Rogelio Ortega Martínez y Salvador Jara Guerrero, gobernadores sustitutos de Guerrero y Michoacán, han resultado el fiasco, la burla y hasta la inutilidad de esa figura constitucional creada en las legislaciones estatales. Ambos han sido mediocres y estériles a la hora de gobernar y coadyuvar con su principal tarea: limpiar las instituciones infiltradas por el crimen organizado y erradicar la descomposición Social.

Apenas este jueves, Ortega Martínez se reunió con el mandatario electo de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, para fijar las condiciones en las que se llevará a cabo la transición de una administración a otra.

Rogelio Ortega deberá responder por el total de la administración, aunque solo haya estado algunos meses en la nómina de ese mandato.

No se puede hablar que Ortega fue gobernador, porque el estado de Guerrero enfrenta el mismo problema del incremento de violencia y la paupérrima situación económica que prevalece en esa entidad, tras el desafortunado paso de Ángel Aguirre Rivero y la nula inteligencia del académico para resolverlos o al menos disminuirlos.

El sucesor que admira a su cuestionado e investigado antecesor

“Ángel Aguirre es carismático, de apapacho, de sonrisa fácil; coqueto, bohemio, declamador, excelente orador… ¡un tanque de la política!…” (Ortega)

Al siguiente día de su nombramiento como gobernador interino, dijo en una entrevista radiofónica que admiraba a Ángel Aguirre Rivero, dicho que no sólo repitió y reiteró días después a pregunta expresa.

El hecho de que Rogelio Ortega –producto de ornato- haya sido designado por una decisión del Congreso de ese estado como gobernador sustituto, en donde tuvo metida la mano el Gobierno Federal, no justifica su inexperiencia, por decirlo menos.

Más allá de que el líder nacional del PRI, César Camacho Quiroz, tildara de cínico a Ortega Martínez, y de que la Iniciativa Privada rompiera toda relación con el débil y manipulable Poder Ejecutivo, una cosa ha hecho mal, y es darse unas vacaciones con gastos pagados por algunos meses, porque trabajo hecho no tiene.

A penas le soltaban la rienda sus titiriteros y ya daba su primer mal paso, con caro costo para los ciudadanos; Ortega, débil, firmaba a unas semanas de llegar a la silla gubernamental, su primer mal acuerdo con el Movimiento Popular Guerrerense (MPG), al que pertenece la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG).

Su debilidad entonces era clara. La falta de conocimiento e administración pública y a falta de oficio político para solucionar los conflictos que perpetúan la deteriorada vida cotidiana de sus gobernados, a los que no gobierna.

Guerrero está hundido, la violencia no para, el delito del fuero común incrementa y la paz de los guerrerenses caca vez está más lejos. Vaya bomba de tiempo heredará Rogelio Ortega a su sucesor, Héctor Astudillo. Por eso, la transición y las formas de hacerlo en este momento son irrelevantes e intrascendentes. Nimiedades pues.

Rogelio no supo qué y cómo gobernar. Desafortunadamente, como siempre, los paganos serán los ciudadanos que no ganaron el abismal salario y que no cuentan con un cerco de seguridad que los acompañen para cuidarlos de la delincuencia, e incluso, tampoco tiene n un avión o un helicóptero para trasladarse en caso de una emergencia.

Por el contrario, ahora empiezan los guerrerenses a padecer la misma problemática que sumergió a Michoacán, de la que incluso se mofaba Ángel Aguirre en el poder, cuando aseguraba que todo lo que pasaba en su estado era provocado por “los michoacanos”.

El gobernador sustituto que preponderó los “chiles que pican y no pican”

“Nos encontramos aquí reunidos para destacar que en Queréndaro, hay chiles de muy buena calidad. Chiles que pican y chiles que no pican”… (Jara)

Otra de las bromas de mal gusto en la política de gobernabilidad nacional fue la designación de Salvador Jara Guerrero al frente del Poder Ejecutivo de Michoacán, donde nuevamente su desempeño fue malévolo en unos aspectos, gris en otros y cancerígeno en muchos más para los michoacanos.

Las primeras 48 horas de Salvador Jara Guerrero como gobernador de Michoacán fueron un infierno. Se registraron al menos 20 ejecuciones en el estado.

A Jara no le bastaron más de 13 años de asedio del crimen organizado a los pueblos enteros de Michoacán; ahora es el peor enemigo de una entidad donde ha crecido la pobreza, la discriminación, la violencia y hasta la voraz acción de un mandato que apenas poco más de un año.

Igual de irresponsable fue la decisión de quienes ahí lo clocaron para los habitantes de este estado, porque Ascensión Orihuela Bárcenas y Alfredo Castillo Cervantes solo se preocuparon por cobrarle el favor a través de imponer funcionarios estatales y terminar su obra de “Sodoma y Gomorra”.

A Orihuela ya se regresó al Senado, y a Castillo lo premiaron con la Conade.

Sería bueno que antes de la entrega recepción, la próxima administración de Silvano Aureoles Conejo, se desprenda de tantos policías, fiscales y funcionarios, que reemplazaron al crimen organizado en las actividades de extorsión, secuestro y saqueo a las arcas del erario público, mientras Jara se hace el ciego, el sordo y el mudo, de una situación insostenible para los más de 4 millones de habitantes.

Y es que lo más relevante que ha hecho el exrector de la Universidad Michoacana, fue destacar que en el municipio de Queréndaro “había chiles de buena calidad. Porque hay chiles que pican y otros que no pican”, en uno de sus primeros discursos oficiales en los que se esperaba anunciara un importante proyecto de emersión de la crisis.

Así es, lo más contundente que ha dicho fue eso, ya que adoptó un discurso de ahí en adelante, de que todo lo que sucedía en Michoacán, eran hechos aislados.

No obstante, durante su etapa como mandatario impuesto, se han registrado sucesos inigualables en los que han perdido la vida cientos de ciudadanos, en los que se permitió el ingreso de un nuevo Cártel, y, en los que la entidad ha sido secuestrada por nuevas bandas criminales con charola y con nombramiento policial.

Al igual que Ortega, vaya estado heredará Jara Guerrero al próximo gobernante, Silvano Aureoles. Otra vez, el anuncio de los acuerdos y mecanismos para la entrega recepción, son irrelevantes e intrascendente. Nimiedades, pues.

Jará dejará un estado más incendiado por violencia, social y económicamente, así como un Michoacán mayormente destruido y con deudas exorbitantes a los trabajadores sindicales de los tres poderes, sin liquidez y sin inversión.

En resumen, Salvador Jara y Rogelio Ortega, fueron rebasados por la problemática económica, política y social de sus respectivos estados; son solo un par de figuras accidentales por la Constitución, que han pasado a formar parte del tumor que impide la solución; pero finalmente, han sido unos perfectos turistas en el paraíso llamado, Poder Ejecutivo.

Es decir, el gobernador sustituto, como figura constitucional ha sido un chiste, fue inservible, y estéril. El colmo del cinismo.