EDITORIAL
Cuando el presidente Enrique Peña Nieto trazó de manera subliminal el perfil de quien debía ser el próximo dirigente nacional del PRI, los 12 mil priistas que estaban presentes sintieron un vacío en el estómago. Y es que minutos antes, esa masa partidaria había expresado con el aplauso espontáneo otra cosa: la militancia quería a Manlio Fabio Beltrones.
Peña Nieto, al final del día, supo leer lo que había que leer: las luces de alarma están encendidas. Ni el país, ni su partido resistirían los costos de un mal experimento.
Los resultados electorales de 2015 fueron más que claros. El PRI no cuenta con la aceptación de la sociedad. El “voto duro” ya no alcanza para ganar una elección. La simpatía del electorado y de muchos militantes por las candidaturas independientes acelera la debilidad de los partidos y los coloca en vías de extinción.
El desafío, entonces, va más allá de lo estrictamente electoral. Es de estabilidad, de seguridad nacional. Hoy el punto por resolver es a quién se le va a entregar el poder en 2018. ¿A un proyecto autoritario, anárquico y sociópata como el de Morena?
La responsabilidad histórica que hoy tiene el PRI es evitar entregar la banda presidencial a un dictador.
Por eso —y sólo por eso— no cualquiera puede llegar a la dirigencia nacional de ese partido. En las actuales circunstancias, el rediseño y actualización de ese órgano político sólo puede ser encabezado por alguien que tenga visión y habilidad de estadista.
Y ese alguien es Manlio Fabio Beltrones. Es un lugar común decir que se trata de uno de los políticos más completos que ha dado México.
Más que eso, sabe —como decía François Mitterrand— qué cuerda tocar para que se le obedezca. Sabe para qué sirve el poder y lo sabe usar.
Su trayectoria e imagen es una afortunada contradicción a la moda que hoy rige. No encarna el mito del hashtag, pero tiene el conocimiento y habilidad para construir otro tipo de redes: las redes del poder que son, a final de cuentas, las efectivas para conducir un partido.
¡Bravo! por la juventud del próximo presidente del PAN, Ricardo Anaya, pero la juventud por la que transitan todos los seres humanos no es más que una circunstancia pasajera que no garantiza lo que un partido como el PRI y el país necesitan.
Beltrones representa lo que Miguel de Unamuno decía: es “el hombre y su circunstancia”. De llegar, llegaría al partido el político adecuado, para el momento adecuado.
El apoyo a su candidatura ha resultado ser un fenómeno sui géneris. Se trata de un priista con el que simpatiza no sólo la militancia sino la oposición. Incluso los más recalcitrantes antipriistas reconocen en él a un hombre de Estado.