Congruencia de dos insurgentes

Marco Antonio Aguilar Cortés

El 30 de julio de este año se cumplieron 204 años del fusilamiento de Don Miguel Hidalgo y Costilla. El Don, así con mayúsculas, lo tuvo bien ganado.

Desde niño, hasta el día de su muerte, no fue ni dócil ni sumiso. Fue disciplinado, sí, pero la mansedumbre nunca la tuvo. Fue un insurgente; y jefe de insurgentes.

Su realidad y estudios escolares lo condujeron a una rebeldía que desembocó en revolución independentista, libertaria, anticastas y reivindicatoria económica a través de la reintegración, a los indígenas, de sus terrenos poseídos antes de la conquista y el despojo.

Que Hidalgo tuvo defectos humanos, desde luego, siempre fue humano; empero, sus cualidades, también humanas, lo convirtieron con toda justicia en Padre de la Patria.

Educador indiscutible, siempre será el permanente rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Fue crítico y rebelde hasta en la teología, disciplina que en su tiempo resultaba ser el eje pedagógico de todo.

Citando a Tulio, o sea, a Marco Tulio Cicerón, juzgaba “perversa obstinación… mantenerse con bellotas después de descubiertas las frutas…” Las bellotas eran la teología escolástica de Tomás de Aquino desplantada del pensamiento aristotélico, y enseñada en forma seca, inútil, sin vínculo alguno con la vida concreta de finales del siglo XVIII y principios del XIX; mientras que las frutas deliciosas eran los conocimientos novedosos históricos, geográficos y sociales de aquellos tiempos.

Buscaba, Don Miguel, la positividad científica para generar productividad real a favor de los humanos, dejando de lado “las sutilezas escolásticas” que sólo sirven para “pervertir el buen gusto y perder el tiempo”.

Hidalgo visualizaba a Dios prefiriendo seres humanos que, con estudio, trabajaran el campo e industrializaran las moreras y el gusano de seda, o la apicultura para la obtención de variados productos.

La vida se mal usaba en los entresijos absurdos, misteriosos, oscuros, de lobreguez tenebrosas, de una Edad Media que no terminaba de irse.

En lugar de utilizar la existencia para cosas benéficas a la vida de los hombres, (como tener una patria independiente, ser libres dentro de ella, sin castas para ser iguales todos, y justos con las culturas originales de este continente, vencidas y explotadas a través de imponer esclavitud a sus aborígenes) se manipulaba a los seres humanos conquistados a través de una teología docta en ignorancia, y pletórica de inepcias tan vagas como ociosas.

Congruente con sus principios, y llegado el momento histórico, Don Miguel Hidalgo siguió rebelde, creando un símbolo insurgente eficaz y poderoso: la Virgen de Guadalupe, tan morena como humillada por el blanco conquistador europeo.

Los dos subversivos: la virgen y el cura fueron fusilados, más veces ella que él, y ambos, por ser congruentes con sus valores, han sobrevivido en la conciencia popular.