Bernardo González Solano
Durante muchos años se decía “todos los caminos llevan a Roma”, por la importancia que tuvo la histórica capital imperial. Ahora, el dicho es “todos los conflictos conducen a Nueva York”, aunque mejor sería decir: “la desesperación lleva a la ONU”. A 70 años de su fundación —que se cumplen el próximo 24 de octubre—, la Organización de Naciones Unidas, que empezó su historia con 55 países miembros (ahora son 193), continúa siendo, por fortuna, quizás la última instancia para que la Tierra no se convierta en un infierno, como acertadamente pronosticó el segundo secretario general del organismo internacional, el diplomático sueco, Dag Hammarskjöld: “La ONU fue creada no para llevar a la humanidad al cielo, sino para salvarla del infierno”.
Esto y el título del libro del periodista asturiano, Ovidio Gondi, Las batallas de papel en la casa de cristal, resumen muy bien el eterno conflicto del organismo internacional que sustituyó a la desaparecida Sociedad de Naciones, al fin de la Segunda Guerra Mundial, con el propósito de que la humanidad no sufriera más este tipo de conflictos bélicos que provocaron millones de muertos como nunca en la historia del planeta. Los esfuerzos diplomáticos realizados en la “casa de cristal” han evitado la conflagración mundial, pero no las guerras locales que no cesan de causar miles y miles de muertos y millones de refugiados que no encuentran un lugar seguro para continuar con sus vidas. Ahora mismo, el problema de la migración forzada ha puesto en graves problemas al Viejo Continente. No obstante, la celebración del septuagésimo aniversario y la presencia de más de 170 mandatarios al iniciar sus trabajos de 2015 la Asamblea General de la ONU, demuestran que todavía “todos los caminos conducen a Nueva York”. Los discursos del Papa Francisco —que habló horas antes de que empezara la reunión del 70 aniversario—, el del presidente Barack Hussein Obama, el de Xi Jinping, el de Vladimir Putin, el de François Hollande, el de Raúl Castro, el de Dilma Rousseff, el de Hassan Rohani, el de Angela Merkel, el de Enrique Peña Nieto, y de tantos otros, así lo prueban.
Pese a las graves críticas que recibe la ONU, es claro que su supervivencia, en un mundo tan diferente al de su fundación, sirve para que en su seno se expongan las directrices de sus participantes aunque sean tan diferentes como pueden serlo un líder religioso, como el Papa Francisco, o un líder político, como Xi Jinping. Estos dos jefes de Estado no podrían ser más diferentes. El primero es el dirigente espiritual de 1,200 millones de católicos (de los cuales el 40% son hispanoamericanos); el segundo dirige a 1,400 millones de chinos. Ideologías aparte, su diferenciación no es tan sencilla. El dirigente católico originario de Argentina al acudir a la ONU actúa como líder político y en la Asamblea General pontifica sobre todos los problemas de la Tierra; a su vez, cuando Jinping exhorta a su pueblo y a la comunidad internacional, a luchar por el “sueño chino” —su eslogan conceptual preferido—, o a conducirse de acuerdo con los “valores chinos”, es igualmente obvio que intenta imbuir algo de su espiritualidad en sus políticas y en su propio liderazgo.
Asimismo, otros dirigentes importantes como el presidente estadounidense Barack Obama y el ministro ruso Vladimir Putin, aparte de exponer sus ideas sobre la solución de problemas armados como el de Siria, donde el dictador Bachar Al Asad combate a su propio pueblo desde hace casi cinco años forzando a un éxodo que impacta a Europa (problema que nadie sabe cómo resolver), lanzan sendos llamamientos para crear una coalición armada para combatir el terrorismo del mal llamado Estado Islámico que pretende instalar un califato en el que impere el islamismo ortodoxo que ha declarado la Yihad (guerra santa) a todos los infieles de la Tierra.
En el seno de la Asamblea General de la ONU, hablan todos los mandatarios. Los que apenas llegaron al poder y los que están a punto de abandonarlo, como Cristina Fernández, de Argentina, que saldrá de la Casa Rosada en poco tiempo. Otras, como Dilma Rousseff, primera oradora de la jornada inaugural del septuagésimo aniversario de la ONU, que en los últimos meses ha sufrido muchos problemas debido a la grave corrupción en la principal industria del país, manejada por Petrobras, denuncia en su discurso la gravedad de la corrupción. En fin, una larga cadena de oradores, que aprovechan su estancia en la “casa de cristal” para reunirse con sus pares, como Barack Obama con Vladimir Putin. O, Raúl Castro, que acude por primera vez a la ONU en su calidad de presidente de Cuba, para volver a pedir el fin del embargo de EUA sobre la isla que impide, dice, el desarrollo de su país.
De tal forma, el lunes 28 de septiembre dio inicio la 70a edición de la Asamblea General de la ONU con el llamamiento del secretario general, el surcoreano Ban Ki-moon, a Europa a “hacer más” para ayudar a los millones de refugiados que llegan a sus fronteras procedentes de Medio Oriente y de África .En su discurso de apertura, el funcionario internacional –que dirige una organización con 15 agencias especializadas, 12 fondos diferentes y un secretariado que empleó a más de 40,000 personas con un costo de 5,500 millones de dólares tan solo de 2014 a 2015, y cuyo último periodo termina el año próximo–, afirmó que “el sufrimiento llega a nuevas alturas”, recordando que en el mundo hay “100 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria inmediata” y “60 millones de personas que se han visto obligadas a dejar sus viviendas o países”. “Instó a Europa a hacer más” en este respecto, afirmó. Además, Ban sostuvo que el mundo no debería “estar construyendo muros ni cercas”, sino ocupándose de las causas del problema, como la guerra y persecuciones religiosas. Lo cierto es que mientras el Estado Islámico (también llamado Daesh) consolida sus posiciones y mantiene su poder de atracción: aproximadamente 30,000 yihadistas extranjeros llegaron a Siria e Irak desde 2011, de acuerdo a informes de inteligencia citados por el periódico The New York Times. Aprovechando la falta de decisión sobre el futuro del régimen de Assad, Vladimir Putin insiste en que apoyarlo es el único medio de poner fin a una guerra que ya ronda en 300,000 muertos. Así las cosas Obama tuvo que tragar gordo en la ONU y tuvo que prestarse para la fotografía del saludo de mano con Putin y del brindis de champaña con el propio jerarca ruso. Todo esto forma parte del protocolo y las formas en Naciones Unidas. Además, el primer mandatario afroamericano de EUA aseguró que Washington no quiere una nueva “Guerra Fría” con Moscú por la crisis en Ucrania, aunque insistió en que las sanciones de los países occidentales contra Moscú luego de la ocupación de Rusia en la provincia ucraniana de Crimea, estaban destinadas a proteger la soberanía de Kiev y no a activar un conflicto con Moscú. Anticipándose a las reclamaciones del presidente cubano, Obama pidió, en el mismo discurso, el levantamiento del embargo de su país contra Cuba vigente desde 1962, expresando su confianza en que la “apertura y no la coacción” llevarán las reformas a la isla. Al respecto, los parlamentarios republicanos tienen la palabra.
Hay que aclarar que tras el inicio de la masiva llegada de refugiados a Europa, Hungría levantó una alambrada de 175 kilómetros a lo largo de su frontera con Serbia y ha comenzado a cerrar también los 41 kilómetros de su frontera verde —no bordeada por el río Drava— con Croacia.
A siete décadas de distancia, muchos están decepcionados por los resultados de la ONU. Lo cierto, es que es preferible que la humanidad continúe con las “guerras de papel en la casa de cristal”, que dirimiendo sus diferencias en el campo de batalla. La existencia de la ONU no fue posible de la noche a la mañana, se fue preparando en el curso de la Segunda Guerra Mundial, tras el claro fracaso de la Sociedad de Naciones. Todo comenzó por la Carta del Atlántico del 14 de agosto de 1941, seguida por la declaración de Naciones Unidas el 1 de enero de 1942, la declaración de Moscú el 1 de noviembre de 1943, los trabajos de las conferencias de Dumbarton Oaks, durante septiembre y octubre de 1944 y la de San Francisco, entre abril y junio de 1945, que marcaron las principales etapas de una elaboración que culminó en la Carta de las Naciones Unidas, firmada en San Francisco el 26 de junio de 1945 por los representantes de 51 naciones –incluyendo el de México– en guerra contra el Eje. Esta Carta fue ratificada el 24 de octubre del mismo año, y la primera Asamblea General de la ONU tuvo lugar en Londres el 10 de enero de 1946. La decisión de establecer la sede de la organización en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, fue aceptada y desde 1952 se estableció en la “gran manzana” en un edificio construido en terrenos cedidos por el magnate Rockefeller.
Ahora, después de ocho secretarios generales de la ONU — todos varones–, no se descarta la posibilidad que el sustituto de Ban Ki-moon, sea una mujer. Ya hay una posible candidata, la diplomática búlgara Irina Bukova, actual directora de la UNESCO, propuesta por su país, así como el ex presidente esloveno, Danilo Turk. De acuerdo con un regla no escrita correspondería en principio a un personaje de Europa del Este recibir el cargo. Lo único seguro es que el surcoreano Ki-moon terminará su periodo. En tanto, “todos los caminos continúan conduciendo a Nueva York”. VALE.
