A su llegada a Guayaquil, el Papa fue recibido en el aeropuerto de esa ciudad por el vicepresidente Jorge Glass, el canciller Ricardo Patiño y el alcalde de la ciudad, Jaime Nebot, quien a su vez le entregó las llaves de la ciudad, una joya diseñada con topacio, perlas de oro y plata.
También, miles de personas gritaban “Francisco, Francisco” y algunos monaguillos que permanecían en la pista se acercaron al Papa y se tomaron fotografías con él.
Después, rodeado de cientos de enfermos de cáncer, ancianos y gente muy pobre, el Papa Francisco oró este lunes en su visita al Santuario de la Divina Misericordia; el pontífice bromeo con los feligreses al ofrecer no cobrar por su bendición.
Cerca de dos mil personas recibieron al Papa con gritos de entusiasmo y alegría, fue a un niño pequeño a quien casi le acarició cuando pasaba en medio de los asistentes; también se inclinó ante un enfermo que yacía en una camilla en el suelo y le tocó el rostro.
“Voy a pedir por cada uno de ustedes, le voy a decir al Señor el nombre de los que estaban ahí. Le voy a pedir a Jesús para cada uno de ustedes, mucha misericordia, que los cubra, que los cuide y que la Virgen esté siempre al lado de ustedes”, expresó el máximo jerarca de la Iglesia, frente al cuadro del Señor de la Divina Misericordia.
“Antes de irme, les doy la bendición. No les voy a cobrar nada, pero les pido por favor que recen por mí, ¿me lo prometen?”, dijo, ante lo que la gente respondió con un “Sí”, en medio de un escenario de conmoción.
Ecuador es la primera visita del papa de una gira que lo llevará también a Bolivia y Paraguay, tres de los países más pequeños y pobres de Sudamérica
Misa en el parque Samanes
Tras su paso por el Santuario, Francisco se asomó al enorme parque Samanes para oficiar la misa campal ante al menos 1.2 millones de personas que desde la noche del domingo mantienen una vigilia en medio de cánticos, oraciones y bailes; en sus manos llevaban estampas, rosarios, estatuillas de santos y hasta del papa.
En esa localidad la sensación térmica llega a los 39 grados centígrados, por lo que los bomberos cada cierto tiempo lanzan agua sobre la multitud. Algunos de los asistentes son atendidos por insolación, que se protegían con sombrillas y ropa ligera; también hay niños perdidos y se pide calma a todos los feligreses.
Asimismo, miles de vendedores de ambulantes de comida se alistaron para ubicarse estratégicamente en el parque y saciar el hambre de la multitud por un par de dólares.
Luego de caminar 40 kilómetros, Vicente Huicamota, un policía retirado y chofer de transporte escolar, de 47 años, llegó a Samanes la tarde del domingo para buscar un buen lugar para ver al papa.
“Estoy cansado, con hambre, no he dormido, pero también siento emoción y gozo en mi corazón. He llegado a la zona más cercana para ver a Francisco. Vine a pedir por la salud de mi esposa y mis hijas. Ellas no pueden estar aquí conmigo”, dijo a AP mientras mostraba orgulloso una camisa con la leyenda: “Con cristo, el corazón nunca envejece”.
Guayaquil ubicada a 270 kilómetros al suroeste de la capital y la más poblada del país con 2.5 millones de habitantes, no estaba en los planes iniciales de la visita de Francisco, quien alteró su agenda para encontrarse con los creyentes de esa ciudad.
Después de la misa, el papa se dirigiría al colegio jesuita Javier donde cumplirá dos actividades privadas: va a encontrarse con un antiguo amigo, el español Francisco Cortez García más conocido como Padre Paquito, a quien no ve desde hace 30 años, y almorzará con un grupo de 20 sacerdotes jesuitas de todo el país.
Al final de la tarde regresará a Quito para terminar la jornada con un encuentro privad en compañía del presidente Rafael Correa y poco después visitará la Catedral, donde se espera que dé un discurso.