Carmen Galindo

Más que como una simpatía por el socialismo, la relación del escritor colombiano con Cuba se antoja como una relación personal con Fidel Castro. Por eso vale la pena recuperar el comienzo de su amistad.

Prehistoria de una amistad

El calendario está abierto en el 9 de abril de 1948. El escenario es Bogotá, Colombia. Se desarrolla la IX Conferencia Panamericana, promovida por los Estados Unidos, muchos presidentes, dictadores varios de ellos, se reúnen con el propósito de declarar fuera de la ley el comunismo. Esta conferencia es el antecedente de la Organización de Estados Americanos, la OEA, que, en efecto, se pronuncia contra las que califica de acciones subversivas.

Al mismo tiempo, un joven estudiante cubano, de nombre Fidel Castro, encabeza la protesta con la organización de un Congreso Latinoamericano de Estudiantes, patrocinado por el peronismo argentino. Los estudiantes provienen principalmente de Panamá, Costa Rica, México, Venezuela y Cuba. Las demandas son inmejorables y algunas todavía vigentes: devolución del canal de Panamá y de las Islas Malvinas, la independencia de Puerto Rico, condena a la dictadura de Trujillo en República Dominicana. El candidato liberal Jorge Eliezer Gaitán, virtual ganador de las elecciones, queda con el joven cubano de participar en la ceremonia de clausura del congreso estudiantil. Lo que sigue es historia. El asesinato de Gaitán a la salida de su oficina, el linchamiento de su probable asesino Juan Roa Sierra. De inmediato, la ira de un pueblo incontenible destruyendo, apedreando, y enseguida la represión del gobierno conservador que ocasiona entre 500 y tres mil muertos. El descontento del pueblo había incendiado y causado el derrumbe de 147 edificios. La pensión en la que vive el joven escritor y periodista Gabriel García Márquez también es incendiada. Fidel, con sus propia palabras, describe cómo percibió aquello “la gente comenzó a reunirse como un remolino, como un ciclón” y el futuro guerrillero de Sierra Maestra toma, por primera vez, un arma: “recuerdo que salí de allí con un ´hierro pequeño´ que fue la primera arma que yo agarré para tener algo en la mano”. (En sus palabra, Fidel se refiere a que es lo primero que encuentra, pero también es la primera vez que sale armado al lado de un pueblo indignado).

            Antes, relata Fidel, se encontraba a unas cuadras de la oficina de Gaitán y hacia allá se dirige, “llegué a un parque y vi a un individuo dando palos, golpes, tratando de romper una máquina de escribir y pasando tanto trabajo para romperla, que le dije: “Espérate, no te desesperes, dame acá” y agarré la máquina de escribir y la tiré hacia arriba, fue lo que se me ocurrió para ayudar a aquel hombre”. “Ese individuo, dice García Márquez, era yo”, aunque lo recuerda con una variante, el escritor tira la máquina por la ventana y cae, rota, al lado de Fidel. De cualquier modo, es la prehistoria porque ni Fidel era todavía Fidel, ni Gabo, Gabo. En Colombia, había estallado el Bogotazo, el principio de la era de la violencia.

Al triunfo de la revolución

Como su principal trinchera ideológica, los cubanos crean una agencia propia que lleva el nombre de Prensa Latina. Esta agencia surge en 1961 y entre sus fundadores están el escritor argentino Rodolfo Walsh y Gabriel García Márquez, quien, salvo por la prehistoria, todavía no conoce a Fidel.

García Márquez, mensajero entre Fidel y Clinton

Entre 1994 y 1998, el Nobel cumplió labores de intermediario secreto entre Fidel Castro y Bill Clinton, entonces presidente de los Estados Unidos. Su primera intervención, en 1994, fue a propósito de la llamada “crisis de los balseros”. Los balseros eran en su mayoría delincuentes que Clinton amenazó, una vez capturados, meter en la cárcel militar de Guantánamo. A su vez, Fidel había amenazado con dejar salir a todos los que quisieran. Después de las negociaciones, en que además Clinton y García Márquez elogiaron a Faulkner, se acordó que Fidel trataría de impedir la migración y demandó a Clinton el fin del embargo y la apertura de embajadas. Esta gestión se hizo a petición de Carlos Salinas de Gortari y fue en su avión (se dice que privado) que García Márquez se trasladó a Estados Unidos. Y el entonces Presidente de México reconoció “la inteligencia y aplomo extraordinario de García Márquez en esta misión”.

            También lo felicitó Thomas McLarry, asesor de Clinton en asuntos latinoamericanos, cuando García Márquez fue en 1997, por encomienda del Comandante Castro, a denunciar la ola de atentados a hoteles y restaurantes cubanos perpetrados por anticastristas de Miami para impedir el despegue turístico de Cuba. McLarry le dijo: “su misión era de enorme importancia y usted la cumplió muy bien”.

            La tercera misión de García Márquez fue en 1998, cuando recibió de manos de Fidel un “memorándum secreto”. Según se dice había varios temas, pero el principal era que la inteligencia cubana había conocido un plan terrorista de anticastristas de Miami para volar un avión que saliera de Cuba a Estados Unidos o de Estados Unidos a Cuba. Como Clinton no estaba en Washington, el escritor se entrevistó otra vez con Thomas McLarty, asesor de política exterior de Clinton y conocido como el “zar del contraterrorismo”. Ya reunidos, unos días después, con Clinton en la Casa Blanca, además de otros funcionarios, el Presidente de Estados Unidos envió un equipo del FBI a La Habana. García Márquez reiteró la petición de Fidel de normalizar las relaciones bilaterales con la apertura de las embajadas. El resultado fue la condena de varios agentes cubanos presos en Estados Unidos, que Fidel lamentó, porque eran su “mejor fuente de información de actividades terroristas contra nuestro país”. De este viaje, el escritor comentó: “No llevaba notas personales, pero conocía el mensaje al dedillo”. Y la misión, dijo, estuvo llena de “sobresaltos e incertidumbres”, pero valió la pena.

García Márquez y su taller de cine en Cuba

El escritor afirma que junto a la literatura, “lo mío es el cine”. Y así es. Ha colaborado en numerosos guiones cinematográficos, como Tiempo de morir, dirigida por Arturo Ripstein; En este pueblo no hay ladrones de Alberto Isaac o El año de la peste, de Felipe Cazals, sólo para recordar algunas películas filmadas en México. Entre sus numerosos guiones, sólo citaré otro. Para García Márquez, la obra perfecta de la literatura, es Edipo rey, de Sófocles y su admiración la convierte en argumento de cine para la película titulada Edipo alcalde.

            En los cincuentas, en un intento de convertirse en realizador cinematográfico, García Márquez asiste al Centro de Experimentación en Cinematografía de Cinecittà, de Roma, en donde su maestro fue nada menos que Cézare Zavattini. De todo esto queda constancia en La santa, uno de los llamados Cuentos peregrinos en que el escritor aparece con su nombre y como estudiante del guionista del neorrealismo italiano. García Márquez decía que lo único que había estudiado era cine y del cine, sólo el neorrealismo y que el realismo mágico era hijo del neorrealismo. Pues bien, el proyecto más importante de García Márquez con Cuba es su taller de guion. Testimonio de este taller consta en un libro de García Márquez que se titula La bendita manía de contar. Ahí uno se entera que es el único taller literario (o de cine, da igual) en que los alumnos terminan el curso sin escribir una sola línea. Ciertamente, el colombiano, lo que es un lujo, los guía, pero los alumnos sólo cuentan –jamás escriben- su historia. Él pregunta y los estudiantes, poco a poco, van construyendo la trama. Insólito y perfecto, se trata de tener en mente la historia completita antes de ponerla sobre el papel. De paso, es obvio, es un vistazo al laboratorio de su literatura, su fidelidad a la literatura oral.

Qué admira de Fidel

Considera que el Comandante Castro tiene la convicción de “que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar al hombre y empujar la historia”. Piensa que “la tribuna del improvisador es su medio ecológico perfecto”. No lo dice así, pero considera que es la adaptación del comunismo al Caribe: “Ha incorporado a martí al torrente sanguíneo de una revolución marxista”. Y lo que no podía faltar, considera que Fidel es obsesivo, aunque trata de convencer sin darse tregua hasta en lo nimio: “esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está ahí para ganar”. Pero eso sí, “es el antidogmático por excelencia”.

            En “El Fidel que yo conozco”, texto de 2009, el colombiano precisa: “La esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos”. Y si de pensar se trata puede adelantarse al futuro, pues tiene la “facultad de vislumbrar la evolución de una idea hasta sus últimas consecuencias” y esto no viene por iluminación, sino es resultado de “un raciocinio arduo y tenaz”.

            Pero lo más hermoso que dice de Fidel y que de algún modo también refleja a García Márquez es esta frase: Es “incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal”. Y la prueba en esta otra reflexión: “ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal”.