Entrevista a Gustavo Duncan / Autor de Más que plata o plomo / Exclusiva para Siempre!
Moisés Castillo
Dicen que no podemos imaginar cuánto talento se necesita para no aparecer nunca en el mundo como ridículo. Y eso le pasó a Enrique Peña Nieto en su visita de Estado a Francia. El presidente de México aterrizó en la terminal aérea gala con la noticia de la fuga de Joaquín, el Chapo, Guzmán del penal del Altiplano. El influyente diario Libération apuntó de forma elocuente: la evasión del jefe del cártel de Sinaloa “hace sonrojar” a las autoridades mexicanas (El Ejecutivo federal viajó acompañado de 441 personas, incluida su esposa).
Columnistas de varios periódicos de circulación nacional coinciden en que la extradición a Estados Unidos hubiera evitado la fuga del Chapo Guzmán, pero en Los Pinos dijeron “no”. Pensaron que una buena forma de desmarcarse del sexenio de Felipe Calderón era retenerlo y, al mismo tiempo, demostrarle a la sociedad y al mundo que el Estado mexicano era fuerte y eficaz. Nada de eso ocurrió. No fue casualidad que el oriundo de Badiraguato, Sinaloa, escapara casi al mismo tiempo cuando Peña Nieto volaba con destino a París. La red de complicidades de “el más buscado” volvió a tener éxito como la primera vez que huyó del penal de Puente Grande en 2001.
Mientras los integrantes del gabinete de seguridad justifican su ineptitud, la gente en redes sociales y en la calle se ríe de un gobierno que sólo duró tres años. Más allá de la recaptura o no del Chapo, ¿existe la voluntad de desmantelar las estructuras del poder político y económico que apoyan y protegen a los cárteles de la droga?
En los últimos días se han ventilado en medios de comunicación infinidad de opiniones, hipótesis, críticas y demás teorías de conspiración sobre la fuga del Chapo Guzmán: que si la corrupción, que si la impunidad, que si el túnel es una perfecta obra de ingeniería, que si nuestro sistema penitenciario es vulnerable, que si el nacionalismo priista fue clave para evitar la extradición, que si la huída es una vergüenza enorme…
Necesaria una estructura nueva
Hace más de un año lo advirtió el periodista italiano Roberto Saviano, quien saltara a la fama en 2006 con la publicación de Gomorra:
“Si México quiere quedarse con el Chapo debe entonces emprender una revolución judicial que le permita a la ley indagar en la política. Para ello es necesario tejer toda una estructura nueva, porque jueces con ganas de ir a fondo hay pocos, policías con coraje y valor hay pocos, están solos. Si esto no ocurre en México no habrá un renacimiento”.
Instituciones subordinadas al narco
En Más que plata o plomo. El poder político del narcotráfico en Colombia y México (Debate, 2015), el investigador y periodista colombiano Gustavo Duncan va más allá de los cientos de trabajos “coyunturales”, anecdóticos o superficiales que han inundado las librerías del país sobre el narcotráfico. Explora uno de los elementos menos estudiados en el campo del narco: su efecto en la producción de poder.
Gustavo Duncan, doctor en ciencia política por la Universidad de Northwestern, lamenta que la atención sobre el narco se haya reducido a un asunto de corrupción. El principal propósito de los cárteles de la droga es la dominación como un medio de imposición en el orden social.
“Si en un principio la apertura del sistema político había despojado al Estado de los mecanismos institucionales para apaciguar los enfrentamientos entre los cárteles, ahora la situación era peor: las instituciones coercitivas del Estado en la periferia comenzaron a ser subordinadas por el narcotráfico. Por consiguiente, la espiral de violencia en México a principios del siglo XXI es un reflejo de cómo el narcotráfico se convirtió en parte de las alternativas económicas y políticas ante el agotamiento del régimen corporativista del PRI”, señala en su libro.
En entrevista con Siempre!, Gustavo Duncan afirma que si bien el problema del narcotráfico es un asunto global, el gran reto de México es evitar que los narcos sometan el Estado y gobiernen grandes franjas de la sociedad.
“El próximo gobierno tiene que realizar dos cosas: evitar que se organicen grandes cárteles como los que existieron en el sexenio de Calderón; hacer un esfuerzo por crear instituciones fuertes que reduzcan la capacidad de regulación y control social de los narcotraficantes, que tengan cada vez menos la capacidad de controlar y regular en la sociedad. Evitar que los narcos se encarguen de gobernar largos pedazos de la sociedad, es el gran problema que tiene México y es el gran problema político que tienen los países productores de drogas.”
Si hablamos de la corrupción que existe también en la clase política —entendiendo ésta como políticos, funcionarios y empresarios—, es lo que llama el investigador Carlos Flores “la red social criminal”, ¿por qué no se atacan esas estructuras de poder político y económico que apoyan al narco? Lavado de dinero, protección institucional…
El problema del lavado es que en muchos casos se camuflan con el dinero legal y muchos bancos al final reciben el dinero del narco después de estar en transacciones legales, ahí ya se puede decir si es plata limpia o sucia. Obviamente sí hay casos de lavado de dinero deliberado. Lo que sucede es que cuando el dinero del narco toca las cuentas bancarias, ese dinero ya está bajo control de las instituciones bancarias y del Estado. Sin duda, una de las tareas del Estado sería recuperar la plata de los narcos que está en los bancos, en la economía legal, y esa plata debería utilizarla precisamente para construir las instituciones que se requieren para enfrentar eficazmente al narco.
El PRI sometió a los narcos
Hay una convivencia del Estado y los cárteles de la droga donde existen límites de acción. ¿Se cambió la cara de la moneda a raíz de la transición democrática del país, luego de que el sistema autoritario del PRI controló a los narcos?
Lo que sucedió sin duda es que los narcos dieron la vuelta a la moneda, porque el narcotráfico y la corrupción existían anteriormente, la cuestión es que con las instituciones del PRI la clase política podía someter a los narcos. Luego de la ofensiva de Calderón, con todos los errores y problemas que tuvo, también frenó y puso límites al poder que aspiraban los narcos. Lo de Ayotzinapa, si bien fue un abuso por parte de los narcos de llevar a la muerte a 43 personas, también mostró que en el momento que cruzaban esos límites el Estado tenía cómo reprimir. La prueba es que los Abarca terminaron capturados. En México lo que pasa ahora es que se está revirtiendo, se está poniendo un límite a los narcos. La cuestión es que el problema de corrupción política con cárteles se ha vuelto parte de la vida cotidiana en muchas regiones de México.
No hay Estado fallido en México
El problema del narcotráfico es una problemática global, ¿qué alternativas tiene México en el corto y mediano plazos, luego de 100 mil muertos y miles de desaparecidos y desplazados?
Es cierto que el problema de las drogas es global, pero también es cierto que el problema de las drogas —como un mecanismo que permite la creación de instituciones de regulación alternas a las del Estado por organizaciones criminales— es un problema de México y Colombia. Son problemas estructurales de nuestras sociedades los que llevan a que los criminales gobiernen. En ese sentido, el asunto le compete más a los gobiernos mexicano y colombiano. Para la mayoría de los gobiernos, el asunto central es cómo evitar que las drogas lleguen a los consumidores finales; para México y Colombia el problema es cómo evitar que organizaciones que controlan la producción y el tráfico de droga controlen largos pedazos de la sociedad. Pueden exigir ayuda internacional, pero al final el problema es un asunto político en el interior de nuestros países.
¿Cuál es tu lectura de la fuga del Chapo Guzmán?
El gran perdedor de esta historia es el gobierno de Enrique Peña Nieto, porque fue incapaz no sólo de controlar a un capo sino de detener el fenómeno del narcotráfico que se consolidó en 2010. Lo que se demostró a raíz de eventos como el de Ayotzinapa es que el costo ha sido una gran proliferación de la corrupción. Peña Nieto no ha afrontado el problema de fondo que es la corrupción entre la clase política y los narcos.
En concreto, la fuga del Chapo no se puede decir que se debió a la corrupción a un alto nivel. Peña Nieto perdía tanto que es muy difícil pensar que él estuviera involucrado con el Chapo. Guzmán Loera gana en el corto plazo porque está libre, pero en el largo plazo estará en una situación complicada porque va a tener a todo el gobierno encima, además narcos y parte de la clase política no van a querer hacer alianzas con él porque es el gran enemigo de México.
¿Qué se puede hacer con el crimen organizado mientras se crea un Estado verdadero? ¿Estamos ante un Estado fallido, frágil, débil?
México no es un Estado fallido. En la mayoría de las zonas de México el Estado está presente, incluso en los lugares donde el narco tiene poder. En Culiacán, por ejemplo, los narcos tienen el poder y tienen influencia en una parte de esa ciudad, pero ahí se encuentra el Estado. Somalia sí es un ejemplo de un Estado fallido. Lo que sí es cierto es que hay lugares de México en donde la autoridad es el narco: la interacción entre narcos y políticos es la verdadera autoridad. Hay que impulsar políticas públicas eficaces y no es tanto como la recuperación del Estado fallido como tal, sino cómo se puede destruir la corrupción que mantiene el poder del narcotráfico, y en esto México sí tiene graves problemas, porque no hay una muestra de que haya afrontado seriamente el tema de la corrupción. El gran problema de Peña Nieto fue, al igual que Calderón, lanzarse a una guerra antinarco sin estar preparados.
Me llamó mucho la atención que en tu libro Más que plata o plomo se plantea que el gran objetivo de algunos cárteles de la droga es controlar a la sociedad, ¿es así?
Claro. El asunto central es que sólo controlando a la sociedad se puede ejercer suficiente poder para controlar el negocio de la droga. El gran problema es cuando dos cárteles se enfrentan y la violencia que generan es excesiva para los civiles. Por eso en Ciudad Juárez se mataron a muchos civiles, porque sólo matando a civiles uno de los grupos del narco podía someter al otro.
Escobar y Chapo encauzan sentimientos populares
¿Por qué cree que el gobierno de Enrique Peña Nieto se negó a extraditar al Chapo a Estados Unidos, ya que en el sexenio de Calderón las extradiciones alcanzaron niveles récord?
No tengo una respuesta definitiva. Hubo muchas especulaciones sobre las posibilidades de una extradición y que pudiera provocar revelaciones alrededor de la clase política de México. No me atrevería a dar una respuesta en ese sentido, pero uno supone que va por el lado de la corrupción.
¿Cuáles son las principales diferencias y similitudes entre Pablo Escobar y Joaquín el Chapo Guzmán en el mundo del narco?
Ambos encauzan todo un sentimiento popular, pero tiene que ver con lo que hicieron por la sociedad, en sus localidades, y el resentimiento que despierta en muchos sectores sociales con respecto al gobierno y los sectores de élite. Tanto Pablo Escobar como el Chapo Guzmán han logrado desafiar el Estado, han sobrevivido durante bastante tiempo y han conseguido burlarse de los gobernantes. Las trayectorias particulares de cada uno son muy distintas: Pablo Escobar sí planteó una guerra abierta a través del terrorismo; el Chapo ha sido una figura más fría, más calculadora, que ha buscado controlar el tráfico de drogas en México.
¿Qué lecciones podemos aprender del caso colombiano?
Colombia tiene situaciones un tanto distintas de México. Aquí el narco se mezcló con la guerra insurgente. La prioridad para el Estado era combatir la insurgencia, la guerrilla, y en ese sentido fue tolerante con los narcotraficantes, no sólo por la plata que podía recibir la clase política sino también porque era un enemigo contra un enemigo común, la guerrilla. Lo que podría aprender México es la necesidad de tomar el asunto en serio, en la medida en que es necesario establecer un monopolio de la fuerza por parte del Estado y crear instituciones que remplacen las instituciones de los narcos. Eso se hace con voluntad política y reiterando políticas públicas de largo aliento. Ésta es una guerra de largo plazo, no de corto plazo.
¿Qué escenarios se perfilan en un país donde todo puede suceder?
Un escenario de pesimismo. El gobierno de Peña Nieto lleva mucho tiempo y, si desde un principio no trazó lineamientos claros para enfrentar el problema, ya es muy difícil que lo pueda corregir sobre la marcha, sobre todo luego de los reveses que ha sufrido desde Ayotzinapa y hasta la fuga del Chapo Guzmán.