof, después de haber permanecido junto a sus víctimas durante más de una hora en una sesión de estudio de la Biblia. Esta ha sido la mayor matanza de carácter racista en EUA en poco más de nueve décadas. La anterior tuvo lugar en Tulsa, Oklahoma, donde 300 negros fueron asesinados en el mes de marzo de 1921. Al cometer su criminal acto, Roof gritó: “Tengo que hacerlo. Ustedes violaron a nuestras mujeres y se están apoderando de nuestros país. Se tienen que ir de aquí. Estoy  aquí para matar negros”. Cuando ya fue interrogado por la policía que lo detuvo horas más tarde no muy lejos del lugar del crimen, confesó que quería iniciar “una guerra racial”, otra. Al asesinato agregó el terror. Quizás por eso le perdonó la vida a una joven a la que le dijo: “Te salvo para que cuentes lo que aquí sucedió”.

A semejanza del “destino manifiesto”, la “doctrina” esgrimida por EUA respecto al resto del continente americano que la providencia les “deparó”, el asesino confeso de los fieles que estudiaban la Biblia junto con él en la Iglesia de Emanuel, Dylann Roof se considera una especie de mesías destinado a asesinar afroamericanos. Al menos así se desprende de una página web –con fotografías y un manifiesto– titulada Last Rhodesian (El último rhodesiano), que publicó el sábado el periódico The New York Times. La web se refiere a la ya desaparecida república de Rodesia donde imperó un  régimen racista dirigido por la minoría blanca hasta que en 1980 se convirtió en Zimbabue. La página incluye a Roof que posa para la cámara con una bandera de la vieja confederación de los estados esclavistas del sur de EUA –bandera que por cierto no ondeó a medida asta en el capitolio de Carolina del Sur como si lo hicieron la bandera de EUA y la estatal con motivo de la matanza en la iglesia de Emanuel, hasta que decidió intervenir en el asunto la gobernadora de Carolina del Sur, por cierto una indio-estadounidense–, se le ve quemando una bandera nacional. Asimismo, aparece una pistola Glock con siete balas, calibre 45, el mismo modelo con el que asesinó a los nueve fieles en el templo. Se declara “”blanco nacionalista” y explica que escogió a Charleston “porque es la ciudad más histórica de Carolina del Sur” (de hecho en ese puerto fue por donde arribaron a EUA el mayor número de esclavos procedentes de Africa)  y porque llegó a tener “la mayor proporción de negros frente a los blancos en el país”. Agrega: “No tenemos skinheads, ningún KKK real, nadie haciendo nada más allá de hablar en Internet….alguien tiene que tener la valentía de hacerlo realidad, y creo que ese debo ser yo”. Ahora ya todo mundo sabe a que se refería el mal estudiante Roof.

Dylann explica en el documento web su evolución ideológica, en la parte titulada Una explicación: “No fui criado como racista en casa o en mi entorno. Viviendo en el sur, casi cada persona blanca tiene alguna conciencia racial, simplemente por el número de negroes (sic, en inglés, la forma despectiva que usualmente se empleaba en la Unión Americana hasta el decreto de la leyes de Derechos Civiles en la década de los sesenta del siglo pasado), en esta parte del país. Pero es una conciencia superficial”. Además, explica que el caso que “realmente” le “despertó” el sentimiento racial fue la muerte de Trayvon Martin, un joven negro de 17 años de edad, asesinado en 2012 en Florida a manos de un vigilante vecinal blanco de orígenes hispanos, George Zimmerman.

El racismo por un lado, y el armamentismo por otro, el caso es que en EUA, con una población de más de 310 millones de habitantes, circulan entre 270 y 310 millones de armas de fuego en manos privadas concentradas en posesión de alrededor de un 40% de la población. En ningún  país del mundo hay tantas armas per cápita. La Constitución vigente autoriza la posesión de armas. No es casualidad que anualmente mueran en la tierra del Tío Sam poco más de 10,000 personas por armas de fuego.

¿Y el racismo? No es privativo de EUA. México también tiene lo suyo y si alguien lo duda que le pregunte a las comunidades indígenas. Aquí hay racismo e hipocresía. Del otro lado del río Bravo no cantan mal las rancheras. Lo cierto es que en la Unión Americana la esclavitud fue el pilar fundacional de un sistema que funcionó legalmente hasta 1865, el de la segregación autorizada por la leyes en gran parte del país hasta cien años después del fin de la Guerra Civil (en la década de los 60 del siglo XX, cuando triunfó, es un decir, el movimiento de los derechos civiles encabezado por Martín Luther King y otros personajes); sin olvidar los 4,443 muertos por linchamiento entre 1882 y 1968, que dejaron secuela.

El triunfo de Barack Hussein Obama hizo creer a muchos que EUA entraba en la era postracial. Si el mandatario era negro, si la primera dama era descendiente de esclavos, ¿qué otra bandera quedaba por romper? La ilusión no tardó en desvanecerse. En catorce ocasiones el presidente Obama ha tenido que manifestarse, visiblemente afectado, en lo que va de sus dos periodos, ante la prensa y la opinión pública y el mundo sobre actos en que muchos blancos (a veces policías) han asesinado a tiros a muchos conciudadanos, niños inclusive, pero principalmente a negroes. El esposo de Michelle ha tenido que reconocer que su país sufre, mas que otra nación occidental, este tipo de crímenes. En fin, en los últimos años –sobre todo desde que Obama tomó el poder–, hay la preocupación del aumento de los delitos de odio: cuando una persona ataca a otra por pertenecer a un determinado grupo social, según su edad; raza, género; religión; etnia; nacionalidad; ideología o afiliación política; discapacidad u orientación social. Ya en febrero de 2009, apenas un mes después de su histórico discurso de investidura, la CNN culpaba a Obama y a la economía del incremento de los grupos de odio, que llegaban a su máximo en 2012, con 1,360. Y un portavoz del Departamento de Justicia estadounidense, llegó a señalar un aumento del 35% de los delitos de odio desde la llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca.     

Es posible que Dylann Roof sea condenado a muerte, pena que sobrevive en Carolina del Sur. Aún así, el racismo y sus nefastas consecuencias no se resolverán. El racismo continuará practicándose en EUA. Algo similar sucederá en México. Lástima. VALE.