Bernardo González Solano
Lo que vivieron los mercados financieros y la cotización del precio de la mezcla mexicana el lunes 24 de agosto no fue precisamente el “sueño” de una noche de verano, sino la pesadilla de muchas semanas y meses; lo peor, es que todo indica que el precio del petróleo continuará a la baja –el día 24, la mezcla mexicana se redujo a 33.71 dólares por barril–, y las bolsas en todo el mundo en picado. Wall Street cayó el 4% en sus principales índices bursátiles. Para completar el drástico cuadro, ese mismo día el peso mexicano bajó a 17.50 por dólar, 20 por euro y 26 por libra esterlina. Panorama que las autoridades federales consideran “aceptable”, pues “hay otros países que están peor”, Enrique Peña Nieto dixit.
En otras partes no están tan resignados. La agencia iraní de noticias Shana difundió la propuesta de Bijan Zanganeh, ministro del Petróleo, según la cual una reunión de emergencia podría ser “eficaz” para detener el desplome de los precios del crudo. El negro panorama se registró desde el viernes 21 de agosto, cuando el contrato de crudo ligero estadounidense (West Texas Intermediate, WTI), que vence en el mes de octubre en el mercado de derivados, registró una cotización abajo de 40 dólares por barril, lo que no sucedía desde la crisis financiera de 2009, presionado por la sobreoferta en Estados Unidos de América, y por los malos indicadores de crecimiento en China.
La última semana del octavo mes del año los mercados la comenzaron en “negro” como se ha hecho costumbre desde hace tiempo. De nueva cuenta, China ha actuado como “correa de transmisión” y tras cosechar importantes pérdidas en sus índices bursátiles, los mercados europeos y de América cerraron la sesión de igual manera. La volatilidad parece que se mantendría en las siguientes jornadas, eso dicen los “expertos” y los “economistas” que, como suelen hacer, se hacen bolas para tratar de “explicar” lo “inexplicable”. Todos participan en el juego de “tío lolo”, nadie sabe, nadie supo.
El hecho es que el precio del crudo continúa la tendencia a la baja –mientras que la Bolsa de Shangai tuvo el martes 25 de agosto una caída de 7.66% aunque en esta ocasión ya no contagió a las bolsas europeas y estadounidenses– que inició hace un año. Sin embargo, no todo es imputable a China y sus dirigentes. Por ejemplo, el lunes 17 de agosto, la noticia de que la economía japonesa, el tercer consumidor de petróleo en el mundo, registraba un nuevo derrape propició otra caída. La sobreproducción petrolera y el errático crecimiento de algunos de sus mayores consumidores –Europa, Japón–, llevó al barril de Brent, la referencia europea, a niveles de hace seis años. Al mismo tiempo, la caída del crudo tiene a su vez otras consecuencias: las divisas de países productores, como el nuestro, profundizan su debilidad frente al billete cuyo lema parece de otros tiempos: “In God We Trust”. El peso ya “vale” 17.50 por dólar, y los expertos aseguran que para diciembre podríamos llegar a los $20 por dólar.
En el mes de enero pasado el crudo ya había tocado niveles similares. Esta recaída llegó después de que se conoció que las reservas estadounidenses de petróleo aumentaron hasta sus niveles más altos en una segunda semana de agosto de los últimos 80 años, en contra de lo que se calculaba. De acuerdo a los datos semanales de la gubernamental Agencia de Información Energética de EUA (EIA, por las siglas en inglés), el total de petróleo en inventarios estadounidenses repuntó hace tres semanas en 2,6 millones de barriles, hasta los 456,2 millones. La previsión de los analistas era que esta cifra bajara en entre 777,000 y 820,000 barriles.
El incremento en las reservas estadounidenses de petróleo siembra dudas sobre el volumen total de sobreoferta mundial, un asunto sobre el que se ha especulado mucho en las últimas semanas después de que la producción conjunta de los 12 países miembros que forman el mayor cártel petrolero mundial, la OPEP, rompiera su máximo desde 2012. Los especialistas prevén, además, que la progresiva inclusión de Irán en el mercado internacional de petróleo añada un factor de presión a la baja sobre los precios, ya acentuada por la debilidad del consumo en todo el planeta. Es un hecho que el bombeo del crudo en la Unión Americana, el primer productor mundial, se mantiene en un nivel récord.
De tal forma, el fuerte descenso en el precio del energético –que nadie se atreve a calcular en una cifra determinada– en los últimos meses ha estado acompañado por una caída de todas las materias primas –desde los metales hasta los alimentos pasando por clase de productos energéticos– y, consecuentemente, de las divisas de los países que son exportadores netos.
El sube y baja cambiario (más bien la “baja”) gira en la muy cantada subida de tipos por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), que desde diciembre de 2008 mantiene el precio del dinero entre el 0% y el 0,25%, y en su última reunión celebrada hace un mes volvió a dejar la puerta abierta a una posible subida de tipos, entre septiembre y diciembre. Esta actitud crea la zozobra mundial, con todas las consecuencias posibles, aunque la baja inflación, entre tanto, no termina de justificar el alza. Como sea, la directiva de la Fed no ha dado una indicación clara sobre el momento en el que se realizará la primera subida en más de nueve años.
Los efectos de la caída del precio del petróleo afecta no solo a los países petroleros y a los emergentes, también a las grandes multinacionales. Y a los privilegiados como Noruega, el país más rico y desarrollado del planeta según afirma la ONU. Y el más democrático, de acuerdo a The Intelligence Unit, que empieza a sufrir los estragos del barril a menos de 40 dólares.
El modelo económico y social de Noruega se ha edificado durante décadas gracias a la socialización de los beneficios derivados de las ingentes reservas petrolíferas que atesora bajo sus aguas y que representan cerca del 40% de su PIB. Ahora, aunque las cifras del primer productor de crudo de Europa son bonancibles, empieza a sufrir algunos rasguños. La tasa de desempleo en Noruega supera ya el umbral del 4%, lo que en otros países sería irrisorio, pero ahí es el nivel más alto en una década y se vive como un drama. Desde junio de 2014 Statoil, la empresa petrolera, y otras, ya han suprimido 20,000 empleos. Eso sí es una novedad en el país.
La cadena de consecuencias notermina ahí. Obviamente ha pasado dura factura a las empresas del sector que han reducido gastos administrativos, en prospecciones y en servicios, que desembocan en despidos en cadena. En lo que va de 2015 se han perdido ya 100,000 puestos de trabajo en todo el mundo.
Los datos ilustran el problema. Por ejemplo, Exxon (una de las big five que componen el club de las cinco compañías petroleras de mayor envergadura a escala mundial), fue la última en anunciar sus daños: en el segundo trimestre del año ganó 3,8 millones de euros, lo que significa el peor resultado trimestral desde 2009. Esa cantidad significa la mitad de lo que ganó en el mismo periodo del año anterior. Chevron, otro peso pesado de la industria petrolera estadounidense, ganó en la primera mitad del año, 513,6 millones de euros, un 90% menos con respecto al segundo trimestre de 2014, antes de que el crudo tomara la vertiginosa ruta en picado. Las poderosas compañías estadounidenses no son las únicas en perder. La disminución de las ganancias ha repercutido en la angloholandesa Shell, que tuvo que recortar 6,500 puestos de trabajo, y British Petroleum (BP), ha despedido alrededor de 1,200 trabajadores, amén de convocar, en enero pasado, a su planta laboral en Gran Bretaña (15,000 personas) para prepararles ante otros “planes de reestructuración” de la compañía. Aparte de los grandes consorcios productores, otros pagan precios más altos, como Saipen –proveedora de servicios controlada por la italiana ENI– que hace poco más de un mes anunció el despido de casi 9,000 trabajadores. Antes lo hicieron Schlumberger: 11,000 puestos de trabajo; Weatherford, otros 11,000; Baker and Hughes, 10,500; y Halliburton, 9,000. Entre todos los sectores afectados, como señalé en el párrafo anterior, ya suman 100,000 puestos de trabajos perdidos.
Y la suma total todavía no se hace. Falta mucho por ver, en México y en resto del mundo. Bien dijo Ramón López Velarde en su poema Suave Patria: “El niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros del petróleo el diablo”. Los analistas temen que una ralentización del crecimiento de China pueda tener un efecto demoledor sobre su consumo energético, lo que agravaría la actual crisis de escasez de demanda de petróleo, aunque el miedo a que la demanda del segundo consumidor mundial de crudo se desplome es, por el momento, una conjetura más que una realidad, dado que en los últimos meses Pekín ha aumentado, mes a mes, su compra de petróleo. Todo un crucigrama. VALE.