EDITORIAL

 

 

Beatriz PagesLa comparación es y seguirá siendo inevitable. ¿Por qué mientras Washington envía como embajadora a Roberta S. Jacobson, una diplomática de carrera, experta en asuntos latinoamericanos, que ha atendido problemas como tráfico de drogas, derechos humanos, relaciones civiles y militares en el hemisferio, especialmente en la Oficina de Asuntos Mexicanos del Departamento de Estado, México decide nombrar a Miguel Basáñez?

¿Miguel Basáñez? Sí, un exitoso investigador de opinión pública, conocido y reconocido por ser vanguardista en la aplicación de encuestas electorales. Considerado por varios académicos como una de las piezas clave en la transición democrática mexicana por haber puesto en evidencia el empate técnico entre Cuauhtémoc Cárdenas y Carlos Salinas de Gortari en las elecciones presidenciales de 1988. Destacado profesor e investigador tanto en universidades mexicanas como norteamericanas. Sí, pero, ¿por qué Basáñez?

La pregunta —que es al mismo tiempo una inquietud— vale. Vale porque la relación bilateral México-Estados Unidos es una de las más complejas del mundo, con una frontera fracturada por la desigualdad de desarrollo, por la criminalización del fenómeno migratorio, por el tráfico ilegal de armas, de drogas, transacciones comerciales lícitas e ilícitas. Entonces, ¿por qué Basáñez?

Y no es que la relación con el vecino deba limitarse o circunscribirse al tema de seguridad, pero el currículum de Jacobson es, simple y sencillamente, una señal de lo que viene o de lo que para Washington es en este momento una prioridad en su relación con México. Luego, entonces, ¿por qué Basáñez?

Pero hay algo más. Estados Unidos nombra como embajadora a una mujer que ha sido formada para analizar y resolver los problemas desde una perspectiva global. Fue secretaria de Estado adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental, lo que significa que existe el interés de Washington por atender temas como el crimen organizado y el migratorio, la trata de personas, ya no sólo desde una visión bilateral sino hemisférica.

Dicho con otras palabras, Estados Unidos le está diciendo a México: nuestras fronteras —una en el río Bravo y la otra en el Suchiate— enfrentan graves problemas que atentan contra la seguridad nacional de ambas naciones y cuya solución implica a países tan violentos como Guatemala, Honduras y El Salvador.

¿Y en todo esto, dónde encaja Basáñez?

No existe el interés de minimizar o desconocer la calidad profesional que pueda tener alguien que se ha destacado en la medición de opinión pública y en el ámbito universitario. La crítica sólo busca encontrar las razones por las cuales fue designado para ocupar la embajada más importante cuando —hasta donde se sabe— no hay experiencia diplomática en seguridad nacional o en otros temas que son estratégicos en la relación binacional.

Cuando toque al Senado ratificar su nombramiento la pregunta inevitable de los legisladores será: ¿por qué Basáñez?

 

@PagesBeatriz