Bernardo González Solano
Según el Eurobarómetro (de la Comisión Europea) publicado el viernes 31 de julio, “la inmigración se ha convertido en la principal preocupación de los europeos”; el número de ciudadanos que se declara preocupado por la inmigración ha subido 14 puntos en los últimos seis meses, pasando de 24% al 38% y se coloca por encima de la inquietud por la situación económica (27%) o el desempleo (24%). Alemania y Malta están a la cabeza de los países más preocupados por la crisis migratoria que se ha agudizado en este 2015. Qué bien que los europeos se preocupen por la ola migratoria que al paso de los días crecerá aún más. Qué malo que no haya publicaciones que informen de las profundas preocupaciones de los desdichados emigrantes. Por regla general, nadie se va de su país de origen por simple gusto, sino obligado por las circunstancias, que siempre son catastróficas. El hambre, la persecución gubernamental, la guerra o fortísimos fenómenos naturales son las principales causas para que alguien abandone a la madre patria.
Bien lo cuenta la escritora de origen checoslovaco, Monika Zgustova en su artículo “Historia de refugiados” al narrar las peripecias de su familia cuando tuvo que abandonar Checoslovaquia: “Nuestra experiencia no fue sino una pequeña gota en el mar que formaron los exiliados europeos que, a partir de la I Guerra Mundial, inundaron el mundo entero. El siglo XX europeo con sus ideologías esclavizantes, guerras mundiales y guerras civiles, dictaduras y totalitarismos ha generado olas de refugiados que en algunos casos cambiaron el mapa étnico de las grandes urbes europeas y americanas. Alemanes, rusos, españoles, judíos, checos…todos ellos en algún momento huyeron de algún horror”.
Continúa Zgustova: “Mientras que los europeos huían de la barbarie, en la mayoría de los casos encontraban un país que los acogiese. En la actualidad, los descendientes de esos europeos se muestran altamente insolidarios con esa nueva ola de necesitados…y que provienen del Oriente Próximo, esa parte del mundo que, en parte por culpa de Occidente, está en llamas. Europa es reacia a aceptarlos, cada país tiene sus problemas y todos temen que sus votantes no vean con buenos ojos una oleada de refugiados…La Europa contemporánea debería mostrarse generosa y brindar amparo a esos refugiados, y no solo por motivos humanitarios: los que hoy huyen de la barbarie, mañana enriquecerán nuestro continente”.
Así las cosas, según el informe de tendencias globales presentado el jueves 18 de junio (para “festejar” el Día del Refugiado) por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), se constata que una media de 42,500 personas huyeron de sus casa diariamente, lo que representa que los desplazados forzosos por los conflictos son actualmente más que los registrados durante la Segunda Guerra Mundial. Se contabilizaron 19.5 millones de refugiados –2,8 más que en 2013– y 38,2 millones de desplazados internos –4,9 más que en 2013–. Lo que significa que la cifra se ha cuadruplicado en cuatro años. Casi dos millones de personas están a la espera que se resuelvan sus solicitudes de asilo. Solo en 2014 la Unión Europea recibió 570,000 solicitudes de asilo.
La representante de ACNUR en España, Francesca Friz-Prguda, explicó al presentar el documento: “Además de conflictos que se perpetúan durante décadas, en los últimos cinco años han estallado o se han reactivado al menos otros 15. Ocho en Africa; tres en Oriente Medio; tres en Asia, y uno en Europa (Ucrania). Pocas de estas crisis se han resuelto y siguen generando desplazamientos”…”Más de la mitad de quienes se embarcan en travesías por el mar Mediterráneo, el sudeste asiático, el golfo de Adén y el Mar Rojo son refugiados que usan las mismas vías que los inmigrantes económicos”. Agregó que en 2014 casi 220,000 personas entraron en Europa por el Mediterráneo y 3,500 perdieron la vida. Y en lo que va del año (hasta el mes de junio) han arribado 100,000, de los cuales casi 1,000 han muerto ahogados.
Todos los días crecen las recriminaciones en todo Europa por el flujo de migrantes, así como en Turquía, donde Recip Tayyip Erdogan señaló que en su país se ha dado asilo a dos millones de refugiados que huyeron de Irak y Siria: 300,000 sirios y un millón 700 iraquíes. En otros países también se han mostrado contra la oleada migratoria. Milos Zeman, presidente de la República Checa, afirmó en Praga que “nadie los ha invitado…y si no les gusta, váyanse”. En Eslovaquia, los habitantes de Gabcikovo votaron en contra de aceptar a 500 migrantes que permanecen en Austria cuyas autoridades ya habían pactado su traslado con las autoridades eslovacas.
La oleada migratoria con destino al norte, utilizando el eurotúnel entre Calais (Francia) y Dover (Reino Unido), ya se convirtió en otro embrollo internacional con consecuencias insospechadas, pues los desesperados inmigrantes tratan, todas las noches, de subirse a los trenes de carga –a semejanza de los centroamericanos que usan la “bestia” que los conduce a territorio estadounidense cruzando todo México– o a un camión que también utiliza el moderno túnel. El viaje es una apuesta con la muerte. Cruzar a bordo de un tren o de un camión representa una aventura que puede terminar en la fosa. No es nada fácil cruzar 50 kilómetros bajo el mar, a 40 metros de profundidad, aunque el recorrido se haga en 35 minutos. De junio a la fecha nueve inmigrantes han fallecido en el intento. Lo peor del caso es que la opinión pública británica no reacciona humanitariamente, como si el asunto no tuviera que ver nada con ellos. A esa indiferencia contribuye el propio primer ministro inglés conservador, David Cameron, que a fines de julio en una gira por Asia se comportó como un escandaloso tabloide británico en cruzada personal contra la inmigración ilegal.
Ante las cámaras de televisión que lo entrevistó en su gira, Cameron mostró su faceta racista: “Lo que tenemos es una plaga de gente que ha venido a través del Mediterráneo…Buscan una vida mejor y quieren venir a Gran Bretaña porque en nuestro país hay trabajo, la economía está creciendo y es un lugar increíble para vivir”. Lo escandaloso del caso es que el recién reelegido primer ministro británico utilizó las palabras “swarm of people” (literalmente , “enjambre de gente”, aunque con un doble sentido despectivo como “plaga” o “nube de insectos”). Ni que decir que esta declaración del inquilino del número 10 de Downing Street en Londres levantó una tormenta de críticas en su contra, por la ofensiva retórica “incendiaria” y “xenófoba” ante la crisis humanitaria de los desesperados inmigrantes que tratan de llegar a Inglaterra cruzando por el eurotúnel.
Cameron olvidó el refrán que dice: “en boca cerrada no entran moscas” y los laboristas se le fueron encima. Así, Harriet Harman, cabeza provisional de los derrotados laboristas, no se anduvo por las ramas: “Alguien debería recordarle al primer ministro que estamos hablando de personas y no de insectos”, a lo que se agregó Jeremy Corbyn, el principal candidato a dirigir el laborismo, que lo condenó por usar “un lenguaje inflamatorio, incendiario e inapropiado para un primer ministro” y lo acusó de contribuir a la xenofobia con su retórica. Lo mismo hicieron grupos de derechos humanos que criticaron a Cameron por su visión simplista, lejana y “deshumanizada” de una crisis que ya ha costado varias vidas. Por ejemplo, Lisa Doyle, dirigente del Consejo de Refugiados: “Es extremadamente decepcionante escuchar al primer ministro usando un lenguaje tan irresponsable…Esa no es la manera de describir a los hombres, mujeres y niños desesperados que han huido para salvar sus propias vidas atravesando el Mediterráneo”.
Quizás el más dramático haya sido Don Flynn, director de la Red de los Derechos de los Inmigrantes, que en declaraciones al periódico The Guardian, denunció el “psicodrama” creado por los medios conservadores británicos y las propias palabras de Cameron: “No estamos hablando de una peste, sino de personas racionales que asumen riesgos enormes para llegar a lo que creen que será una vida mejor. La política para tratar con los refugiados tiene que volver a su base humanitaria. En los últimos 15 años, nuestra política ha consistido sobre todo en levantar alambradas. Durante un tiempo se rompió el ciclo, pero volvemos a donde estábamos. Y las personas están muriendo a diario”.
Lo peor todavía no sucede. El buen tiempo del verano anima a los migrantes a cruzar el Mediterráneo –incluso a nado, aunque parezca increíble: de ese tamaño es su desesperación–: del 30 de julio al 1 de agosto (solo tres días) la Guardia Costera Italiana ha socorrido a 3,917 personas en el mar. En distintas operaciones de salvamento, un total de 887 fueron auxiliadas el 30 de julio; 1,230 el 31 de julio; y otras 1,800 el 1 de agosto. Ante la desesperación de los inmigrantes, la mayoría de los países europeos voltean la cara a otro lado. La eterna condición humana: primero yo, después yo, y luego yo. VALE.