No es capricho sexenal

Yazmín Alessandrini   

De todas las reformas estructurales propuestas, impulsadas y promulgadas por el presidente de la república Enrique Peña Nieto, 11 en total, la reforma educativa es, sin duda alguna, la de mayor impacto social porque, durante décadas, pocos han sido los esfuerzos tangibles que han apuntalado uno de los aspectos de mayor peso específico para impulsar el crecimiento y el desarrollo de los países. Y es que, a fuerza de ser sinceros, ninguna nación puede aspirar a nada si sus habitantes no están debida y adecuadamente educados en lo académico.

A través de la reforma educativa —lo han dicho una y otra vez el primer mandatario y el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, entre otros—, México aspira antes que otra cosa a contar con profesores cada vez más preparados. Por ello, desde el 10 de diciembre de 2012, fecha en la que el presidente Peña Nieto envió al Congreso de la Unión la iniciativa en materia educativa, se ha insistido en la profesionalización de todos los maestros mexicanos.

       Hace unos días en la capital mexicana tuvo lugar la conferencia Diálogo Sobre Logros y Retos de la Reforma Educativa, la cual fue impartida por el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Ahí, frente a los hombres de negocios convocados por la Fundación Empresarios por la Educación y personalidades como el Premio Nobel de Química 1995, Mario Molina, y Jaime Labastida Ochoa, director de la Academia Mexicana de la Lengua, el secretario Chuayffet fue muy enfático en puntualizar que, llueva o truene, habrá evaluación y para aquéllos que perversamente aseguran que los maestros (me refiero a profesores de a deveras, no a los facinerosos de la CNTE) no quieren ser evaluados, ahí están ya 500 mil docentes, de todos los niveles, listos para presentar examen y ser evaluados en ingreso, desempeño y promoción.

A estas alturas del partido, una vez que la reforma educativa fue promulgada por el Ejecutivo el 25 de febrero de 2013, un total de 31 entidades de la república mexicana han avalado la constitucionalidad de ésta, siendo sólo una entidad, Oaxaca… (¡ay, Gabino!), la única que vaya usted a saber por qué artes a su gobernador no se le ha pegado la gana aplicarla o, en su defecto, implementar las sanciones correspondientes por no aplicarla. Pero como esta reforma estructural, al igual que las otras 10 echadas a andar por la administración peñista, no es de ninguna manera un capricho sexenal, sino un proyecto integral tendiente a apuntalar las débiles estructuras institucionales que nos impiden avanzar hacia el progreso y el desarrollo, habremos de ver todavía muchos esfuerzos positivos por parte de los diversos actores involucrados para que el magisterio se convierta en el ancla del cambio educativo que le urge a México.

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