La OCDE miente en forma grosera
Humberto Musacchio
Es realmente conmovedor el optimismo del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social). Según este organismo, que mide la pobreza y otras miserias, en 2014 cien mil mexicanos dejaron de vivir en la inopia, quizá porque se murieron, porque el tamaño del desastre económico no deja lugar a las cifras alegres.
Por su parte, don José Antonio Meade Kuribreña, un buen canciller al que convirtieron en un discutible secretario de Desarrollo Social, pretende documentar nuestro optimismo, pues acepta que los mexicanos vivimos una “realidad lacerante”, pero agrega que si la mitad de los mexicanos (en realidad muchos más) viven en la pobreza, tal desastre no es resultado del modelo económico. Don José Antonio miente o, peor todavía, ignora que en los últimos 32 años la economía ha crecido menos que la población, y eso que ya se fueron a vivir permanentemente fuera de México doce y medio millones de paisanos a los que “el modelo económico” no les ofreció un empleo fijo ni un salario digno.
El que parece más realista (parece, nada más) es el señor José Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), quien informa algo que ya sabíamos: que México se rezaga en patrimonio e ingreso, que un trabajador mexicano gana anualmente 20 mil dólares menos que el promedio de las naciones de la OCDE y que de 36 países evaluados el nuestro ocupa el último lugar.
Las cifras de la OCDE son un batidillo de verdades, medias verdades y mentiras completas, mienten en forma grosera, pues dicen, por ejemplo, que de 2014 a la fecha el ingreso por trabajador pasó de 14 mil 653 dólares a la fabulosa cantidad de 16 mil 193 dólares. Esto significa que las percepciones de la población ocupada aumentaron 10.5 por ciento de un año a otro, pese al bajo rendimiento de la economía.
Contra la creencia estúpida de que los mexicanos son flojos, la OCDE acepta que trabajamos, y mucho más (16.3 por ciento más) que la población laborante de otros países de la citada organización. Para consolarnos, hay que decir que en este renglón sólo nos supera Turquía, lo que no es motivo de orgullo.
En fin, que las cifras dadas a conocer por Gurría contradicen la ingenua creencia de Meade. El modelo impuesto a México hace tres décadas por los organismos financieros internacionales sí es causa del desastre económico, y Gurría, por su sometimiento a las directrices foráneas, es uno de los principales responsables de la triste situación en que nos hallamos.
Gurría ha sido funcionario del aparato económico desde 1971, pues empezó como secretario particular del director financiero de Nafinsa, organismo que dirigió en 1993-94 y del que se retiró para seguir cobrando su sueldo; y en la Secretaría de Hacienda fue subdirector de Deuda Pública y coordinador y director de financiamiento externo cuando López Portillo endrogó el país; en el sexenio gris de Miguel de la Madrid fungió como director general de Crédito Público (1983-88); con Salinas tuvo el hueso de subsecretario de Asuntos Financieros Internacionales (1989-93), y con Ernesto Zedillo, el primer presidente gringo de México, Gurría —¿quién más?— fue ni más ni menos que secretario de Hacienda (1998-2000).
Igualmente, si algo faltara, debemos recordar que se desempeñó como director general de Bancomext (1993) y secretario de Relaciones Exteriores, donde ratificó sus altos méritos para el mote del Ángel de la Dependencia, méritos que lo llevaron, como era lógico, a ser miembro del Consejo Externo de Asesores del BID y secretario general de la OCDE.
Gurría es uno de los responsables de que México tenga tantos pobres, tragedia que le debemos a la falta de probidad de funcionarios entreguistas, quienes si en este país hubiera justicia merecerían estar en la cárcel por alta traición, y no en cargos donde se han enriquecido en forma insultante para un pueblo con tantos pobres.