12 de julio de 1605

 

 

 

 

Todos andan buscando, Sancho,

una paloma

en el mundo y nadie la encuentra.

León Felipe

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Desde la Vieja España, un 12 de julio de 1605, hace 410 años zarpó Don Quijote a bordo de la nao Espíritu Santo a conquistar tierras de Indias.

Con 262 ejemplares impresos por Juan de la Cuesta, destinados a Puebla y la Ciudad de México, partió lo que don Luis González nombró “La Flota Cervantina”, conjunto mercante que atracó en el Puerto de la Vera Cruz a fines de septiembre o principios de octubre de aquel mismo año, por lo que es presumible que en esos días la mayor obra de Cervantes comenzó a ser conocida en nuestros lares, primeramente por los diligentes censores eclesiásticos y, seguidamente, por aquellos caballeros orgullosos de haber participado en la última Gran Cruzada del Imperio Español: la conquista y evangelización de estos reinos.

La querencia que generó don Alonso de Quijano en la población capitalina provocó su pronta adopción en “mascaradas de Gigantes y Cabezudos”, tal y como lo atestigua la crónica del 24 de enero de 1621 en ocasión de la octava de las Fiestas Patronales de San Antonio Abad y de la murciana romería de la Virgen de la Fuensanta, en la que se describe la participación de “monigotes” del caballero manchego, de su fiel escudero y de su amada Dulcinea.

En esa misma línea de expresión identitaria ubicamos la adopción de las figura del Quijote y Sancho Panza como “heraldos” del contingente de estudiantes de la Universidad Nacional, en el desfile organizado por el Ayuntamiento, con motivo del Día de la Raza, celebrado de la Glorieta de Colón al Zócalo capitalino el 12 de octubre de 1919.

A instancias del embajador plenipotenciario de México ante la Corte de Alfonso XIII, el licenciado Miguel Alessio Robles, en ocasión de las Fiestas del Centenario de la Consumación de la Independencia, auspició la construcción de la “Fuente del Quijote de la Mancha” en el Bosque de Chapultepec, para lo cual encomendó al arquitecto Sergio Fernández Vázquez la obra y encargó a artesanos andaluces los azulejos narrativos de pasajes del Ingenioso Hidalgo con los que se ornamentaron las cuatro bancas del conjunto, así como la fundición de las estatuas del caballero de La Mancha y de su leal compañero de aventuras y desventuras.

Esas piezas fueron robadas en 1974 y el gobierno de la Ciudad de México determinó encargar a José María Fernández Urbina las esculturas que las restituyeran, permitiéndose el artista plasmar en el rostro del Quijote la efigie del pintor surrealista Salvador Dalí y en el de Sancho la de nuestro muy admirado muralista Diego Rivera.

Desde hace 62 años la imagen del Caballero de la Triste Figura es un referente emblemático de esta generosa casa editorial, por ello, parafraseando al gran León Felipe, afirmo que la paloma que busca don Quijote por el mundo, aquélla que lleva en el pico el último rayo amoroso de luz que queda en la tierra, anida en cada una de las ediciones de la revista Siempre!