Mucho está por verse

Mireille Roccatti

El domingo que el lector tenga en sus manos este ejemplar de Siempre!, estarán celebrándose los comicios de mitad de sexenio; los resultados electorales tanto de renovación total de la Cámara de Diputados, así como de las 9 gubernaturas, congresos locales, ayuntamientos y las delegaciones del DF constituirán un parteaguas para el régimen.

Lejanos, lejanísimos están los días esperanzadores de inicio del gobierno, una vez recuperado por el PRI el gobierno como producto de la alternancia, luego de doce años de gobiernos panistas; lejos también los días de exultación por las reformas constitucionales logradas después de décadas, debido al mecanismo de concertación con las tres mas grandes fuerzas políticas denominado Pacto por México; distante también el ánimo festivo del México moment; en fin, esos momentos —que no se han valorado cabalmente— luego se vieron opacados por diversos acontecimientos violentos.

El tiempo inexorable en su trascurrir nos tiene en un momento decisivo para el futuro del país. El proceso electoral nos ha enfrentado otra vez con el encono social en contra de los usos y abusos de la partidocracia. Los montos de cerca de 24 MMDP para organizar el proceso y que incluye 5 MMDP de prerrogativas para gastos de los partidos sólo aumentó la ira social contenida.

Las campañas de los partidos, como es costumbre desde hace algunos años, fue un muestrario de insultos, calumnias, infamias, denigraciones, denuestos, descalificaciones y feroz competencia por ser el más sucio, el más canalla. Las propuestas, los diagnósticos, las acciones correctivas puestas a consideración del elector brillaron por su ausencia. Los spots ñoños, insulsos, aburridos y diseñados con la premisa de que los mexicanos no piensan y, además programados en batería uno detrás de otro, terminaron por colmar el hartazgo social.

Es cierto que en todo el mundo el abstencionismo es muy alto y que en México, en las elecciones intermedias, se eleva el porcentaje de quienes no acuden a sufragar, pero esta vez, los optimistas prevén un abstencionismo del 62% y el otro escenario es del orden del 72 al 75%, lo que sería un hito histórico y en buena medida explica la campaña mediática de última hora para llamar a votar.

Otra arista que no puede desdeñarse es la pérdida acelerada de legitimidad y credibilidad del INE, ese Cuasimodo jurídico que recibió la herencia del desprestigiado IFE, que aun antes de organizar y determinar un proceso electoral está siendo cuestionado duramente por tirios y troyanos. Y qué decir de la reforma a la legislación electoral anunciada por algunas formaciones políticas, regulación que aún no se estrena y ya buscan modificarla, como sucede después de cada elección.

En ese kafkiano universo se desarrollará el proceso, con un alto abstencionismo, con irracionales llamados a anular el voto, dado que sólo favorece a la partidocracia y de cuyo resultado depende el futuro del régimen. ¿Alcanzará la mayoría relativa en la Cámara de Diputados el partido en el poder? ¿Tendrá así el presidente manera de transitar sus iniciativas y propuestas o los temas relevantes como la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos, sin olvidar que en la Cámara de Senadores no dispone de mayoría? Eso y más está por verse.