Adriana Cortés Koloffon
A sesenta años de publicada la novela de Juan Rulfo, ¿puede decirse algo nuevo acerca de ella? Los dieciocho ensayos reunidos en Pedro Páramo 60 años (Fundación Juan Rulfo / Editorial RM), de autores de distintas nacionalidades y generaciones, ofrecen al lector anécdotas y enfoques diversos sobre una de las obras mexicanas más traducidas a numerosas lenguas.
En la nota introductoria, Víctor Jiménez, coordinador del volumen, refiere una anécdota: “A Juan Rulfo —apunta— le gustaba acercarse a alguien que estuviese cerca, por ahí, cargando un libro, para preguntarle: ‘¿qué está usted leyendo?’”. Quienes aquí escriben, añade el compilador, responden a “la misma interrogación, que les formularía ahora el lector que ha abierto estas páginas”. Y ellos, de acuerdo con Jiménez, “responden, cada quien a su manera, ‘Pedro Páramo’”.
En “El gato de Justina”, Jorge Aguilar Mora alude a otra anécdota —otra de tantas que se suman a la leyenda de Rulfo—: el investigador manifiesta cómo, durante una comida con el autor de El llano en llamas y el crítico Antonio Alatorre, fue testigo mudo de una conversación que ambos sostuvieron, y que al preguntarle a este último sobre qué había versado la charla, le respondió: “Así, tal cual: ‘bibliografía de la Nueva Galicia’, así, como si hubiera dicho: ‘una conversación sobre el gato de Justina’”. A partir de esa anécdota, Aguilar Mora indaga en el misterio de la “gran dualidad de los mundos rulfianos”. El autor cita a Goethe a propósito del proceso simbólico en las distintas disciplinas, entre otras, el arte y la literatura. “¿Cuál es la imagen ideal presente en cada una de esas obras singulares que son las narraciones de Rulfo?”, se pregunta Aguilar Mora. “A cada lector le corresponde buscar y encontrar esa Idea, su Idea”, responde el investigador y concluye: “La que yo me hago aquí (sobre Pedro Páramo) es la del humor mudo lleno de vida, y la de la ironía gozosa, paciente e interminable”.
Los elementos fantásticos y las dimensiones histórico-sociales convergen en Pedro Páramo, a decir de Jorge Zepeda, quien ha investigado a fondo la recepción inicial de la novela de Rulfo. Zepeda cita un fragmento de una entrevista en la década de 1970 con Máximo Simpson, periodista argentino radicado en México. Pedro Páramo, le dice Rulfo al entrevistador, “se reduce a esa sola y única pregunta: ¿dónde está la fuerza que causa nuestra miseria? Y hablo de miseria con todas sus implicaciones”.
La novela de Rulfo, en opinión de Zepeda, causó “una profunda desazón” en un medio literario que “desde la década de los cuarenta se encontraba estancada por la predominancia del afán pedagógico que el nacionalismo cultivaba sin réplica alguna”. Esfuerzos para desactivar la “peligrosidad de su ‘mensaje’ —añade el investigador— pueden verse expresados en la asociación a categorías como ‘novela de la Revolución Mexicana’ o ‘realismo mágico’, que a pesar del transcurso del tiempo siguen reiterándose desde varios ámbitos”.
El crítico español José Carlos González Boixo coincide con Zepeda: “Pedro Páramo es una obra que hay que leer en clave simbólica y que no puede ser reducida a la dicotomía ‘literatura realista’-‘literatura fantástica’”.
Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo, propone en su ensayo “Una estrella para la muerte y la vida”, una lectura de Pedro Páramo desde la perspectiva del simbolismo de la teogonía del México antiguo. De acuerdo con Jiménez, Rulfo “no podía poblar su novela de personajes muertos y aludir a otras dimensiones simbólicas de la vida humana vinculadas a esto sin proporcionar un sustento —mítico en este caso, el único posible— a tales desarrollos de su historia”. Xólotl y Quetzalcóatl juegan así un papel esencial en Pedro Páramo, en opinión de Jiménez.
La intertextualidad de Pedro Páramo trasciende las fronteras mexicanas. Si bien Alberto Vital encuentra vasos comunicantes entre las Elegías de Duino de Rilke y Pedro Páramo (Rilke, Rulfo, Samsara Editorial), José Miguel Barajas lo hace entre ésta y El llano en llamas, y la Melodía del amor y la muerte del corneta Cristóbal Rilke del poeta nacido en Praga. Barajas cita diversos párrafos de la obra mencionada de Rilke que hace eco en la novela de Rulfo, así como en algunos de sus relatos, uno de ellos “Nos han dado la tierra”. Por cierto, Rulfo tradujo las Elegías de Duino, versión que se publicó, por iniciativa de Alberto Vital en Tríptico para Juan Rulfo, junto con las respectivas traducciones de Juan José Domenchina y Gonzalo Torrente Ballester en las que se basó el escritor jalisciense para crear la suya.
Es sabido que la novela de Rulfo es prolija en frases lapidarias, “frases de sentido impactante y sintaxis sobria” que, según Paulo Moreira, “hacen resonar el lenguaje oral sin imitarlo, sino reinventándolo”. En “Las sentencias lapidarias de Pedro Páramo”, el investigador de la Universidad de Yale ofrece una serie de ejemplos. Incluyo uno del fragmento 36 citado por Moreira: Dorotea a Juan: —¿La ilusión? Eso cuesta caro.
Heriberto Yépez, quien muestra que Pedro Páramo deviene por constelaciones, nos recuerda que “es la cima del arte verbal de la novela latinoamericana” y que Borges y García Márquez declararon su admiración ante ella. El escritor tijuanense se plantea la misma pregunta que quizá después de 60 años de publicado el libro de Rulfo nosotros, sus lectores, aún nos hacemos la pregunta: “¿En qué reside el enigma que genera su belleza?”. Toca a cada lector desentrañarlo.
reflexiones del cineasta juan carlos rulfo, director, entre otros documentales, de: En el hoyo y Del olvido al no me acuerdo, con el que obtuvo cuatro premios Ariel en las categorías de opera prima, mejor fotografía, edición y sonido.
—¿Cuál fue tu primera lectura de Pedro Páramo?
—No recuerdo haberme sentado a leerlo sino que fue algo que me fue corriendo por las venas. Recuerdo haber acompañado a mi padre a coloquios donde hablaban de los personajes. Así me di cuenta de que existía una Comala, una Susana Sanjuan. Mucha gente hablaba de la muerte, de los pueblos fantasmas, y así fue como fui conociendo Pedro Páramo. Siempre sentí que allí estuvo. El trasfondo de la muerte en la novela es muy sugestivo; es, además, muy cinematográfico. La historia es muy sencilla y difícil de llevar al cine si no buscas esa atmósfera que construya ese potencial en la imaginación del espectador. La novela tiene imágenes literarias poderosísimas.
—¿Qué imagen te evoca su lectura?
—Nací en el 64, diez años después de que se publicó, soy el más pequeño de los hijos de Juan Rulfo. Reconocí modismos de la familia y de la gente del sur de Jalisco cuando leí la novela más adelante. La mía es una visión mucho más vivencial que literaria. Pedro Páramo para mí viene siendo la imagen de mi padre. Oigo Pedro Páramo y le pongo el rostro de él: meditabundo, como si estuviera recordando lo que le pasó, igual que el personaje de Pedro Páramo.
—Una imagen muy poderosa en Pedro Páramo, de acuerdo con Víctor Jiménez, especialista en la obra de Rulfo, es la media luna junto a la estrella, ¿la introduces en tus documentales?
—Bueno, mi compañía se llama “La media luna” porque es el lugar donde se fabrican las historias. Cuando veo salir la media luna y la estrella juntito nunca voy a dejar de pensar en mi padre. El documental en el que ahora trabajo, Érase una vez, me está costando muchísimo trabajo y cada vez que veo imágenes de la naturaleza tan sorprendentes recuerdo a la media luna junto a la estrella; mi padre no me la dejó libre porque ya la hizo, ya la tocó. Esa imagen evoca en mí recuerdos de nostalgia y de compañía.

