Beatriz PagesLa capital del país está por convertirse en un escenario de guerra civil.

El resultado de los comicios 2015 no sólo dejó ver con más claridad la división en la izquierda sino que hizo escalar la confrontación entre el Partido de la Revolución Democrática y Morena a niveles que pueden poner en riesgo la gobernabilidad de la Ciudad de México.

El gran triunfador en el Distrito Federal es sin duda Andrés Manuel López Obrador, quien bajo la frase de propaganda “Morena es AMLO y AMLO es Morena” —similar a la de el Rey Sol: “El Estado soy Yo”— logró que el electorado se identificara con su partido de reciente registro.

López Obrador, entonces, logró arrebatarle al PRD prácticamente la mitad de la 14 delegaciones que gobernaba y su partido se convierte, por una curul, en la primera fuerza política en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

Para decirlo en unas cuantas palabras: una vez que rindan protesta los diputados y delegados “morenistas”, AMLO se va a sentir y hablará como el verdadero jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Después de que refrendara su espíritu rupturista al decir que con los otros partidos, especialmente con el PRD, no iría ni a la esquina, cabe preguntarse cómo será —y si será posible— de aquí para adelante la gobernabilidad en la capital del país.

Morena y el PRD son lo mismo. La novedad de Morena, como partido, sólo está en las actas del INE. Más que un organismo de reciente creación, es un desprendimiento en el que habitan los mismos que estaban en el de la Revolución Democrática, con las mismas prácticas, vicios y fórmulas de cooptación política.

Los capitalinos, entonces, hemos quedado entre dos fuerzas que se han dedicado a hacer política a partir de la ruptura y la exclusión, del aniquilamiento del adversario, de movilizaciones, bloqueos y construcción de alianzas con grupos vandálicos tipo CNTE o anarcos.

Dice el viejo refrán que para vencer hay que dividir, y la izquierda está claramente atomizada; sin embargo, en esta ocasión, su aparente debilidad puede traducirse en una guerra sin cuartel.

El asentamiento de los poderes ha quedado, así, atrapado entre dos partidos confrontados que sólo saben dirimir las diferencias por medios violentos y arbitrarios. Obviamente quien pagará los costos políticos, financieros, de seguridad, imagen y convivencia será la Ciudad de México.

¿Qué margen de gobernabilidad va a tener Miguel Ángel Mancera en los largos tres años que le restan?, sobre todo cuando Morena ha señalado al gobierno capitalino de haber contribuido al fraude en la delegación Iztapalapa , la “joya de la corona”, para dejársela al PRD.

La soberbia de López Obrador, como lo señaló el senador Miguel Barbosa, no tiene límites. Antes de que terminaran de contarse los votos, él y su principal operador, Ricardo Monreal, decían tener asegurada la Presidencia de la República y la jefatura de Gobierno del Distrito Federal en 2018.

Muy bien por la propaganda en la que sin duda son maestros, nada más que “lo que natura no da, Salamanca no presta”. Morena y PRD trabajarán, antes que por cualquier otra cosa, por su mutua destrucción.