Capacidad de autorrepararse

Marco Antonio Aguilar Cortés

Cuando los fenómenos políticos se estudian, con método científico, se obtiene un espectro impresionante de lo que significa el poder para los seres humanos.

Sobre todo lo que representa el poder público, con su amplio abanico de servidumbre, de grandeza, y sus consabidos miasmas.

Y ningún humano deja de participar en ese fenómeno. Aun aquél que grita que él nunca ha sido, ni es, ni será político, se evade de dicha actividad, ya que su propio alarido lo hace cómplice de la política en su frustrado intento de evasión.

Desde luego que la política en el mundo, y en México en particular, no goza de prestigio actualmente.

Chapuzas, trampas, corrupciones, mentiras, raterías, asesinatos, desapariciones forzosas, juicios grotescos a inocentes, absoluciones a culpables y muchos otros conceptos miasmáticos son los que la gente común relaciona con la política.

Pero, si bien de manera relativa a ciertas personas, tiempos, espacios y ambientes se les observa la podredumbre política, esto no debe ni puede generalizarse a toda política ni a todo político.

Busquemos la forma de que nuestro país pueda, de inmediato y en automático, remediar esos miasmas políticos, tomando experiencia en otras áreas del conocimiento humano, pero aplicándolo directa a la naturaleza que ingesta la propia política.

Desde hace poco más de una década en la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, se han dado los primeros pasos para que todos los equipos hechos con carbono se autorreparen. Y con esos materiales autocurables han resuelto prácticamente problemas en bicicletas y turbinas eólicas.

Siguiendo esa tecnología en la Universidad de Bristol, en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, un grupo de científicos trabaja en el proyecto de fabricar “aeronaves que se curan a sí mismas”, y aseguran que dentro de los próximos 10 años harán posible ese propósito.

En ambas universidades explican que para ese fin se inspiraron en la forma en que el cuerpo humano cura sus propias heridas cuando se produce un corte en la piel, y la sangre se solidifica hasta formar una cáscara o costra, hasta que ésta se cae, una vez que el tejido se ha vuelto a reconstruir.

Esos proyectos de investigación universitaria en vías exitosas, que se inspiraron en el ser humano, deben retornar a él en el campo de la política para, con eficacia, al menos reducir lo más posible tantos miasmas que han infectado gravemente tan noble actividad.

Percibo que no faltarán quienes digan que los seres humanos no son ni fuselajes de avión ni turbinas ni bicicletas, y que además añadan que la política no es una ciencia.

Entiendo que por inercia y cerrazón de mucha gente, no se acepta que los fenómenos que se dan en este planeta están emparentados todos entre sí, con vasos comunicantes a la vista de todos.

Y, por mi parte, considero posible el saneamiento político, con decisión y método científico.