Peso y petróleo
Félix Fuentes
Las devaluaciones del peso son históricas, desgastantes, y políticos del PAN y el PRD las mencionan para denostar a regímenes priistas de Echeverría, López Portillo y De la Madrid.
En el actual sexenio, nuestra divisa ha perdido 26% de su valor y sorprende que el presidente Peña Nieto encuentre lados positivos en ese desliz imparable.
Después de correr 10 kilómetros en menos de 51 minutos, lo cual sorprendió a deportistas en general, el primer mandatario conservó el aliento y quiso tranquilizar a quienes temen un peor desastre financiero.
Dijo el presidente que la relación entre una moneda devaluada y una situación agobiante “no siempre es adecuada” y ello genera “cierto escozor entre la gente…”
A su juicio, la pérdida de valor del peso también es positiva porque “da a nuestro país condiciones de mayor competitividad (y) lo hace más atractivo”.
Considera el jefe del Ejecutivo que el turismo atrae mayor número de visitantes, y “esto sucede en varios países”.
Manifestó, asimismo, que el entorno mundial es complicado y el mayor número de monedas se deprecia frente al dólar.
Sin embargo, el sector empresarial difiere de ese criterio porque los ingresos turísticos no compensan la compra de insumos para la industria, ni la importación de alimentos y vestuario.
Cifras oficiales indican que más de 50% de los consumos básicos de México provienen del extranjero, principalmente de naciones orientales y de Estados Unidos. A partir de los gobiernos tecnócratas y panistas se desplomó la producción agropecuaria y de pequeñas y medianas industrias.
Al gobierno federal se le acabó la panacea petrolera. Dejó de cobrar impuestos hasta de 70% a Pemex, dinero con el cual emparejaba sus déficit presupuestales. Por ello, merced a la reforma fiscal, son aplicadas las onerosas cargas fiscales y esto desespera a la clase empresarial y a contribuyentes en general.
Hace un año, el barril de la mezcla de petróleo valía 102 dólares y hoy está debajo de los 40. La caída será más profunda si a Barack Obama le aprueba su congreso el convenio nuclear con Irán y a éste país se le abren las puertas para inundar el mercado internacional con sus enormes reservas del crudo.
En ese panorama de angustias, la fallida dirección general de Pemex convence al líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, para elevar la edad de jubilación de los trabajadores en diez años y dar de baja a por lo menos el 10% de ellos.
Con el mayor número de años en las jubilaciones, Pemex disminuiría sus pasivos en 17%. ¿Y qué con el 83% asfixiante?
El dinero de las disminuidas ventas petroleras ya no alcanza para comprar los excedentes de gasolina que se requieren y así son pagadas las consecuencias de no construir nuevas refinerías y dar el mantenimiento adecuado a las existentes.
En el más allá, don Jesús Reyes Heroles ha de seguir furioso, diciendo a tecnócratas y panistas: “se los advertí, entreguistas”.
El pesito continuará en caída libre y no serán los turistas quienes lo salven.
