Propósitos y anhelos

José Elías Romero Apis

En estos días de celebración gremial, el ambiente nos infunde propósitos y anhelos. Repasamos nuestros tropiezos y preparamos nuestras enmiendas. Me referiré a una de ellas.

Me parece muy sensato que las reformas procesales que se han estado gestando busquen un mayor equilibrio entre el imperativo constitucional, la verdad científica y la exigencia procesal. Me seduce que se aspire a un mejor tratamiento en los principios procesales, en las etapas procedimentales, tanto en la investigación como en el enjuiciamiento, en la mejor ubicación de la actuación judicial y, además, en los recursos de alzada.

Estamos, los mexicanos, frente a una reforma constitucional del proceso penal. Para efecto de su calificación no es importante si esa reforma es buena, mala o regular. Si es provechosa, perniciosa o irrelevante. Lo que importa es que ya está hecha, que es compleja y que no es simple, sino enredada y no escueta. Los jóvenes estudiantes y los viejos estudiosos podrían desconcertarse en muchos aspectos.

Los maestros universitarios la estamos aprendiendo al mismo tiempo que nuestros alumnos. Los abogados litigantes, simultáneamente que sus jueces. Los defensores, a la par que los fiscales. Las reformas jurídicas integrales instalan un “borrón y cuenta nueva” que deja a todos como expropietarios de una memoria y de una experiencia, repentinamente perdidas. Ese es uno de los precios del progreso y de la mejoría. Por eso, la importancia de que el beneficio tenga correspondencia con el costo.

Si esta reforma me la explicaran mis muy queridos y hoy ya casi todos ausentes maestros de garantías o de derecho constitucional, todo sería más o menos sencillo. Pero si la misma me la explicaran mis maestros de teoría del proceso, ya no sería tan sencillo. No se diga cuando se me ocurriera ir al aula de derecho procesal penal. Porque existen muchos aspectos donde entran en colisión las normas constitucionales, los principios de la ciencia procesal y las reglas que rigen al proceso penal.

Pero estoy convencido que todo aquello que nos brinde luz en medio del ambiente de oscuridad legislativa por el que estamos atravesando, hace un bien a la justicia. No estoy diciendo, por supuesto, que haya insensatez en nuestros legisladores sino que hemos colocado, sobre la mesa, muchas fichas que, entre sí, se oponen y se contraponen. Por eso requerimos ayuda para salir de nuestro laberinto.

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