Carlos Olivares Baró

 La escritora Carla Guelfenbein (Santiago de Chile, 1959) ganó por unanimidad el Premio Alfaguara de Novela 2015 por Contigo en la distancia. El jurado —presidido por Javier Cercas e integrado por Héctor Abad Faciolince, Ernesto Franco, Berna González Harbour, Concha Quirós y Pilar Reyes (con voz pero sin voto)— emitió su fallo inapelable el pasado mes de marzo en Madrid, España.

Contigo en la distancia es una novela de suspense literario construida, con gran eficacia narrativa, en torno a un memorable personaje femenino y al poder de la genialidad. La autora ha sabido entrelazar amores y enigmas con una escritura a la vez compleja y transparente. Tres voces muy bien ensambladas iluminan las zonas oscuras de la mentira y de la verdad, del talento y de la mediocridad, del éxito y del fracaso. Centrada en la ciudad de Santiago de Chile, la historia abarca tres generaciones que, sin saberlo, comparten un secreto poético que es al mismo tiempo un secreto existencial”, dictaminó el prestigiado comité literario.

Con un manejo sugerente de la primera y segunda personas narrativas (yo-tú) empalmadas con una “omnisciencia íntima”, la autora de El resto es silencio (2009) ha edificado un tentador discurso coral de insinuantes conjeturas en que los personajes, arropados en gestos deliberados y concluyentes, se enfrentan a circunstancias retadoras y descubren embarcaderos de los turbulentos entresijos de la vida.

“Lo primero que hago es conocer en detalles a mis criaturas, el espacio donde van a moverse, el tiempo de sus mudanzas, sus prisas y silencios. Mas que el trabajo de un arquitecto mi método, quizás, es más cercano al cine: necesito verlos, necesito tocarlos, vestirlos, desnudarlos en el tablado que voy imaginando para ellos”, puntualizó, en entrevista para La Cultura en México, de Siempre!, la ex directora de arte de la revista Elle.

—Me llama la atención como los personajes de Contigo en la distancia discurren por el yo y el : Daniel habla con Vera desde la segunda persona; pero, también hay una especie de un yo muy arropado en ese y, de igual manera, Emilia está refiriendo en yo arropada en : vaivén entre dos puntos de vistas de raíz flaubertiana…

—Absolutamente cierto. La lección del punto de vista es una de las estrategias fundamentales de un narrador, el mundo existe desde el yo, pero esta es una novela coral, eso esconde y responde a una noción de la realidad que yo tengo: en el fondo, la realidad no existe sino que el entorno existe en la medida en que el yo vive esa realidad y que el vive otra realidad. Lo que tú estás en este minuto mirando de hecho yo lo miro de otra forma: yo estoy viviendo este instante, este instante que se conforma a través del tú y del yo, pero eso sí crea este espacio: primero está la justificación de estas voces corales y por otro, eso que observaste de la novela que me parece interesante que tiene que ver, por ejemplo, en el caso de Daniel, que es quien le habla a Vera: él escoge el tú. Eso me permite expresar un sentimiento muy profundo que tiene Daniel hacia Vera sin necesidad de decirlo: el solo hecho de expresar la realidad, sólo para ella es un acto gigantesco de amor, de tratar traducir la realidad para ella, entonces, hay una lección: él está mostrando su amor. Cuando descubrí esa tonalidad, dije aquí hay un acierto porque me va a permitir mostrar esa relación de afectos desde adentro.

—Novela coral pero, pero de contrapuntos bachianos, la tonalidad es barroca, una suerte de sonata, de fuga… Cuénteme eso, ¿pensó en la música barroca?

Yo no soy tan racional a la hora de escribir. Me gusta mucho la música barroca, pero también la hago entrar por otros canales, no necesariamente el intelectual; en ese sentido, mi escritura es instintiva: mezcla entre una escritura intuitiva en el sentido de que lo que tengo son mis personajes, lo que yo necesito atrapar para comenzar esta aventura de escribir una novela es tener mi personaje, y cuando digo tenerlo es poseerlo, incluso, hay aspectos de su biografía que yo no conozco, que yo misma voy descubriendo en la medida que escribo. Todos esos secretos, todos esos misterios, no los sabía, los fui conociendo junto con mis personajes, ellos se van revelando. Inicialmente sé que entre Vera y Emilia hay un lazo pero no sé qué lazo, lo descubro en la medida en que lo escribo, en ese sentido todas esas cosas que van sucediendo tienen que ver con el instinto de poder perseguir a mis personajes… Yo a mis personajes los tengo que sentir muy profundamente, tengo que poder mirar y por eso es ese punto de vista, el mundo a través de los ojos del yo y el .

—Cada vez que los personajes de su novela se enfrentan a una circunstancia, tienen que edificar gestos, conductas arropadoras…

Exploro el interior del personaje, que es el diálogo con el mundo. Armo un triangulo: diálogos, gestos y miradas. La gestualidad, parte intrínseca de una realidad. Nosotros nos movemos en el mundo, somos un cuerpo que nos movemos en el mundo…

—Me atrevería a decir que la columna central de la novela es Emilia, por quien conocemos a los otros. Usted mezcla muy bien lo íntimo con lo exterior… Andan por ahí retumbos de Virginia Woolf, Clarice Lispector, Flaubert, Dickens…

A Flaubert lo leí desde siempre y a Balzac también; sin embargo, creo que mis raíces literarias, lo que realmente me conmovió fueron las lecturas que hice de la española Carmen Martin Gaite: leerla fue como ver la luz, justamente por esta compasión que ella tiene por los personajes, esa sencillez y profundidad conmovedora. Esta novela tiene infinitos guiños a la vida y obra de Clarice Lispector, algunas anécdotas están tomadas de su biografía.

—Fabulación en la cual el lector tiene que especular, y gracias a un personaje que “cae mal” desde un inicio: Gracia, la esposa de Daniel, el lector va descubriendo hechos: una especie de progresión…

—A mí también me cae mal Gracia (risas): intenté matizarla y poder entrar en los motivos que la hacen ser como es… no pude tratarla con la misma compasión con la que trato a todos los demás; ahora, no sé si se nota que me cae mal, el problema es que sí, yo quisiera que no se notara, y que tuviera la misma imparcialidad que tengo, con respecto a los otros personajes. No tengo preferencia con ninguno de mis personajes. Construyo un cosmos que concuerda con lo real.

—A qué atribuye usted que el Nobel Coetzee sea uno de sus lectores más cabales; incluso su tono como narrador es diferente al suyo, preocupaciones diferentes… a qué atribuye que el autor de Desgracia esté enamorado de sus libros.

—No lo sé; a él le han gustado mucho mis textos; ha hablado de la humanidad de mis personajes, creo que ahí hay un cruce con su literatura. Él es crudo respecto a sus personajes y asimismo, en toda su biografía pero hay una gigantesca humanidad, eso es lo que finalmente terminó encontrando, una manera correcta de expresar la bajeza y la grandeza de la humanidad, que yo creo que busco y ahí está, y él también lo hace en sus novelas.

—A mí me parece que los personajes de Coetzee afrontan la desgracia con total integridad y los personajes suyos también…

Puede ser que por ahí haya una empatía con el narrador sudafricano a quien tanto admiro.