Los votos cuentan y se cuentan bien
Sin memoria no existimos y sin
responsabilidad quizá no merezcamos existir.
José Saramago
José Fonseca
Hace muchos años, cuando aún existía el Instituto Federal Electoral, llegó a las oficinas del instituto en el Distrito Federal un ciudadano oaxaqueño.
Llegó un día después de la celebración de una elección federal. Había sido presidente de una casilla en Oaxaca y viajó a la ciudad de México para entregar el paquete debidamente sellado que contenía las boletas y las actas firmadas por los funcionarios de la casilla.
Es que no se la podemos recibir, le explicaron, tiene que entregarla allá, en Oaxaca. El buen hombre aclaró que a él le dijeron que tenía que entregar la documentación en las oficinas del IFE. Y a eso vino. No entendía por qué había de entregarlas en Oaxaca.
Luego de consultas, visto el esfuerzo responsable de aquel ciudadano para cumplir con lo que consideraba su deber, se improvisó un procedimiento para recibirle el paquete electoral y remitirlo a la oficina correspondiente en Oaxaca.
Un gesto de responsabilidad cívica admirable. Como admirable es la responsabilidad de los casi 800 mil ciudadanos que fungirán como funcionarios en las casillas que se instalarán para recibir y contar los votos en las elecciones que hoy se celebran en toda la república. A esos casi 800 ciudadanos se tienen que sumar otros cientos de miles que fungirán como representantes de los diez partidos que contienden en la elección.
Hoy, a pesar de las dificultades en algunas zonas muy focalizadas, cuando menos 40 millones de mexicanos acudirán a votar, a cumplir, cada uno por sus personales razones, con lo que consideran una obligación, una responsabilidad.
Alguien dijo que la clave de la democracia no está sólo en el acto de votar, sino en el acto de contar los votos. Y, con todas sus fallas, desde hace casi veinte años, toda una generación, en México los votos cuentan y se cuentan bien. Y los resultados reflejan razonablemente la voluntad de los electores.
Y hace una generación que la limpieza de la elección está en manos de esos cientos de miles de ciudadanos que cada tres años cumplen con su responsabilidad cívica.
Groseramente irresponsables los dirigentes partidistas y políticos que los acusan de fraude, porque no acusan al sistema, sino a esa multitud de ciudadanos responsables.
Muestra que hay ciudadanía, lo que falta son políticos que de verdad crean en la democracia, no en sus personales obsesiones y fantasías.
Y que, pese a la narrativa de las elites, en México sí hay democracia.
jfonseca@cafepolÌtico.com