Poder fraccionado y confrontado
Marco Antonio Aguilar Cortés
Soy respetuoso de toda creencia religiosa y teocéntrica, pero tengo una visión diferente; así, observo con simpatía que el papa Francisco se haya decidido a plantear claramente algunos de los graves problemas que los seres humanos tenemos en este tiempo.
Su Carta Encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común, tiene en esencia lo que la mayoría de los seres humanos pensamos, en términos generales y de fondo sustancial, sobre los apuros e incertidumbres que vive nuestra especie en este siglo XXI.
“El cuerpo humano está constituido por los elementos que contiene el planeta”; y a partir de aquí la encíclica reconoce que “la Iglesia ha recogido la reflexión de innumerables científicos, filósofos y organizaciones sociales para enriquecer su pensamiento”.
Describe el problema ecológico y cultural en toda su crudeza y magnitud, valorándolo de “consecuencias dramáticas… por la explotación inconsiderada a la naturaleza y al hombre, por lo que se corre el riesgo de una catástrofe”.
Formula un llamado a que “nos unamos toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, para cambiar las cosas… ya que como Humanidad poseemos la capacidad de construir nuestra casa común, como algunos humanos ya lo están haciendo a favor de los más pobres del mundo, mereciendo, por ello, nuestra gratitud”.
Pide el papa que se dé un diálogo mundial para lograr la supervivencia de la especie y de la vida, por los males ecológicos y culturales que genera un pésimo sistema de organización, o “cultura del desastre”, con criminalidad organizada, violencia, narcotráfico, desaparición de personas; el que es apremiante cambiar.
Agua, clima, biodiversidad, cambio sin rapidismos, flora, fauna, minerales, vida humana, equidad planetaria en individuos y países, producción y distribución justa, amor civil y político son valores que defender frente a la degradación social. “La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control.”
“El maltrato a nuestra casa común… provoca el gemido de la hermana Tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo”, señala la encíclica.
Ante eso, lo más delicado es que no hay actualmente quien pueda escuchar este gemido y reclamo y, de inmediato, aplicar una solución oportuna y eficaz. Ni el papa Francisco puede hacerlo en todas las empresas con capital de El Vaticano. Muchos católicos ni lo escuchan ni le obedecen.
En similares condiciones están otros jefes de Estado: Obama, Merkel, Putin, Hollande, Jinping, Isabel II. En todos los países el poder está fraccionado, confrontado; y, aún así, deben reflexionar, discutir y actuar responsablemente.
Obvio que algo tenemos que hacer todos los humanos. Unirnos para cuidar la vida en nuestro planeta. Con nuestros pensamientos, expresiones y conductas. ¡Leamos ese documento!
