Patricia Gutiérrez-Otero
“Y mejor no quiera vivir de lo que escribe. Métase a una oficina donde no trabaje mucho o que nomás haga como que trabaja, pero mejor métase a una fábrica, a una carpintería, o hágase padrote si quiere y si tiene las facultades. El chiste es que trabaje usted donde no haya que escribir. Nomás escriba lo que usted siente que tiene que escribir…”.
Juan Rulfo a José de la Colina
La tecnología que permitió acceder las computadoras personales y a Internet desde la casa abrió un mundo de posibilidades para aquellos que escriben y quieren ser leídos. Esto se puede hacer desde un sitio personal, como Facebook o una página web, o a través de la creación de “revistas en línea”. Además de la publicación de los escritos, estas herramientas permiten que su lector también escriba sobre lo que ha leído, lo que da pie a un intercambio en torno al texto publicado y, así, a la creación de nuevos textos.
Entre las revistas literarias en línea hay aquellas que dependen de un medio escrito o que están ligadas de alguna manera con él y que se presentan en plataformas que permiten realizar un diseño sofisticado, pero otras han nacido de talleres literarios o de grupos de amigos escritores, y están diseñadas en plataformas más o menos complejas. Las revistas literarias en línea de este segundo tipo tienen el encanto de ser muy horizontales, de necesitar poca inversión monetaria, y de estar sostenidas por una verdadera pasión por la escritura, pasión llena de gratuidad; en muchos casos también son fruto de amistades profundas que unen a los fundadores y a los colaboradores por lo que se vuelven lugares de convivencia abiertos a los lectores. Este es el caso de la revista La Hormega, blog literario político (https://hormega.wordpress.com/about/).
La Hormega nació en Cuernavaca por iniciativa y gusto de Juan Pablo Picazo y de Luis Ernesto González. Este sábado se festejó su séptimo aniversario. El nombre nació del error de uno al querer decir “hormiga” y de la generosidad con que el otro lo corrigió diciendo que “hormega” habla de algo “mega”, algo grande. En todo caso, Hormega refleja el empeño de sus fundadores para dar lugar a la palabra poética y, por ello, crítica.
Cabe hacer notar que La Hormega ya tiene entre sus poetas a un muerto entrañable, y eso, como sucede con los pueblos, le da cimiento: Alejandro Chao Barona, académico, poeta y activista social escribió semanalmente en la revista y le dejó varios textos inéditos antes de su lamentable y no esclarecido homicidio en el año 2014. Con aprecio, fue recordado en este séptimo aniversario en el que se leyeron algunos de sus poemas.
Estas revistas son lugares de vida en una sociedad mercantilizada. La poesía, en sí misma un acto de generosidad en el sentido de prestarse a que voces propias y sociales se digan a través de la escritura del autor, se vuelve también medio de una convivencia, de un diálogo, de la creación de una realidad no basada en los beneficios materiales, convivencia que se cristaliza en el festejo, en el encuentro, cara a cara y voz a voz, de los autores entre ellos y con sus lectores como el que tuvo lugar este sábado de aniversario. ¡Felicidades a La Hormega, y muchos poemas más!
Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se respete la Ley de Víctimas, que se investigue seriamente el caso de Ayotzinapa, que el pueblo trabajemos por un Nuevo Constituyente, que Aristegui y su equipo recuperen su espacio radiofónico.
