Beatriz PagesMiguel Ángel Mancera supo, desde hace tres años, quiénes iban a ser los enemigos de su gobierno. Aunque nunca ha exhibido sus nombres, lo cierto es que la identidad y el objetivo de sus adversarios siempre han sido claros.

Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido de Andrés Manuel López Obrador, y los grupos más radicales identificados con el mesías se propusieron, desde el primer día, impedir y reducir al máximo los márgenes de gobernabilidad en la Ciudad de México.

Los actos vandálicos provocados en diferentes momentos por los llamados anarcos, el apoyo de López Obrador a la movilización de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en el Distrito Federal, la toma de estaciones del Metro por el alza de la tarifa, más los “caballos de Troya”, lopezobradoristas disfrazados de perredistas incrustados en la administración para operar en contra del jefe de Gobierno, forman parte de la hoja de ruta para sabotear a Mancera e ir ganando espacios de poder.

Morena ha logrado su propósito. El resultado electoral del pasado 7 junio así lo demuestra. Su triunfo en cinco delegaciones y el acaparamiento de curules en la Asamblea Legislativa convierte ese partido en la fuerza política más importante de la capital del país.

¿Qué sigue? Lo que sigue es una guerra sin cuartel entre Morena y el PRD con el gobierno de Mancera, y los habitantes de la Ciudad de México en medio.

Aunque el jefe de Gobierno se ha esmerado en decir que la relación con López Obrador es respetuosa, lo cierto es que el tabasqueño tiene, como acostumbra, un absoluto desprecio —por no decir repugnancia— hacia todo lo que no sea igual a él.

Y conociendo —como ya conocemos— al mesías, sabemos que utilizará el poder que hoy él y su partido tienen en la Asamblea Legislativa y en las delegaciones para tratar de exterminar lo que queda del PRD y también, sin duda, las aspiraciones presidenciales de Mancera.

López Obrador seguramente menosprecia al jefe de Gobierno como contrincante electoral; sin embargo, su estrategia de aquí a 2018 va a estar concentrada en convertirse en el candidato único y legítimo de la izquierda mexicana. Y lo que no está dispuesto a permitir es que Mancera pretenda por la vía de una candidatura independiente construir una alternativa que logre abanderar la inconformidad ciudadana.

Lo que viene es un choque de trenes de impredecibles resultados para los capitalinos. Morena y el PRD no sólo han comenzado a disputarse cada curul, delegación, esquina y cada calle sino, incluso, el monopolio de la etiqueta “ser de izquierda”.

Martí Batres, en un arranque propio del dogmatismo estaliniano, le ha expropiado a todo partido e incluso a todo mexicano, que no sea o pertenezca a Morena, el derecho a ser de izquierda.

El movimiento morenista se ha encargado de empobrecer y convertir la izquierda mexicana en una ridícula caricatura, pero lo que no mueve a risa es que ese primitivismo, del todo o del nada, le ha servido para ganar cada vez más adeptos.

El Tercer Informe de Gobierno de Mancera no es, como muchos han señalado, el inicio de una campaña a la Presidencia. Es el principio de una pugna que puede dejar la capital del país bajo la tiranía de Morena.

 

@PagesBeatriz