Renovarse o morir

José Luis Camacho Acevedo

Rafael Rincón, en su reseña del espléndido ensayo de Daron Acemoglu y James A. Robinson Por qué fracasan los países, replantea con gran lucidez la asociación que tiene la falta de democracia en las naciones con la pobreza que esa ausencia de participación popular, o más bien ciudadana, ocasiona cuando los gobiernos ignoran, sea por fatalidad o por vocación, esa precondición de lograr su objetivo de crear desarrollo y bienestar.

Apenas hace una semana, el Coneval dio a conocer sobre el incremento de la pobreza y de la extrema pobreza en México, en los últimos dos años, representó un duro mensaje para las políticas sociales del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que de acuerdo con esas cifras van en un preocupante y peligroso retroceso.

Pero el mensaje también del Coneval no sólo cuestiona las políticas asistencialistas del peñismo, sino que también pega en el deslavado comportamiento que han tenido los partidos políticos mexicanos en el impulso que debieran dar a la construcción de una democracia verdadera en nuestro país.

Es entonces cuando uno observa que ni el gobernante PRI, ni su principal opositor que es el PAN y menos las izquierdas dispersas y confrontadas representadas por el moribundo PRD y la naciente organización de Andrés Manuel López Obrador, Morena, han sido para nada factores que abran al gobierno a tomar en cuenta la participación de la sociedad, por la vía de sus plataformas y programas de acción, alienten el imperio de una justicia social verdadera y del imperio de una ley y un orden que sea intransigentemente insobornables. Es decir, inmunes al poder corruptor de los nuevos dueños del dinero en México.

Rafael Rincón parece mandarles un mensaje a los líderes de los partidos en México cuando recupera el siguiente párrafo del libro de Acemoglu y Robinson:

“Para quienes creen que el destino de un país está escrito por lo que albergan sus bosques, mares y subsuelos, por su clima y, en definitiva, por su situación geográfica, la respuesta del libro que reseñamos traerá noticias no muy buenas. Lo mismo vale para los que opinan que el legado cultural, así nada más, es determinante. Y será una tremenda decepción para quienes creen que los países ricos deben su condición a que han hundido los colmillos en las venas de los pobres a fin de succionar sus recursos. Acemoglu y Robinson aseguran que la clave está en las instituciones, tanto en su tipo y diseño —principalmente— como en su calidad y desempeño”.

Los partidos políticos mexicanos están en un proceso intensivo de renovación. Para este mes se reconformarán las dirigencias del PRI y PAN.

El PRD anuncia para este fin de semana una plenaria en donde es muy posible que, para detener la caída libre en que se encuentra, tanto en sus resultados electorales más recientes como en su misma credibilidad, remueva de la presidencia a Carlos Navarrete, quien de plano no ha demostrado los tamaños de liderazgo que se requieren en los actuales niveles de competencia entre partidos en el país.

De Morena se especula que Martí Batres dejará la dirigencia nacional. Quien lo sustituya, si es que efectivamente opera un cambio, seguirá siendo, igual que Batres, un dirigente testimonial toda vez que Morena tiene un solo verdadero líder que es López Obrador.

Por otra parte, es claro que la dirigencia priista está muy enfrentada. El dirigente César Camacho no tiene la colaboración leal de la secretaria general Ivonne Ortega. Distraídos en una pugna intrascendente, esos dirigentes del PRI pierden valiosos tiempos para reencontrar su partido con la sociedad.

El sucesor de César Camacho seguramente será un cuadro del tricolor con una larga trayectoria militante, que tiene una capacidad de concertación reconocida por propios y extraños y una mano firme que le permite conducir sus responsabilidades con eficacia y sin distracciones inútiles. Ese cuadro es Manlio Fabio Beltrones Rivera.

En el PAN seguramente el politburó blanquiazul hará triunfar de manera aplastante a Ricardo Anaya sobre un polémico Javier Corral. Anaya convoca y unifica. Corral divide y confronta. Ésas son las diferencias entre los que disputan la dirigencia nacional panista.

Lo relevante de este proceso de renovación de dirigencias partidistas en México es el reto que tienen de ganarse nuevamente a un electorado frustrado y beligerante.

Para el PRI la gran apuesta es que el presidente Peña Nieto supere con buenos actos de gobierno los fracasos de conducción, de conductas del estilo Korenfeld y de eficiencia como han sido los graves acontecimientos que afectaron, nacional e internacionalmente, la imagen presidencial con casos como la Casa Blanca, la fuga de el Chapo y las impericias manifiestas en dependencias como Sedesol, Educación o Comercio.

El PAN, un partido que en sus orígenes nació enarbolando la bandera de la honestidad. Pero hoy está sumido en deplorables improntas como las de los moches, protagonizados por algunos de sus más esclarecidos militantes; y las nada edificantes y cruentas batallas entre calderonistas y maderistas; o el descubrimiento de grandes actos de corrupción cometidos en los doce años en los que tuvieron la posibilidad de la Presidencia de la República.

No hay de otra para el sistema de partidos en México. O se renuevan o se mueren.

Las nuevas dirigencias de los partidos deben entender que sólo impulsando un buen gobierno y una mejor organización de la demanda social pueden reconquistar la voluntad popular.

La alternativa es única: o de plano el sistema de partidos en México, que por cierto es el más caro del mundo, se renueva, o inevitablemente desaparecerá ante expresiones como los candidatos independientes o las que se pueden generar a partir de la inconformidad y el rechazo social a corrupciones, ineficiencias y prevalencia de grupos y camarillas que llegan al poder para servirse de él en una forma tan patrimonialista que los condena a ser gobierno por una sola vez.

La sociedad está a la espera.