No tanto escándalo como debiera, han causado las noticias, casi simultáneas, de que dos Premios Nobel de Literatura, Doris Lessing y Gabriel García Márquez, hayan sido espiados, la primera por los servicios secretos británicos y el segundo, por el FBI de los Estados Unidos. Los motivos, obvios. Los dos sospechosos de comunismo. Una, porque en su juventud perteneció, en efecto, al PC. Pero sobre todo por su rechazo al colonialismo, García Márquez por ser amigo de Fidel Castro y también de Omar Torrijos quien, como el escritor, tampoco era comunista. La noticia sobre Lessing fue difundida por The Guardian y The Independent por el 21 de agosto. La de García Márquez por el The Washington Post, a petición del mismo diario por el 7 de septiembre.
Doria Lessing, nacida en Irán en 1914, murió en 2013 y recibió el Nobel en 2007, a los 93 años. Vivió su juventud en Rodesia del Sur, hoy Zimbabue. Perteneció al Partido Comunista Británico, de 1952 a 1956, los años más duros de la guerra fría. Criticó airadamente el apartheid de Sudáfrica y eso, más sus ideas “afines al comunismo” hizo que el servicio secreto de su país la calificara de “irresponsable”. Se casó por segunda vez con Gottfried Lessing, un marxista, judío alemán. Eso le valió que fueran escuchadas sus conversaciones telefónicas y leída su correspondencia de 1943 a 1964. Como los servicios secretos espían mucho, pero no suelen ser muy sutiles, discurrieron que como la casa de la pareja era visitada por estadounidenses, chinos, indios y negros, se suponía que esas reuniones se prestaban para “fines inmorales”. Lessing abandonó el comunismo a raíz del levantamiento húngaro contra la URS y las revelaciones de Kruschov en el XX Congreso del PECUS sobre la movilización de tropas soviéticas, en la época de Stalin, contra la revolución húngara de 1956.
Su primera novela Canta la hierba, título tomado en préstamo de un verso de Walt Withman, estadounidense y demócrata por más señas, es ejemplo, al contrario de sus espías, de sutileza, ambigüedad y belleza. Cuenta la relación entre dos seres dejados de lado por la sociedad, un negro sirviente y un ama de casa blanca. Que no había perdido ni su sensibilidad exquisita, ni su carácter combativo, lo prueba Las abuelas, de 2003, un conjunto de novelas cortas, de las cuales la que da título al volumen causó un escándalo mayor, porque una de las abuelas inicia sexualmente al hijo de una amiga, la otra abuela.
García Márquez, nuestro hombre en la Habana
Al colombiano lo espiaron de 1961 a 1985 por órdenes del mismísimo J. Edgar Hoover, el director del FBI (Oficina Federal de Investigaciones).(Entre los méritos de Hoover fue haber espiado a Eleanor Roosevelt, esposa del Presidente de Estados Unidos).
La razón de que Hoover le haya puesto el ojo y siete informantes que le seguían los pasos a García Márquez es porque el colombiano, antes de ser el más importante escritor de América Latina, se entretenía en ser el mejor periodista de la región y se instaló en Nueva York para encabezar Prensa Latina, la agencia de noticias cubana al triunfo de la revolución. Como declaró Rodrigo, el cineasta hijo del escritor, “lo inusual hubiera sido que no lo espiaran”.
Nuestro hombre en la Habana, juega con el título de la novela homónima de Graham Greene, ese sí en la nómina de los servicios secretos británicos. Esta novela, llevada al cine con Alec Guinness, muestra en forma satírica a un vendedor que se contrata como espía y envía informes falsos en ausencia de verdaderos informes. Graham Greene, no. El escritor inglés trabajaba para los servicios secretos de su país. Mi general, sobre Omar Torrijos, muestra en sus páginas las labores de espionaje de Greene, pues contiene nombres y relaciones políticas de personas reales como la gran periodista Estela Calloni, varios años colaboradora de la revista Siempre.
García Márquez y otros, espiado en México
A calor de estas noticias se reveló que la Dirección Federal de Seguridad también vigiló al escritor a partir de 1967 y no se indica cuando dejo de hacerlo. Lo que sí se reveló fue que fueron espiados otros intelectuales como Octavio Paz, Salvador Novo y Juan José Arreola, todos, que se sepa, con buenas relaciones con el gobierno mexicano.
La Dirección Federal de Seguridad también espió a los filósofos Ricardo Guerra y Elí de Gortari, el primero esposo de Rosario Castellanos y el segundo, primo de Margarita Salinas de Gortari. Guerra fue director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y embajador de México en Alemania y su curso principal era sobre Heidegger. De Gortari, especialista en Filosofía de la Ciencia, fue preso político del movimiento estudiantil del 68. (Carmen Galindo).