BERNARDO GONZALEZ SOLANO

El viernes 14 de agosto de 2015 queda ya inscrito en la historia. El secretario de Estado de EUA, John Kerry, y el canciller cubano, Bruno Rodríguez, sellaron el acto con un apretón de manos tras muchas décadas de frialdad diplomática. El pasado 20 de julio, en Washington, se había izado ya la bandera cubana en su sede diplomática. El representante estadounidense ensalzó la actitud de los presidentes Barack Hussein Obama y Raúl Castro de no querer ser por más tiempo “rehenes de la historia” y abogó por continuar el deshielo entre ambos países. El encargado de las relaciones exteriores del Tío Sam  reconoció que “el camino es largo, por eso tenemos que empezarlo en este mismo instante” y admitió que “las políticas del pasado no llevaron a una transición democrática” aunque “seguimos convencidos de que lo mejor para los cubanos sería una democracia auténtica, donde el pueblo elija a sus líderes”.

En una soleada mañana, con el calor característico del verano, la sencilla ceremonia con pocos invitados –en la que no estuvieron presentes miembros de la oposición cubana, aunque más tarde algunos de ellos se reunirían con Kerry en la residencia del encargado ad interim de la embajada gringa, Jeffrey DeLaurentis–, tenía una enorme carga simbólica: los cubanos presenciaron la izada de la bandera estadounidense, la misma que en innumerables ocasiones habían quemado en actos de protesta contra el “imperio”. Sin duda, ese día terminaba un largo enfrentamiento de dos países vecinos enemigos durante décadas, desde que el presidente Dwigth Einsenhower rompió las relaciones diplomáticas con el gobierno de los “barbudos” que habían luchado en Sierra Maestra y derrotado a Fulgencio Batista.

Kerry, en su discurso repasó los episodios cruciales del enfrentamiento entre ambos gobiernos, empezando con la propia revolución dirigida por Fidel Castro Ruz que triunfó al inicio de 1959, el intento de invasión de Bahía de Cochinos (1961), y la Crisis de los Misiles (1962) –que puso al mundo al borde del conflicto nuclear–, y lamentó que la enemistad se alargara hasta tres décadas después del final de la Guerra Fría tras el derrumbe de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS). Y aclaró: “Durante todo este tiempo las relaciones  entre Estados Unidos y Cuba permanecieron enclaustradas en el pasado”.

Respecto al embargo económico que desde 1962 mantiene el gobierno de EUA sobre la isla, Kerry precisó: “El embargo ha sido una calle de dos direcciones y en ambas hay que eliminar trabas”. Al respecto, Cuba reclama al gobierno de Washington más de 100,000 millones de dólares por los daños derivados del bloqueo económico. Un día antes de la ceremonia de la bandera, el jueves 13, con motivo del cumpleaños 89 de Fidel Castro, el comandante escribió en el periódico Granma un artículo en el que señala que “EUA deba pagar cuantiosos millones de dólares por los daños causados por el bloqueo a la isla”. En fin, las palabras del hombre de Obama en La Habana fueron  conciliadoras aunque no dejó de reivindicar el convencimiento de su gobierno de que el sistema político de la isla debe cambiar: “Seguiremos reclamando al gobierno de Cuba que cumpla sus obligaciones según las convenciones de derechos humanos interamericanos y de la ONU”.

En una conferencia de prensa posterior, en un salón del Hotel Nacional, se reunieron John Kerry y el ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez. El representante del presidente Raúl Castro afirmó que su gobierno “da la bienvenida a las empresas estadounidenses que quieran aprovechar las oportunidades” y, con el característico buen humor y picardía de los cubanos, Rodríguez metió pulla en el tema más controvertido en las relaciones bilaterales: “Nosotros también estamos preocupados por los derechos humanos en Estados Unidos”. Ahí mismo, el poeta cubano-estadounidense Richard Blanco –que recitó un poema en la toma de posesión del presidente Barack Obama–, leyó en inglés un poema titulado Cosas del mar. Además, tres veteranos marines que arriaron la bandera de la embajada de EUA en 1961, entregaron el lábaro a los soldados de la actual guardia de la embajada. Lo dicho, puro simbolismo. Entre los cubanos que acudieron a curiosear estaba Marta Caballero, afrocubana de 56 años de edad, que declaró a un periodista que cubría el acto: “El negrito –en referencia a Barack Obama–, ha hecho lo que no hizo ningún blanquito (aludiendo a los demás presidentes estadounidenses)”.

Sin duda, todo este proceso diplomático entre cubanos y estadounidenses ha llevado tiempo. De lado y lado. El éxito del casi nonagenario Fidel Castro Ruz –aunque oficialmente las loas correspondan a su hermano Raúl, que “apenas” cuenta con 84 años, por lo que ha prometido que en 2018 se retirará del poder–, el legendario comandante (que “mandó parar” y provocó que la isla se detuvieran en el tiempo, como una instantánea con una vieja cámara fotográfica, de las que ya no hay), no es haber sobrevivido a diez presidentes de EUA desde que triunfó su movimiento en Sierra Maestra lo que le permitió entrar jubiloso a La Habana el 1 de enero de 1959, sino haber convencido (“engatusado” dicen algunos) a todo un pueblo (el cubano, obviamente), y a muchos otros de las cercanías y lejanías (como a la desaparecida Unión Soviética), de que el paraíso no está en el “cielo”  sino en la más grande isla del archipiélago de las Antillas que cuenta con 11 millones 250 mil habitantes, y que el pago para darse el “lujo” de vivir en la legendaria patria de José Martí era aprender a soportar los absurdos de una dictadura comunista dirigida por los hermanitos Castro Ruz, siempre listos para sacrificarse por sus hermanos de raza hasta los cien años de edad o hasta que el cuerpo aguante, como Fidel, que está a once años de cumplir el siglo. Muchos no lo veremos pero él sí, pues para eso se pintan  solos los santeros cubanos protegidos por la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, que en la santería Orisha se identifica con Oshun. De otra suerte no puede entenderse tanta longevidad.

En cierto, sin embargo, que el deshielo entre Cuba y  EUA obliga a que algunas capitales europeas y del continente americano –aparte del grupo de países bolivarianos discípulos fervientes del régimen castrista, como el problemático gobierno venezolano dirigido por el heredero de Hugo Chávez que va de tumbo en tumbo–, diseñen nueva estrategia para su trato con La Habana. Además, dicen los expertos, que la progresiva normalización de las relaciones diplomáticas y económicas entre los antiguos enemigos va a tener consecuencias inevitables en el tablero geoestratégico americano. Por ello, la Unión Europea deberá renovar su estrategia no solo con La Habana sino con todo Hispanoamérica, que le permita estrechar sus lazos con esta parte del mundo que juega una posición central en la revitalizada área del Pacífico. A corto plazo, incluso “países hermanos”, como México, tendrán que revalorar sus relaciones con el régimen cubano, pues el giro diplomático cubano-estadounidense originará mayor presencia empresarial extranjera en la isla. Capitales que podrían llegar a México podrían enfocarse al sitio de moda: Cuba. El turismo es campo prometedor. De no mejorar instalaciones y servicios en México, el turismo internacional, aparte del procedente de EUA, se irá con los cubanos, chico. Así de fácil. No se olvide que eso de la “hermandad latinoamericana”, solo sirve para los discursos en las cumbres internacionales, y nada más. Si en algo priva el pragmatismo, es en el campo económico. Hasta ahí llegan los lazos de sangre, lo demás es cuento.

En tanto, todavía falta mucho para hablar de una normalización completa en las relaciones de Cuba y Estados Unidos de América. Tras las ceremonias de izado de banderas llega el momento de la verdad. Qué bueno que John Kerry haya ido a Cuba después de 70 años que no lo hacía un Secretario de Estado. Ahora empieza el capítulo sustancial, que incluye el levantamiento del embargo (en manos del Congreso con mayoría republicana, reacio a aprobar las últimas jugadas de ajedrez internacional del presidente Obama), y, sobre todo, la apertura plena de Cuba al mundo: libertad de prensa, elecciones libres con nuevos partidos, aparte del comunista, libertad de desplazamiento desde y a la isla, etcétera. El camino todavía es largo. Ojalá. VALE.