El presidente se equivocó con López Dóriga

José Luis Camacho Acevedo

Varios meses antes de que el periodista Joaquín López Dóriga se viera envuelto en la muy delicada confrontación que sostiene con la poderosa empresaria María Asunción Aramburuzabala, la cual lo tiene junto con su esposa en la indeseable condición de presuntos indiciados por el delito de extorsión, escuché a uno de esos pitonisos que rondan por desayunaderos políticos y comederos de buen chisme pero de pésima comida, esparciendo rumores en relación con el accionar del gobierno y su previsible futuro, decir algo que me llamó la atención.

Dijo el rumorólogo: “Joaquín López Dóriga es el único periodista con el que platica seguido el presidente Peña Nieto”. Recordé entonces dos de las muchas reflexiones, tan sabias como colmilludas, que me regaló don Pancho Galindo Ochoa.

La primera que vino a mi memoria fue en relación con la cercanía que tuvo Jacobo Zabludovsky con los presidentes de la república que trató mientras fue el comunicador más importantes de Televisa.

Decía don Pancho que Jacobo sabía muy bien que, como un Ícaro mediático, una cercanía de más con quien tiene el máximo poder político del país la mayoría de las veces termina por quemar.

Por esa razón Jacobo se mantuvo como un comunicador de privilegio. Pero jamás cometió el error de tratar de convertirse en consejero del poder.

Y parece que eso fue lo que le pasó a López Dóriga en su relación con Peña Nieto. El presidente seguramente lo invitaba con frecuencia a comentar la agenda mediática, pero dudo mucho de que compartiera con el periodista secretos de poder y menos secretos de Estado.

Si Peña Nieto permitió que se discriminara a otros importantes comunicadores de la posibilidad de su interlocución en beneficio de López Dóriga, los hechos están demostrando que el presidente se equivocó al confundir una charla sobre la agenda mediática con una conversación de poder.

Pero el presidente manda. Y el que manda se puede equivocar y vuelve a mandar.

En cambio el periodista López Dóriga se equivocó al elegir enemiga en su diferendo sobre los edificios que Aramburuzabala está construyendo en la calle Rubén Darío en la zona de Polanco.

Y la equivocación de Joaquín no está cobijada por el poder político. Se equivocó y le será muy difícil “volver a mandar” asumiéndose como el periodista consentido del primer mandatario.

La lección que deja el affaire López Dóriga-Aramburuzabala es por demás clara: no se debe repetir una preferencia presidencial en su interlocución con los medios.

Todos coludos o todos rabones, según sus méritos desde luego.

El pesado ambiente mediático, nacional e internacional, en el que Peña Nieto lanza hoy su mensaje con motivo de su tercer informe de gobierno, en gran medida es consecuencia de su selectiva conducta a la hora de escoger interlocutores provenientes de los medios.

O sea el tener periodistas consentidos.

Si por información fuera la necesidad del presidente de hablar con el periodista de Televisa, uno se tiene que preguntar:

¿Qué cosa que sepa López Dóriga no saben Videgaray, Osorio o Beltrones, por ejemplo, para que sean ellos, que no ofrecen riesgo de abuso de cercanía al poder, para platicarlas con el presidente?

La impronta López Dóriga ha puesto a no pocos periodistas a la defensiva cuidando su independencia de una manera por demás celosa. Por citar un caso, no creo que entre sus proyectos el conductor de noticias con mayor rating en la actualidad, Ciro Gómez Leyva, tenga el de ocupar el lugar de López Dóriga en las conversaciones grillescas que el televiso en desgracia se supone que tenía con el primer mandatario.

El reto de hacer un gobierno abierto como lo pretende Peña Nieto en los siguientes tres años de su sexenio tendrá, sin duda, sus principales soportes en las redes sociales. Esa estrategia digital está en muy buenas manos, como son las de Alejandra Lagunes.

Y como las redes sociales, en tanto que son virtuales, igualmente ni son nominales y tampoco tangibles.

De tal manera que Alejandra Lagunes, por definición, está al margen de caer en la tentación de tener interlocutores de privilegio, que le ayuden a proyectar su imagen y su trabajajo para que ello le traiga consecuentemente alguna forma de poder.

Lagunes tiene un público real, con el que se comunica sin necesidad de otorgarle forma de poder alguna toda vez que está en la nube digital y no en el escenario del intercambio de favores mediáticos entre el poder y los medios.

Por su parte, Eduardo Sánchez está realizando un trabajo de espléndida coordinación con Lagunes. Se ve fuerte en su puesto y con un control que no rebasa los límites de la institucionalidad. Será, sin duda, un factor clave de contención de comunicadores que pretendan ser influeyentes en el presidente. Además de anunciar con puntualidad el trabajo de Peña Nieto durante su segundo trienio.

Sánchez Hernández debe tener no uno, sino muchos interlocutores en los medios para ayudar mejor al presidente. Y también está llamado a convertirse en un filtro eficiente y sin parcialidades, en la relación que llegue a darse entre los comunicadores y el mandatario Peña Nieto.

Al analizar esta variable, de inmediato reapareció don Pancho Galindo con sus reflexiones y me repetí lo que me dijo un día y que debe tomar como consejo Eduardo Sánchez.

Don Pancho escuchó a un periodista preguntar a alguien si efectivamente Manuel Buendía era insobornable. Y el viejo zorro me contó que la respuesta que recibió el periodista, que fue con toda la jiribilla de que se puede ser capaz: “Pues no sé si Buendía sea insobornable, pero de que es muy caro, se dice que sí es muy caro”.

A las Cámaras de Diputados y de Senadores siempre han llegado personajes que provienen del ejercicio de la comunicación social. En la pasada legislatura estuvieron el priista que aspira al gobierno de Sinaloa, Heriberto Galindo, y el panista Max Cortazar. Hubo senadores como Rodolfo Landeros y el propio don Pancho Galindo. También fue diputado el poder tras el trono de López Mateos, Humberto Romero Pérez.

Hoy corresponde al experimentado David López Gutiérrez cubrirle a su amigo el presidente una de las latitudes más delicadas de la comunicación, como es la de San Lázaro. David López está en una posición muy comprometida. Seguramente saldrá avante de ella. Tiene una larga experiencia, una gran información y, sobre todo, un trato que le permite ser amigo sin compromiso de por medio.

David López Gutiérrez tendrá como compañero de viaje en su tarea a favor de Peña Nieto en la Cámara de Diputados a Tristán Canales Najar, que de la política ha pasado a ser un poderosos ejecutivo de la comunicación en el emporio mediático de Ricardo Salinas Pliego.

Por lo pronto, ésos son los escenarios y los actores vigentes de la relación entre el poder y la prensa.