El Munal presenta la exposición Yo, el Rey

Jacquelín Ramos

La tarea de los artistas hispanos, novohispanos y mexicanos no era fácil, era pintar al “rey” con sus propias características y cualidades, era reflejar en cada uno sus rasgos lo que la gente esperaba de su soberano: un buen gobernante, buen católico e impartidor de justicia. La omnipresencia del rey era primordial, pues aunque el monarca no salía de sus territorios, era mediante el “retrato” que estaba presente, alimentando siempre el “trono vacío”.

De esa manera, la exhibición Yo, el rey. La monarquía hispánica en el Museo Nacional de Arte da la bienvenida con una silla disponible en espera de la llegada del rey, señala en entrevista para Siempre! Abraham Villavicencio, curador de la muestra, quien señala que “es una tradición que desearon representar, así como manifestar el sentimiento de añoranza de los novohispanos por su rey”.

El especialista en arte novohispano indicó que la exposición pretende ver cómo las representaciones de una monarquía, de ese rey ausente en la Nueva España, inciden en la construcción de la nueva nación durante el siglo XIX. Además de que la muestra se desarrolla en cuatro núcleos temáticos que giran en torno al rey como figura unificadora de los reinos americanos y un vasto sistema político conocido como la monarquía hispánica.

Exposición de 201 piezas

¿Cuál es la importancia de resaltar y mostrar al espectador la figura del rey?

Mas que resaltar la figura del rey, intenta analizar y comprender de qué manera el rey fue percibido, tanto en reinos peninsulares como americanos. No se trata de una muestra apologética, es una revisión histórico artística, no sólo sobre cómo la pintura, la escultura, la numismática, los impresos o los manuscritos fueron empleados para dar a conocer la imagen de un rey que prácticamente en todos los reinos estaba ausente, sino también como la oportunidad para acercarnos a piezas maestras del arte novohispano y del arte español, porque son pocas las ocasiones que tenemos en México de verlas, en especial por el acento tan importante que situamos en la exposición sobre el “retrato”.

Es una manera de revalorar y reflexionar sobre este género, y sobre todo, consolidarlo en contextos. Es decir, no solamente ver ahí un personaje retratado, sino que el retrato podía ser un dispositivo para la construcción, la idealización y la proyección de ideales.

¿Qué se esperaba del rey?, ¿quién era el rey?, o ¿qué podía el rey hacer o no podía hacer?, esta exposición recuenta cómo en los reinos la gente esperaba a su rey: que fuera un buen gobernante, buen católico, un buen impartidor de justicia, un hombre fuerte con armadura. Esta exposición son todos estos testimonios.

¿Cómo está integrada la muestra?

Es una exposición que reúne 201 piezas provenientes de 45 colecciones. En su mayoría son pinturas excepcionales tanto de pintores peninsulares como novohispanos, porque esta exposición es un diálogo entre el arte peninsular y el arte del virreinato de Nueva España.

Hay obras de Juan Pantoja de la Cruz, Alonso Sánchez Coello, Diego Velásquez, Francisco de Zurbarán, Giovanni Battista Tiepolo, Gaspar de Crayer, así como obras de Miguel Cabrera, Juan Patricio Morlete Ruiz, Baltasar de Echave Orio, Cristóbal de Villalpando, que fueron de los mas importantes pinceles de Nueva España.

¿Qué tan difícil fue el proceso de selección, sobre todo reunir las piezas ya que pertenecen a un gran numero de recintos?

Este proyecto demoró un año. Realizamos primero la investigación histórica y el rastreo de obras en los acervos mexicanos, después en los museos españoles. Tenemos un significativo número de obras provenientes no sólo de museos sino también de templos, como la Catedral de Sevilla, el Templo de San Felipe Neri, La Profesa, así como de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. El trabajo con los coleccionistas fue esencial, junto con la investigadora María Estela Duarte, quien además es el enlace con los coleccionistas; nos dedicamos más de medio año a visitar a diferentes coleccionistas que nos mostraron herencias familiares. Estuvimos en contacto con grandes coleccionistas que han adquirido piezas importantes por su pasión al arte. Revisamos más de 100 colecciones de las cuales finalmente delimitamos este cuerpo.

Coordinar la logística fue un reto tanto para el departamento de curaduría como para la coordinación de exposiciones, porque manejar piezas de formatos tan diversos que van desde monedas que miden 3 cm de diámetro hasta biombos monumentales que tienen seis metros de ancho, fue una labor titánica.

La maqueta de El Caballito

¿Por qué en la exposición de algún modo se evitó mostrar obras de arte virreinal en sentido religioso?

Esta exposición surge como un esfuerzo, primero, para que tengamos una magna exposición de arte virreinal. En segundo lugar, queríamos poner acentos en obras de la plástica novohispana que han sido poco exhibida, de ahí que decidimos hacer una muestra orientada principalmente al arte político.

Hay un núcleo muy importante sobre el antiguo régimen en donde el Estado y la Iglesia eran un mismo asunto, por ello evidentemente hay obras que provienen de acervos religiosos con imágenes de carácter religioso, pero que en el contexto de la exposición cambia el sentido, porque las insertamos de tal suerte que podamos ver la importancia política de la imágenes religiosas, por ejemplo desde la importancia del concepto de cruzada, de los santos guerreros en torno al rey —que era un rey guerrero—, los caballeros que tenían que buscar un ideal de santidad acorde con sus labores militares, hasta cómo es que el rey podía nombrar a los ministros de la Iglesia, fundar tribunales inquisitoriales o, bien, como miembros de la familia real podían ocupar cargos religiosos, entonces varias de las piezas que tienen un carácter religioso están orientadas con este fin.

Entre las obras encontramos la maqueta que Manuel Tolsá utilizó para su estatua ecuestre El Caballito, ¿cuál es la importancia de exhibirla?

Esta pieza entra en el Museo Nacional de Arte en comodato, el coleccionista que la encontró y a quien le pertenece la cedió al Museo Nacional de Arte temporalmente. Quisimos lucirla para esta exposición porque la escultura ecuestre que hizo Manuel Tolsá de Carlos IV fue la obra y la escultura más importante que se hizo en los virreinatos de América. Es una pieza cuyo proceso de elaboración demoró 6 años, que está basada en una sola pieza, y que sólo hay tres de su tipo en el mundo. Es una escultura inspirada en el retrato del rey Marco Aurelio de Roma y estuvo destinada a la plaza mayor de la Ciudadela de México.

Mostrar por primera ocasión esta pieza es de alguna manera revalorar la cultura de Tolsá; la maqueta es un testimonio muy valioso de esta producción histórica ya que esta firmada por Manuel Tolsá y la signa el virrey marqués de Branciforte, quien fue el encargado de autorizar la realización de esta escultura, además de recordar que es una de las piezas más emblemáticas del arte virreinal mexicano.

 

¿Cuáles son los núcleos que componen la muestra, sobre todo el que abarca la monarquía en México?

La exposición esta divida por cuatro núcleos, tres dedicados de forma directa a la monarquía hispánica y uno a las repercusiones de la monarquía en el México independiente.

El primer núcleo se titula “La herencia iconográfica del pasado antiguo”, y está dedicado a cómo en el Renacimiento siempre hubo una constante por ir a beber de la literatura y de los mitos antiguos para hacer una iconografía de la realeza. Este espacio menciona el uso de alegorías, personificaciones y de emblemas del buen poder para representar la monarquía como una diosa Cibeles. Vemos escenas donde Hércules es representado como el padre fundador de todas las dinastías y, por supuesto, ahí está el espacio dedicado a cómo el César de Roma legó su imagen para el rey de España.

En el segundo núcleo, que se llama “La efigie real. Recursos plásticos y retóricos”, hay una exploración, un paseo por el arte y el retrato político de 1500 a 1821, en donde vemos todo un desfile de reyes provenientes tanto de los reinos peninsulares, de Flandes —que hoy es Bélgica—, así como de la Nueva España. En conclusión, es un paseo por las dos grandes dinastías por los Habsburgo y por los Borbón.

El tercer núcleo se titula “La monarquía mesiánica y el imaginario religioso”; este espacio versa sobre cómo el rey de España fue visto como un monarca que tenía que preparar el Apocalipsis, cómo el Rey de Reyes del que hablan los libros bíblicos tenía en su mano evangelizar Europa, Asia y América.

Por otro lado vemos en este núcleo cómo la monarquía tenía una injerencia directa en la Iglesia como un privilegio.

El núcleo cierra con los dos grandes misterios de los cuales la monarquía se nombró defensor, primero el misterio de la eucaristía —la transustanciación del pan y el vino— y por otro lado el culto a la Inmaculada Concepción, que fueron devociones favorecidas y protegidas por la monarquía hispánica.

Y el último núcleo de la exposición, que se titula “Ecos de la Monarquía en el México Independiente”, es un espacio dedicado a recordar, primero, cómo en el México independiente hubo tres proyectos de monarquía para organizar el nuevo país, pero por otro lado, de qué manera la iconografía de 300 años de monarquía al mismo tiempo nutrió el imaginario político y artístico del primer siglo de vida independiente.

La muestra Yo, el Rey. La monarquía hispánica en el arte se exhibe en el Museo Nacional de Arte hasta el 18 de octubre de 2015.

Este espacio está dedicado tanto en los intentos por aceptar a Fernando VII como rey del nuevo país independiente, así como la coronación de Iturbide en 1822 como emperador de México.

El último subtema está dedicado a la corte de Maximiliano, cuando los conservadores, muchos de ellos que habían luchado en la guerra de Independencia y que eran reacios a abrazar un proyecto republicano, buscaron que un príncipe europeo descendiente de Carlos V viniera a gobernar el imperio mexicano y se consagrara así la segunda etapa imperial mexicana. En el cierre se refleja un importante momento en la historia de México, pues concluyó la aspiración de los últimos hombres novohispanos por hacer en México una monarquía.

El arte virreinal es parte de la historia

¿Por qué abrir la muestra con el “trono vacío”?

El trono vacío era una manera de representar el lugar disponible para el rey. Como la monarquía hispánica creció y tenia territorios en Italia en las fronteras con Austria, Bélgica, Filipinas, Nueva España, el rey no podía conocer todas esas latitudes, pero todas eran parte de sus dominios, por lo que en las sedes de los reinos había un retrato del rey. En los palacios de familias de la nobleza virreinal tenían un pequeño saloncito que se llamaba “salón del dosel”, era un cortinaje de terciopelo y debajo de él se encontraba el retrato del rey en turno y el “trono vacío”, por si algún día venía el monarca hispánico a visitarlos, tuvieran un lugar en sus casas donde alojarlo. Esa tradición quisimos representarla, deseamos que el “trono vacío” abriera esta exposición porque en los novohispanos siempre quedó ese sentimiento de cierta añoranza por su rey.

¿Qué buscan con esta muestra?

Quisiéramos que el público se acercara al arte novohispano, que valore el arte virreinal como parte de su historia. Tenemos grandes artistas que poca veces conocemos porque estamos más familiarizados con los autores europeos que con los novohispanos, y esta exposición pone en muy buen diálogo, en muy buen contrapunteo a los artistas de ambas regiones del imperio hispánico.

Queremos que en su visita pudieran conocer grandes artistas, grandes obras clave en la historia del arte hispánico, pero también del arte universal, la pinturas de Jean Ranc y de Francisco de Goya, sin duda alguna son hitos en la historia del arte universal, pero también tenemos hitos en la historia del arte mexicano, técnicas muy desconocidas por raras, por ejemplo óleo sobre lámina de cobre y óleo sobre naipes. Hay una unidad muy orgánica en la muestra con distintas técnicas y formas de trabajar para no descontextualizarnos.

Al mismo tiempo que este gran conjunto de obras los susciten a la reflexión sobre nuestro pasado, sobre cómo contamos nuestro presente histórico, para salir al mismo tiempo con una reflexión crítica sobre el pasado virreinal para que lo hagamos nuestro, porque nos constituye. Además es una manera de reconciliarnos con los momentos de la historia nacional que son poco favorecidos por la historiografía.