Carlos Árrieta Arrieta

Con la historia de Tania Reza y Enrique Tovar las redes sociales rompieron el silencio que envuelve desde el principio de la historia Televisiva a los secretos del pueblo: los abusos de que son objeto muchas de las mujeres que en su lucha por escalar y alcanzar un lugar en el firmamento de las estrellas, permiten que les agarren hasta la… conciencia.

Actos que hoy día se pueden calificar de acoso, discriminación, agresión sexual y diez calificativos más, eran antes parte de la cotidianeidad en los programas televisivos mexicanos, esos que van dirigidos “al hogar”.

La connotación sexual que se imprime en prácticamente todos esos programas como el que protagonizaban ambos acusados en ciudad Juárez, ATM, legitimando conductas inapropiadas, lenguaje soez, actitudes machistas, degradantes, y manteniendo así al auditorio esclavizado al manejo manipulador de dichas conductas, haciéndolo parte de su vida sin que nadie dijera nada, hasta que llegó Tania.

La actitud que inicialmente asumió la conductora cuando intentó por todos los medios posibles y decentes, considerando que se encontraba “al aire”, fue aplaudible. Con su “yo no puedo trabajar así” y su dramática salida de cuadro, clavó los estigmas sobre su evidente compañero machista que pasó a ser un mamarracho cualquiera.

Por fin la dignidad parecía llenar el espacio televisivo que a nivel nacional era prácticamente desconocido, pero que en su natal Chihuahua gozaba de cierto prestigio. Ya no más.

El gozo se fue al pozo cuando luego del alcance viral que tuvo el episodio televisivo, las autoridades no pudieron ignorar lo sucedido y se comenzó a hablar de leyes, violaciones, discriminación, acoso y sanciones.

La televisora de marras, como siempre que enfrenta situaciones de este tipo, metió freno de mano y obligó a ambos comunicadores a salir a cuadro, de nuevo, y decir que todo había sido fríamente calculado; la empresa se dio por ofendida y hasta se dio el lujo de despedir a Tania y a su machista compañero de programa.

Como suele suceder en la historia de esa televisora, la empresa logró evadir la mano de la justicia, aunque no la divina.

Los innumerables escándalos que han protagonizado muchos de sus trabajadores rodeados de impunidad y prepotencia, son cada vez más recurrentes en redes sociales impactando de frente y de espaldas el nivel de credibilidad y el precio del teleauditorio.

Luego de ser despedida, Tania reveló que fue presionada para decir lo que dijo. La víctima dejó su halo valiente y se convirtió en una mujer arrepentida y desesperada por conservar su lugar a cuadro y eso tampoco se perdona.

La miseria humana que retrata este caso es motivo suficiente para miles de cibernautas cansados de la manipulación que trae consigo la televisión y su cada vez más despreciado contenido.

Una vez más las redes sociales se anotaron un triunfo contundente, derrotaron al otrora rey de los medios masivos de comunicación y abrieron brecha para que a partir de ahora, cada vez que en un programa de este tipo tengan ganas de contextualizar con enfoques sexuales, que degraden y ofenden la esencia femenina, lo piensen, al menos, dos veces.

Con ese pretexto también, activistas, organismos e instituciones dedicadas a vigilar la conducta humana para que no se violenten los derechos humanos de las mujeres, tienen el pretexto perfecto para vigilar, detectar y sancionar a quienes insisten en hacer del machismo una forma de vida y un elemento básico en la formación y culturización de las nuevas generaciones de mexicanos.