Dilma Rousseff se ha convertido en el rostro del agobio y de la ingobernabilidad política. Aferrada a una tabla de salvación, todavía debe esperar a que termine su mandato el cual, se perfila como una larga espera al 2018.

Escándalos de corrupción, los embates de la recesión económica así como la baja popularidad de la administración de Dilma, hacen tambalear la estabilidad política y ya surgen las personalidades al destape.

Especialmente surge en medios nacionales e internacionales el nombre de Michel Temer, el actual vicepresidente del país amazónico. Temer ha sido considerado como “el hombre moderación”, “el apaga incendios”, “el sensato”, “el negociador”. Ante las constantes críticas de los escándalos de corrupción, la presidenta Rousseff no ha sabido salir adelante sin él.

Temer es garantía de estabilidad

Un ejemplo de diplomacia en medio del caos político surge en una entrevista al medio carioca Folha de S. Paulo. La presidenta Rousseff dijo enfáticamente “No voy a caer”, mención que fue tachada como autoritaria y desesperada, al día siguiente Temer se pronunció en un tono menos represor.

“No es necesario que nadie la mantenga, porque la presidenta Dilma continuará hasta el final con mucha tranquilidad. Tiene una capacidad extraordinaria de trabajo, conoce Brasil como pocos. El PMDB es un partido aliado y, como es natural, está colaborando con la presidenta Dilma y con el país”, aseveró el vicepresidente Temer.

Michel Temer se ha postulado como un puente entre el Ejecutivo y el Congreso. Además de ser el presidente del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), también busca posicionarse para la próxima contienda electoral en Brasil en el 2018.

Baja popularidad de Dilma

Aécio Neves, el actual presidente del Partido Socialista Democrático de Brasil (PSDB), quien fuese también candidato presidencial ha advertido en numerosas ocasiones, contrario a lo que dice Temer, que la presidenta no podría concluir su mandato dada la crisis política de su gobierno.

A mediados de este año, la empresa Ibope le otorgó apenas un 9% de aprobación al gobierno de Dilma, lo cual, recuerda los niveles de aprobación del expresidente Fernando Collor de Mello antes de que fuese impugnada su renuncia por escándalos de corrupción.

Algunos politólogos afirman que sin popularidad en las encuestas profesionales, la gobernanza es casi imposible. Brasil atraviesa por una de las peores crisis de gobernabilidad desde antes del expresidente Luis Inácio Lula Da Silva, quien gozó de estabilidad política gracias a los logros macroeconómicos de principios del milenio.

Dilma sola en la presidencia

Todos han roto con la presidenta Rousseff menos Michel Temer, quien se mantiene como un leal aliado.

El expresidente Lula da Silva se alejó dramáticamente luego de que la apertura del caso Petrobras también lo llevara a ser objeto de investigación por presunto tráfico de influencias y las acusaciones de uno de los empresarios.

Aécio Neves, líder del Partido Socialista también se muestra contario al poder ejecutivo.

El pasado 7 de julio Eduardo Cunha, miembro del Partido PMDB (el mismo de Temer) y líder del parlamento, anunció incendiariamente que rompía relaciones con la presidenta Rousseff.

Cabe mencionar que Eduardo Cunha se ha convertido en uno de los principales críticos y opositores del mandato de Dilma, especialmente luego de que las investigaciones del caso Petrobras lo alcanzaran. Se dice que habría recibido sobornos millonarios en comisiones.

El politólogo Rudá Ricci recordó que fuertes personalidades, como la de Cunha en comparación con la, han jugado un papel histórico en los cambios al régimen. Se refirió específicamente a Eduardo Cunha en relación al renombrado político Ulysses Guimarães, quien fue pieza clave en la transición democrática de los años ochenta y llevó a buenos términos la nueva constitución de Brasil en 1988.

Pero la figura que más resalta a nivel internacional es la del vicepresidente Temer. En tanto Cunha se muestra como un político radical y alebrestado en el discurso, Michel Temer realza la fuerza de la negociación, la conciliación y el diálogo. No en vano ha sido llamado “la garantía de estabilidad” en el gobierno de Rousseff.

Con información del diario español El País, con notas del 13 de febrero, del 21 y 26 de julio de 2015, y del diario La Nación del 6 de julio de 2015.