Tres versiones de Ayotzinapa

 

 

Nada me parece justo siendo contra mi gusto.

Pedro Calderón de la Barca

 

José Fonseca

Ya cada quien tiene su versión sobre lo ocurrido en Iguala aquella noche negra del 26 de septiembre de 2014. Por esa razón es válida una pregunta: ¿de verdad todos queremos justicia o queremos tener la razón?

Como escribió el maestro José Elías Romero Apis: el tema ya es de locos. Y nos sintetiza el embrollo en que estamos. Nos habla de la verdad fáctica, los hechos que sucedieron, los cuales reconoce que quizá nunca se conozcan.

Hay, explica Romero Apis, una verdad jurídica, con todo lo discutido en el proceso a partir de las averiguaciones de la Procuraduría General de la República y de la cual saldrá una sentencia para los ciento once detenidos.

Y luego está la verdad mediática, compuesta por todos los que informamos y por todos los que opinamos.

Así las sintetiza: lo que es, lo que decimos que es y lo que creemos que es.

La versión mediática es la causa de tanta confusión. Construida por las opiniones ilustrada y publicada y alentadas por la desconfianza, los prejuicios, las malquerencias y, ahora, se le suma un peligroso ingrediente: el oportunismo político.

Desde los partidos y sus bancadas en el Congreso se multiplican las propuestas, a cual más ocurrente, como ésa de traer un fiscal internacional, sin tomar en cuenta que el marco jurídico y constitucional de la república no contempla esa posibilidad.

Hace poco, el periodista Carlos Marín los comparó con los conservadores que en el siglo XIX buscaron el apoyo europeo y trajeron a Maximiliano. Interesante comparación, pero injusta. Por deleznable que haya sido ir al castillo de Miramar, la motivación fue un patriotismo, mal entendido, quizá, pero resultado del trauma provocado por la invasión norteamericana y la pérdida de la mitad del territorio ante el expansionismo yanqui.

Quienes ahora piden fiscales extranjeros lo hacen a partir de la más perversa mezquindad política. Oportunismo inaceptable, porque se juega con la soberanía nacional.

La tragedia de Iguala ha puesto en movimiento muchos, distintos y hasta contradictorios intereses ideológicos y políticos que aprovechan la confusión y convierten las versiones mediáticas del caso en asunto de fe. Cada quien cree lo que quiere o lo que le conviene.

Sin embargo, peor que la tragedia de Iguala sería que los intereses político ideológicos terminaran por desacreditar el caso contra los detenidos como presuntos responsables por el asesinato de los estudiantes normalistas.

Eso eventualmente llevaría a inaceptables exoneraciones, lo cual demuestra que a nadie le importa la justicia. Ahora lo importante es tener razón.

 

jfonseca@cafepolitico.com