Visión de futuro
Julio A. Millán B.
Del mensaje del Tercer Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, se desprenden dos asuntos de importancia relevante: Primero, se califican los últimos doce meses como un año “difícil”, lo cual se manifiesta no sólo en términos económicos, sino también sociales y políticos. Segundo, se plantea la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo, tema nada menor, ya que tiene implicaciones serias y profundas.
En el frente lo económico, es de destacar que la primera mitad de la actual administración ha registrado un crecimiento del PIB mayor al de las dos anteriores (1.9 % en 20012-2015, contra 0.3 % en 2000-2003 y -0.1 % en 2006-2009).
Para alcanzar los objetivos económicos aún pendientes, se requiere instrumentar una estrategia profunda que implica concatenar esfuerzos del sector privado y gubernamental para elevar el nivel de productividad laboral, mejorar el nivel de los salarios, fomentar una política sectorial-regional que apoye las vocaciones productivas de cada entidad, así como continuar mejorando las capacidades del capital humano.
Sin duda, estas grandes encomiendas no podrán conseguirse del todo en sólo tres años que le quedan a la actual administración, pues representan debilidades estructurales de la economía mexicana que se gestaron desde hace muchos años, pero las acciones que se han tomado en la materia por parte del Ejecutivo, representan un buen inicio para conseguir esta meta.
En lo social, hay que destacar que aunque varios de los programas y acciones instrumentados durante estos primeros años han tenido logros, como en el caso de la cruzada contra el hambre, ciertamente los impactos no han sido los esperados. El componente productivo de la política social está aún pendiente. Es necesario un cambio en el modelo de desarrollo para elevar la productividad, crear más empleo y generar riqueza. Buen propósito sin duda, empero, cambiar el modelo de desarrollo, requiere una transformación profunda.
Un nuevo modelo de desarrollo para las próximas décadas implicaría una seria transformación, las reformas estructurales sin duda son un bueno comienzo, hace falta más. Reindustrializarnos donde tenemos ventajas competitivas; diversificar cadenas de producción y mercados de consumo; fortalecer el mercado interno, con mejor preparación; innovar para ser competitivos. Cambiar el modelo de desarrollo implica tener visión de futuro, transformar las instituciones, pero también la mentalidad autodestructiva. El Presidente con su discurso ha creado grandes expectativas, el reto ahora es volverlas realidad. ¡Le quedan tres años, no los desperdiciemos!


