La realidad
Humberto Musacchio
La semana pasada apareció en varios periódicos un desplegado en el cual la Secretaría de Educación Pública anunciaba el regreso a clases. El documento echaba mano de viejos lugares comunes: “La educación nos abre las puertas del futuro y el saber”, “la escuela es el segundo hogar de nuestros hijos” o “en las aulas se preparan para la vida y para ser mejores seres humanos”…
Otros conceptos aparecidos en el desplegado rinden homenaje a los maestros: “El maestro es el encargado de rescatar lo mejor de ellos mismos” (¿de los maestros?), “el maestro les trasmite (¿a quiénes?) conocimientos y valores. Les enseña a distinguir lo correcto de lo que no lo es, lo bueno de lo malo” (y de lo regular, lo demagógico y lo pagado con dinero público, como la actual campaña de linchamiento de los mentores).
“Educar —sigue el chorizo de lugares comunes— es una tarea social y cultural que pone el acento en el derecho de los niños a la educación” (y de los ciudadanos a un gobierno eficiente y honrado); “toda esa tarea no sería posible sin la labor infatigable de los maestros de México (esos mismos a quienes los gacetilleros de la SEP tildan de hato de flojos)…”
“En la escuela —sigue el desplegado—, todos los días, alumnos y maestros leen, enseñan, aprenden, hacen deporte (¿de veras, en qué instalaciones deportivas, con qué implementos?), descubren algo nuevo de la vida” (sí, que tenemos autoridades irresponsables e ineficientes y que tres de cada cinco padres carecen de un empleo con seguridad social). Maestros y alumnos “son la fuerza moral que hará posible una educación encaminada a la justicia y la democracia” (sí, eso sí).
Tan optimista documento choca con la realidad. Un informe dado a conocer recientemente señala que 40 por ciento de las escuelas carecen de agua, de excusados o de otros elementos indispensables para la seguridad y el bienestar de los educandos. Ésos son problemas viejos que siguen sin solución, entre otras cosas porque el presupuesto que se podría destinar al mejoramiento de las escuelas se emplea en mantener a los treinta mil “comisionados” del sindicato charro y a los aviadores que pueblan las nóminas de la SEP, los que sólo aterrizan los días de quincena.
Pero la malhadada reforma chuayffetiana no va más. Esta vez Hacienda le propina el golpe definitivo por una vía más eficaz que los paros y manifestaciones. Simplemente le recortará el presupuesto a la SEP, lo que obliga a despedir a la mitad de los trabajadores por honorarios y una cuarta parte del personal eventual, todo según el Proyecto de Presupuesto de Egresos 2016.
De modo que tanta demagogia, tanta mentira y tantas ofensas a los maestros no bastaron para mejorar la educación. Otra vez será, pero tendrá que ser con la participación de los profesores, no contra ellos.