Ricardo Muñoz Munguía

 Octavio Paz en su ensayo “El reino de la Nueva España”, incluido en el libro El peregrino en su patria, mencionaba que “una sociedad se define no sólo por su actitud ante el futuro sino frente al pasado”, el gran peso del pasado, la razón del presente, historia que si la vemos de reojo, podría pasar inadvertida, sin suponer el significado que existe con el presente, o el futuro, diría Mario Calderón, quien con lupa busca los diversos símbolos que marcan periodos. De ahí la importancia de la labor de Calderón, que en gran medida se centra en ir al fondo de lo que avizora la historia, de lo escrito en el viento que nos alcanza, y nos rebasa.

Mario Calderón (Guanajuato, México, 1951) es doctor en Literatura Hispanoamericana y actualmente labora como profesor en la Maestría en Literatura Mexicana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Gran parte de su quehacer creativo tiene la principal tarea de aterrizar en los significados que nos rodean y que nos exponen, es decir, Mario Calderón ha inscrito en la literatura el trabajo de una lectura alterna, la que va en desarrollar un ciclo, desatar un gesto, describir lo que nos rodea, el porqué alguien, una persona equis, está también en equis punto, para que el poeta con su mirada honda y conocimiento describa la razón de uno de tantos significados. Tal labor, Calderón la ha insertado también entre la física, y con los físicos ha conseguido demostrar la precisión de sus investigaciones que comprenden el ochenta por ciento asertivo de su trabajo.

Suma poética, de Mario Calderón, recopila poemas de sus libros Después del sueño, Viaje a la otra parte del mundo, Lascas y poemas, Trueno del temporal, Hálito del origen y Deletreo del mundo. Es entonces que en su más reciente libro el poeta, narrador, ensayista y crítico literario, inserta infatigable una serie larga de imágenes, con el acento de su poesía, la que enmarca desde lo prehispánico hasta lo venidero, afianzándose en lo “divisadero” que señala el tiempo, el enorme cuerpo del tiempo. En palabras del escritor Héctor Carreto, “Mario Calderón incorpora al lenguaje poético mexicano moderno términos que desconocemos la inmensa mayoría de los nativos de la gran urbe. Y no sólo estas aportaciones al lenguaje lo convierten en un poeta único, original, sino también por sus aportaciones filosóficas al mundo de la poesía”.

La mirada del poeta traspasa lo que a simple vista nos rodea, arriba a los destellos del significado, a las figuras que se trazan, como bien lo apunta el poeta Calderón en versos de su “Otro conocimiento”: “Intuía nueva vida/ bajo la luz del día/ y mis ojos hurgaban/ tela firme y traslúcida.// Pronto fue nuevo el aire/ y el humus del terreno/ exigía sólo aliento/ para mudar en carne.// Vi restallado el vidrio/ y un cambio equivalía a una grieta;/ las flores eran los éxitos/ y un problema, una piedra.// ¡Lenguaje de Dios!/ ¡Las cosas de mi medio,/ del macromundo signos!/ e igual que entre los mayas/ ‘Como arriba era abajo’”.

En una de las tantas charlas con Mario, reflexiona en los significados de lo que nos rodea en un sentido muy amplio, es decir, no sólo en los objetos, personas, signos…, sino, también, la presencia de la luz, de la oscuridad…, y, por igual, lo que radica en nuestros orígenes, en el sello de nuestros nombres, apellidos; y calderón, lo puedo ver como esa enorme vasija que guarda el fuego que es luz, lumbre que trasforma, líquido al rojo vivo, el de la vida y la muerte.

El volumen que hoy nos ocupa de Mario Calderón, Suma poética (Valparaíso Ediciones, Granada, España, 2014), es un amplísimo panorama no sólo a los temas de lo prehispánico o los símbolos, sino también entre estos versos encontramos nostalgia, erotismo, temor, pasión por el origen que de cierta forma es infancia, además de atender las diversas preocupaciones del poeta con los sueños, la muerte, que, precisamente, cierra su volumen con lo que encumbraba parte de su infancia: “De niño temía la muerte su idea/ plancha densa/ y negra/ pesaba/ sobre mi existencia”, y las horas pasaban, pasaron, y el poeta experimentó que tal temor era una voz que lo empujaba a abrirle las puertas a los distintos rostros de la vida.

Para el escritor guanajuatense/poblano somos parte de una novela, somos porción de la trascendencia, lo que perdura, en cierto modo, como lo enmarcara el mismo Paz en su bellísimo poema breve “Hermandad”, uno de sus más grandes poemas, y con el que cerramos esta colaboración: “Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea”.