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Carlos Arrieta

Se acaba de Promulgar la Ley de los Derechos de las Personas Jóvenes en la Ciudad de México, con la cual el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa, establece que a partir de los 12 años un “joven” se debe comprometer con el país para lograr el cambio en el mismo. Un cambio que ningún partido político ha podido logra en décadas; ¿en verdad creen que un “joven” de 12 años puede trabajar en dicho cambio?

Por un lado, esta legislación amplía el rango de edad para las personas consideradas jóvenes, ya que anteriormente era de 14 a 29 años y ahora será de 12 a 29 años, lo cual significa que 2.7 millones de capitalinos pasan de ser “espectadores” a agentes de cambio al participar activamente en la vida social, política y económica de la ciudad.

Esto será un gran reto para dicho sector de la población, quienes lamentablemente no reciben una educación que les permita tener las herramientas para generar el “cambio”.

La Secretaría de Educación Pública (SEP), dio a conocer que el 66% de los maestros no son idóneos para ser profesores, aunado a que México se ubica en el sitio 102 de 124 en calidad de educación primaria a nivel mundial, según informó el Foro Económico Mundial.

Al respecto, Mancera dijo que en breve la administración a su cargo presentará una nueva forma para estudiar en la capital del país, con el objetivo de que los jóvenes que no encontraron lugar en las instituciones educativas, puedan continuar con su desarrollo académico.

El problema de lo anterior es que el presidenciable de la izquierda en México, Miguel Ángel Mancera, como siempre, no dio una fecha exacta de estas acciones, así que esto puede ocurrir el mes próximo o al final de su mandato como parte de su estrategia para llegar a los Pinos.

Por lo pronto, el Jefe de Gobierno capitalino, insiste en que el mayor reto al que se enfrenta esta ley es que hay “jóvenes con diferencias sociales, diferencias de pensamiento, políticas, culturales, económicas, pero con una meta que me parece que es en común, que a la Ciudad de México le vaya bien, que a México le vaya bien y que ellos sean como se dijo aquí, actores de cambio”.

Lo cierto es que estos jóvenes de 12 a 29 años deben estar bien alimentados para poder trabajar por el bienestar de la Ciudad de México, ya que de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), los ingresos laborales de las personas son menores al valor de la canasta alimentaria (primer trimestre de 2014 al primer trimestre del 2015), lo cual los afecta directamente.

Ahora bien, pese a que Mancera pretende adornarse con esta ley, lo cierto es que el 6 de diciembre del 2012, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) publicó esta misma ley, la que establecía que el Sistema de Desarrollo Participación y Protección de los Derechos de las personas jóvenes en el Distrito Federal debía garantizar dichos derechos a través de acciones que contribuyan a su formación integral, promuevan su desarrollo físico, psicológico, social y cultural, así como su vinculación y participación activa en todos los ámbitos de la ciudad.

Tal vez la diferencia radica en que esta nueva ley contempla que todos los integrantes del Gabinete colaboren para hacer cumplir todas las garantías de las personas jóvenes: derecho a la salud, trabajo, recreación, educación, libre manifestación y derechos sexuales, por mencionar algunos de los puntos.

Además, que esta “nueva ley” será cumplida a través del Consejo Integral de las Juventudes, de una Conferencia Juvenil cada tres años y de un Fondo de apoyo dentro del marco jurídico de la Ciudad de México.

Lamentablemente, el cuándo, el cómo y el dónde se quedan en la incógnita, en un papel que no va a resolver el desempleo, el hambre, la falta de educación, la inseguridad, a la que día a día se enfrentan los jóvenes, quienes ahora desde los 12 años deben trabajar por el “bienestar” de la Ciudad de México.

Tal parece que los políticos de la Ciudad de México –y de todo el país- quieren resolver todo a través de la promulgación de leyes, las cuales anuncian como la solución a todos los problemas sociales, se les olvida que del dicho al hecho hay mucho trecho.