Autoritarismo metrobusero de Mancera
Félix Fuentes
Sin consultas a la población, el gobierno capitalino de Miguel Ángel Mancera decidió construir la línea 7 del Metrobús, entre el Anillo Periférico e Indios Verdes.
Es decir, el régimen apátrida va a destruir Paseo de la Reforma, bella y fundamental arteria de la república, como lo hizo con las avenidas Insurgentes y Cuauhtémoc, con sus monstruosas estaciones a mitad de las mismas.
En ciudades como París, Madrid y Nueva York, sus habitantes no permiten la deformación de sus principales vías. Champs Elysses es sagrada para los franceses, como lo es la Gran Vía de los españoles o la Quinta Avenida de los neoyorquinos.
La capital de México ha sido ocupada por migrantes de todo el país que no la aprecian. Festejan que el Zócalo sea convertido en parque de beisbol, o pista de hielo, o plaza de cantantes y cirqueros.
Paseo de la Reforma es ocupada por puestos de comerciantes y en ella desfilan ciclistas desnudos u homosexuales que enseñan partes íntimas. También se lucen gimnastas y yogas, en vez de acudir a las instalaciones deportivas.
Es claro que el negocio de los metrobuses deja pingües ganancias a la administración capitalina y se empeña en multiplicar el número de líneas, sin importar el deterioro de nuestra metrópoli, diseñada durante décadas con el concurso de grandes gobernantes como Ernesto P. Uruchurtu.
El arribo de perredistas al gobierno del Distrito Federal resultó de maldición. Incrementan el infernal tráfico de vehículos y el ambulantaje le paga 70 millones de pesos al mes por ocupar áreas públicas.
Proliferan los microbuses-carcacha y las mafias de choferes de ruleteo son intocables. Nadie multa las locas carreras de los cafres, así den vueltas prohibidas o circulen en sentido contrario.
Tales mafias ocupan calles y plazas públicas para sus paraderos, ante la complacencia de autoridades corruptas.
Los choferes de micros y ruleteros presumen que pagan cuotas para circular a gusto, sin ser molestados por los ya inexistentes agentes de tránsito.
Andrés Manuel López Obrador fue el primero en atacar el Paseo de la Reforma. Amplió las banquetas laterales y canceló un carril de cada lado, con lo cual estrechó el tráfico vehicular.
Llegó Marcelo Ebrard, el izquierdista prófugo que hoy disfruta las delicias de París, y dedicó otro carril de las laterales de Reforma al negocio de las bicicletas.
Vistos los pocos ciclistas que circulan por Reforma, los espacios de metro y medio de ancho serían suficientes. En los mismos fueron colocados bloques de concreto y postes que ya, hechos pedazos, estropean la circulación.
Para transitar por cada lateral quedan dos carriles y como se detienen a levantar pasaje micros y taxistas en cualquier punto, o se estacionan los también intocables repartidores de cervezas, refrescos y alimentos, al igual que los transportadores de valores, los embotellamientos son descomunales, de histeria colectiva.
En ese escenario de desorden, el gobierno de Mancera otorgó contratos por dedazo para construir corredores de metrobuses a lo largo de 15 kilómetros.
Los carriles fueron diseñados para el centro de Paseo de la Reforma, lo cual implicará el derribo de árboles y el final de esa avenida histórica.
Para que no quede duda del autoritarismo de Mancera, el proyecto ya fue publicado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal. Así se pretende impedir protestas.
