Patricia Gutiérrez-Otero

Quien gobierna toma decisiones que afectan el presente y el futuro de los mexicanos, aún el futuro remoto, pues enriela el tren sobre vías que llevan hacia un horizonte y no hacia otro. Así sucedió con Lázaro Cárdenas y la nacionalización del Petróleo, con la entrada en el Tratado de Libre Comercio con Salinas de Gortari, y ahora con las nefastas reformas del Pacto por México, entre ellas la privatización del Petróleo (aunque con el toque peñista de hacer transacciones con algunas en estas elecciones, como con la educativa y la evaluación docente). Las tendencias ideológicas y los intereses oligárquicos dictan en parte estas decisiones, así como las imposiciones de organismos internacionales como el BM y el FMI. Por ello, una democracia participativa no puede dejar que sus representantes se queden solos en el manejo de sus funciones de servidores públicos. Sobre todo teniendo gobiernos y partidos tan corruptos, amañados, maquiavélicos, y tan distantes del pueblo y sus necesidades.

Por eso, en este mismo momento, terminadas apenas unas elecciones que fueron, como se esperaba, una pasión inútil (por el uso de las trampas habituales del PRI y sus satélites, en particular del infecto Verde; así como del voluntariamente ciego INE), un deber de la ciudadanía es dar seguimiento a los diputados, senadores y gobernadores electos. Si es posible, un marcaje personal con exigencias ligadas con sus promesas de campaña y con las necesidades de la ciudadanía a la que tiene que servir. El uso de las redes sociales ha facilitado este marcaje: por tuiter, por Facebook, por mail. Pero, no olvidemos que el correo terrestre sigue existiendo: enviar cartas a los representantes no es romántico, es real. Es parte de nuestra pasión inútil, de nuestro deber hacia nosotros mismos, y hacia los niños y los niños de los niños.

Pienso en alguien como el Bronco, candidato independiente, en Nuevo León. Las circunstancias, el hartazgo, su carisma lo llevaron a ocupar el puesto de Gobernador de uno de los Estados más poderosos de México a nivel económico. Su lema “La raza paga, la raza manda”, tiene un gran peso, aunque habla de una vertiente empresarial que otro paisano suyo había manejado, y con la cual no comulgó (no creo que el servicio público sea un servicio que se paga, es un servicio comunitario). Con treinta años de priismo en su historia, algo habrá aprendido de la manera de gobernar del dinosaurio, aunque ahora sea independiente. La neoleoneses le dieron una prueba de confianza, sin embargo, el marcaje debe ser personal de 2 a 1, y desde el inicio. No porque sea su empleado, sino porque es quien va a tomar decisiones sobre su Estado, sobre su presente y sobre su futuro y el de sus hijos; y porque hay que ver de qué lado masca la iguana. El voto en la casilla no nos exime de hacerlo valer en la vida que sigue después. Busquemos a nuestro diputado, senador, munícipe, gobernador, y que empiece el seguimiento. Sólo como una forma más de construir ciudadanía, una forma más de querer enderezar la marcha de este tren, y meterlo en las vías que nosotros queremos.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se respete la Ley de Víctimas, que se investigue seriamente el caso de Ayotzinapa, que el pueblo trabajemos por un Nuevo Constituyente, que Aristegui y su equipo recuperen su espacio.