Ninguna sorpresa

 

Alejandro Zapata Perogordo

En las últimas fechas han cobrado auge las intenciones del PAN y del PRD de explorar posibilidades de aliarse y sumar esfuerzos comunes en las elecciones del próximo año, donde habrán de renovarse doce gubernaturas en el país, buscando con ello vencer al PRI en esas entidades.

Esa intención muestra una clara lógica proveniente de diversos factores presentados en los últimos dos años, y particularmente los resultados obtenidos en el pasado proceso electoral, que han puesto en riesgo el proyecto de consolidación democrática iniciado hace más de dos décadas. Cuando se pensó que nos encontrábamos en la fase final del proceso de transición, la actual administración dio un viraje de regreso al esquema presidencialista, corregido y aumentado, aprovechando la fragmentación de la izquierda, la desilusión de algunos gobiernos panistas, haciendo uso de su creciente estructura corporativista y provocando la pulverización del voto a través de partidos satélites, le permitió obtener el control de la Cámara de Diputados.

 Aun con todo el desprestigio que carga el gobierno en turno, tuvieron éxito en su estrategia, les fue bien en las elecciones, y eso les permite el regreso a las épocas donde manda un solo hombre, la dictadura perfecta a través de cada sexenio, contrariamente al objetivo planteado hace años del fortalecimiento institucional.

En esa tesitura, no es ninguna sorpresa pensar en alianzas, sustentadas con base a un proyecto común, donde exista un bien superior y no únicamente ganar elecciones. Quienes se refieren bajo el mote de que son “contra natura”, etiquetando las posturas divergentes entre la izquierda y la derecha, utilizan el discurso maniqueo con el objeto de distanciarlos, sin embargo, aunque se presentan profundas e irreconciliables diferencias, también se encuentran grandes puntos de coincidencia, suficientes para motivar acuerdos.

El mismo texto constitucional reconoce los gobiernos de coalición, mediante agendas comunes, sin necesidad de claudicar en los principios doctrinarios e ideológicos, simplemente estrechando los lazos de convergencia, era lo que don Manuel Gómez Morin bautizó como el idealista pragmático.

 Ahora que no es tan simple arribar al escenario aliancista, en cada instituto político existen voces encontradas, recelos e intereses que juegan y pugnan por mantener el statu quo de las organizaciones, no obstante, la conformación en las Cámaras del Congreso obliga a presentar un frente común para evitar arbitrariedades, lo que implica un comienzo.

Por otro lado, las dinámicas locales también operan; así, son reales las probabilidades en algunas entidades donde se han padecido cacicazgos ancestrales, de que desde ahora se estén fraguando alianzas, pues sólo así podrán enfrentar la maquinaria de Estado y, estar en posibilidad de competir y cambiar las cosas.

El año que viene es un sensor rumbo al 2018; lo que ocurra en 2016 tendrá impacto en la sucesión presidencial; en esa virtud, cualquier movimiento es significativo, máxime cuando de alianzas entre partidos se trata.