En franco deterioro
Alejandro Zapata Perogordo
En este país desde hace tiempo que se vive una gran pesadilla. Los escándalos no cesan y cuando pensábamos que lo peor había pasado, que estamos tocando fondo y lo único factible es caminar escalera arriba, ¡zas!, otro acontecimiento nos obliga a abrir los ojos para observar la desoladora realidad.
Por más que muchos veíamos con fundada esperanza y renovado optimismo un camino para avanzar y poner a México en la vanguardia del desarrollo: con instituciones sólidas, seguro y democráticamente ejemplar, las circunstancias nos colocan en un desastroso escenario.
Si bien es cierto que las reformas aprobadas en los últimos años abren la puerta para avances sustanciales, también lo es que su falta de aplicación y la desconfianza de los inversionistas derivada de la gran corrupción que produce incertidumbre, da al traste con las mismas.
Todos los días nos levantamos con sorpresas, ya no sabemos si reír o llorar; de las últimas que causaron estupor y la burla del mundo entero fue la fuga del Chapo, no obstante, prácticamente todo sigue igual.
Sólo por dar algunos ejemplos de ello, en los pasados días en el estado de Durango once personas murieron por un ataque en el municipio serrano de San Dimas; en Michoacán se responsabiliza al 86 Batallón de Infantería de la muerte de un niño en Áquila, y en Chiapas durante el proceso electoral para la renovación de Ayuntamientos se acusa al gobierno local de una brutal regresión, violentaron a una candidata a regidora, detuvieron a una funcionaria del gobierno por comprar votos, se coaccionó a los electores, el acarreo en su apogeo y todas las prácticas antidemocráticas posibles se hicieron.
El dilema que nos pone en entredicho: ¿qué nos está ocurriendo?, o mejor dicho ¿qué le pasa al gobierno?, pues en condiciones similares, en otras latitudes, dirían que se le está saliendo el control de las manos, que el régimen de derecho no existe, que los gobiernos locales hacen lo que les viene en gana y que el país está sumido en el caos.
Por si esto fuera poco, la depreciación del peso frente al dólar es considerable, dada nuestra dependencia económica con el país del norte, lo que ha provocado detrimento en el poder adquisitivo del ingreso familiar.
Estos temas, sus correspondientes acciones y resultados ponen en evidencia una administración en franco deterioro, cuyas decisiones erróneas, falta de voluntad política para corregir las fallas y ser complaciente con los cacicazgos regionales, han ocasionado en breve tiempo un desequilibrio económico, social, político y cultural. Si la pretensión —y no imagino lo contrario— consiste en un México moderno, de leyes, justo y democrático, entonces las medidas a adoptar deben ser en lo inmediato, para remediar lo anterior, es menester retomar el rumbo, pero sobre todo, y ésta es la fase más compleja: reconstruir la confianza perdida.
