Ricardo Muñoz Munguía
El título del libro que hoy nos ocupa bien podría hacernos creer que se trata de un volumen de cuentos o una novela —y lo es, pero no en un sentido estricto—, pero se deja ver con mayor efectividad que tales páginas se concentran en las memorias que dicta el médico especialista Lotario Cano, personaje de Ana María Sánchez Mora, quien funge “amanuense, de lazarillo en los caminos del relato”, y lo hace con sumo apego del dictado de las diversas vivencias, unas adversas, otras favorables, en dieciocho capítulos. Sin embargo, el doctor en algún momento corta la comunicación y deja este volumen inacabado, con la actitud misógina en que lo ubica la escritora, esto debe ser independiente a algunas mujeres que son parte fundamental en la vida del proctólogo: “Las mujeres han ocupado en mi vida un papel importante: Almerinda, mi madre, en mi acta de nacimiento; la tía Pascuala, quien por consentirme, y dados mis problemas intestinales, me conseguía en el mercado un costoso papel de aseo que no me irritaba; Charlote, escritora, de la que hablaré en su oportunidad; y mi prima Concha, que me introdujo a la magia del papel pautado”.
La doctora Ana María Sánchez desarrolla la labor de comunicadora de la ciencia, en especial la escrita, desde 1981. Actualmente labora en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, y ha conseguido que la divulgación se adhiera como género literario su campo de investigación.
Memorias de un proctólogo (Universidad Veracruzana, México, 2013), no sólo es adentrarse en una especialidad médica, aunque se trate de una ficción, sino, también, en exponer las casi nueve décadas del doctor Lotario Cano, en las que circulan diversas personalidades, así como la música y, sobre todo, la figura que muestra al médico especialista en sus distintas facetas, ya, por supuesto, en las muchísimas situaciones que supuestamente que atender en sus pacientes y, por otro lado, abrir el telón sobre su vida, tan pletórica de rigidez, de firme carácter en sus decisiones, de vicisitudes constantes tanto en su vida personal como profesional. “He salvado vidas, he aliviado el dolor, he sufrido con el sufrimiento de otros; he vivido fiel al juramento, aunque mi mente a veces no esté de acuerdo”.

