Lo bueno y lo malo

Mireille Roccatti

Hace unos cuantos días, el pasado 2 de julio se cumplieron cien años de la muerte en París de Porfirio Díaz. El tiempo trascurrido hubiera sido suficiente para decantar históricamente su figura e importancia en la vida nacional. En realidad su vida y leyenda sigue siendo un tema que divide y polariza. El examen histórico serio de su gobierno a pesar de múltiples biografías, ensayos y pequeña historia sigue pendiente, aunque el centenario de su muerte lo ha puesto de moda.

Héroe o villano, parece ser la disyuntiva, aunque no sea ni una ni otra. La culpa en gran medida se debe a la “historia patria”, esa historia de bronce que creó patricios a la altura del arte y malos abominables. Primero, los liberales federalistas vencedores en el siglo XIX, endiosaron a Cuauhtémoc, Hidalgo, Morelos y sobre todo a Juárez, a lo que contribuyó el propio Díaz; los malos, desde luego, Iturbide, Lucas Alamán y Santa Anna.

Posteriormente, la facción revolucionaria triunfadora sacralizó a Madero, Carranza y Obregón y condenó al infierno al dictador Díaz. En el caso de Villa y Zapata, es el pueblo el que los mantiene vivos. Todos ellos son hombres de carne y hueso, de contrastes y claroscuros que deben aquilatarse en sus méritos.

En el caso de Díaz, no es posible quedarse con el héroe militar que combatió brillantemente en el bando liberal y colaboró para derrotar a los conservadores centralistas o el patriota que defendió tenazmente la república contra el invasor francés. Tampoco con el criterio que con su gobierno se alcanzó la estabilidad política, se reordenó la agricultura, la minería, construyó 24 mil kilómetros de vías férreas, se comunicó el país telegráficamente, se mejoraron los caminos y se insertó a México en la realidad mundial de su tiempo.

Tampoco Díaz es solo y únicamente el feroz adversario político que destruyó y aniquiló a todos los que se atrevieron a disputarle el poder o el gobernante que apoyó a sus amigos, el que entregó a ingleses y estadounidenses la minería y los ferrocarriles, el que prohijó las condiciones de esclavitud en las haciendas o el represor de yaquis y mayas, o el autócrata que se reeligió 8 veces y detentó el poder más de treinta años. En realidad es todo eso, lo bueno y lo malo.

Hoy con motivo del aniversario luctuoso se debate y hay quienes lo ven como el mejor presidente que hemos tenido y que tenía el país en paz y, por otro, los jacobinos de la historia que solo ven un dictador. La discusión sobre si los restos que hoy descansan en el parisino cementerio de Montparnasse es estéril, los restos óseos pueden regresar y descansar en su amada Oaxaca; otra cosa es exigir que se le rindan honores.

También la efeméride ha puesto de moda al general Díaz, hay quienes dicen que económicamente estamos como en el porfiriato, lo cual, por decir lo menos, es ridículo; otros hasta le achacan la creación del PRI, lo cual es aún más risible; y otros más, parodiando las películas de Joaquín Pardave, añora los tiempos de don Porfirio.