Cómo gana el ciudadano
Alejandro Zapata Perogordo
Los nuevos legisladores que entrarán en funciones el próximo primero de septiembre, así como aquellos miembros de los renovados ayuntamientos y congresistas locales, tendrán la posibilidad de reelegirse dentro de tres años, cabe mencionar que esta figura fue retirada de la Constitución en 1933 y vuelve a estar vigente después de ochenta y cinco años.
El debate formal estuvo presente durante décadas, sin duda, demasiado contaminado por las épocas revolucionarias cuya bandera fue precisamente la “no reelección”, refiriéndose al Ejecutivo federal y a reminiscencias históricas desde la mitad del siglo XIX. El propio Francisco I. Madero, en el documento denominado Plan de San Luis, propuso su eliminación en relación con el poder presidencial, los gobernadores de los estados y los ayuntamientos, en tanto que llegaban al anquilosamiento, se convertían en jefes políticos del territorio y terminaban siendo verdaderos sátrapas.
Sin embargo, ese concepto no se refería a los legisladores, el retiro de la reelección de los diputados, se debió más por cuestiones de carácter partidario: existió la necesidad de abrir espacios para cumplir con compromisos políticos contraídos, y no por un diseño institucional funcional aunque, al implementarse el sistema presidencialista, le resultó muy cómodo al régimen esa rotación de levanta dedos al servicio del presidente en turno, donde además le agradecían el haberlos tomado en cuenta.
Las cosas han cambiado evidentemente, quienes llegan tienen ahora la posibilidad de volver a ocupar el puesto de forma inmediata, tal situación los coloca en una posición de privilegio nunca antes vista, cuando menos no en los tiempos contemporáneos. En consecuencia, es obvio que su actuar estará más apegado a sus electores para el efecto de —en su momento— solicitar su refrendo y apoyo.
Lo anterior implica una motivación diferente a las conocidas: la disciplina partidista, los acuerdos cupulares y el voto en bloque, son actitudes que veremos transformarse, ahora sí les va a interesar rendir cuentas —aunque se trate de actitudes populistas— directamente a los votantes, pues de ellos dependerá su permanencia en el cargo.
El caso de los ayuntamientos es verdaderamente peculiar: si los alcaldes desean un periodo adicional, deberán hacer cosas innovadoras y creativas y estar conscientes de que la gente está cansada de la opacidad, la corrupción y los moches, en consecuencia los gobiernos locales para ganar confianza están obligados a ser transparentes, abiertos, incluyentes y honestos, independientemente de la tendencia a forjar estructuras corporativistas y clientelares, pues ahora el elector también tiene la oportunidad de premiar o castigar.
Si el funcionario anuncia su reelección es porque cree que hizo bien las cosas y espera una respuesta positiva del electorado; por el contrario, si su determinación es de no postularse para otro periodo, la señal que manda —obvio con excepciones— es de no querer correr riesgos para evitar posibles descalabros, es la lógica de la autodescalificacion. De ambas posturas gana el ciudadano.
